La gran noche de Los Fabulosos Cadillacs treinta años después de 'Matador'
Impecable y emocionante concierto del grupo argentino en un Poble Espanyol a rebosar
BarcelonaEspectacular inicio del 25º Festival del Mil·lenni con el concierto de Los Fabulosos Cadillacs en el Poble Espanyol. Entradas agotadas, más de 5.000 personas, y la emoción apretando por dentro cuerpos que seguramente ya habían vivido alguna actuación de la banda argentina y que de nuevo descubrían que estaba siendo uno de los conciertos de su vida. El grupo lo puso todo de su parte desplegando dos horas de ska-rock-salsa y un cancionero que la memoria reactiva al primer acorde, al primer verso. Da igual que haga mucho tiempo que no escuches Matador, Vasos vacíos, Carmela o Saco azul: tan pronto como suenan, ya estás donde todo es especial e importante.
También lo saben en el escenario, y por eso, comandados por el carisma del cantante Vicentico, del bajista Flavio Cianciarulo y del saxofonista Sergio Rotman, respetan ese legado artístico y emocional con interpretaciones magníficas, sólidas, sin margen para la condescendencia. Existe la poesía romántica de las letras de Vicentico, un cantante que tiene un compromiso casi religioso con la melodía (impresionante cómo la mantenía cuando el ritmo aceleraba El aguijón); existe la fluidez narrativa de los versos más políticos de Cianciarulo, y brillan saxo, trompeta, trombón y percusión aportando colores y matices rítmicos, ya sea para acompañar el romanticismo de Siguiendo la luna o para reforzar el grito de V Centenario: "Nada a festejar".
Incluso superan las expectativas de un público con mucha presencia argentina que venía entregado de casa. Había cánticos de grada futbolera mientras se accedía al Poble Espanyol, y los que ya estaban ovacionaban a los que llegaban. La comunión era absoluta. Sería una fiesta con una banda imparable con cuatro décadas de historia. ¿Nostalgia? Conciencia, baile, tremendas canciones de amor y memoria, como la de Víctor Jara, el cantautor chileno asesinado por militares a las órdenes de Pinochet, y que es invocada en Mal bicho, un tema prodigioso por fondo y forma que el público cantó de principio a fin y viviendo con la misma intensidad el lamento de la primera parte y la rabia de la segunda. "Mucho poder hay esta noche", dijo Vicentico agradeciendo la respuesta de la gente. Esta respuesta ya era impresionante al principio de la noche, cuando tocaron Manuel Santillán, el león, otra composición de Cianciarulo que bebe de la maestría lírica de Rubén Blades y de la tradición poética argentina y que conecta con el viento de libertad y la sangre combativa de Matador, la canción que este año cumple treinta años y que en el Poble Espanyol cerró el concierto antes de los bises. ¡Cómo aguanta el paso del tiempo ese tema que Vicentico interpretó con la voz en su sitio y cargada de expresividad!
La sensación de estar viviendo un concierto que sería inolvidable venía por lo que ocurría en el escenario (donde no faltaba la fotografía de Gerardo Rotblat, el percusionista de la banda fallecido en el 2002), pero también por la forma en que el público cantaba los versos de Calaveras y diablitos ("No quiero morir sino antes haber amado, pero tampoco quiero morir de amor") y potenciaba el final de Carnaval toda la vida, una de las pocas canciones de la historia en la que está justificado hacer "lo-lo-lo". Y ya veías que todo ello efectivamente sería memorable cuando en los bises la gente se miraba mientras cantaba Vasos vacíos y la increíble El satánico Dr. Cadillac. Espectacular, impecable y muy emocionante.