Música

Manolo García, junto a Palestina, agricultores, ganaderos, autónomos y música en catalán

El cantante barcelonés celebra una feliz indignación en el Palau Sant Jordi ante 18.000 personas

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Manolo García, con el pañuelo palestino, en el Palau Sant Jordi.

BarcelonaManolo García pertenece a la estirpe de los artistas que quieren que el público se marche del concierto con la sensación de que ha vivido una noche agradable, sin sustos ni peligro, pero especial. Una noche de rock, humor de proximidad y costumbrismo poético de ayer y ahora, del baúl inagotable del cancionero de El Último de la Fila y de la discografía en solitario, incluidos los dos álbumes del 2022: Desatinos desplumados y Mi vida en Marte. Una noche, claro, con decenas de estribillos con historia como la deInsurrección, la canción con la que el sábado abrió el concierto de más de tres horas en el Palau Sant Jordi. "Que todo el mundo esté contento", propuso ante las 18.000 personas que habían agotado las entradas.

También fue una noche salpicada de indignaciones diversas. El cantante barcelonés apareció con pañuelo palestino en el cuello. "Es una barbaridad lo que está pasando en Gaza. Tenemos que detener esta masacre. ¡Viva Palestina libre!", gritó al principio de una actuación que dedicó al expresidente de Uruguay Pepe Mujica: "Para siempre, presidente Mujica, que su Dios le guarde siempre", dijo. Más adelante, felizmente indignado, hizo otras dedicatorias: "A los campesinos y ganaderos, trabajadores honestos que pagan impuestos. ¡Y a los autónomos!", espetó como si quisiera invocar a la Virgen de la Justicia Social.

Dice Manolo García que le gusta que el público cante con él. Incluso baja del escenario y se acerca a él para compartir Llanto de pasión. En el gesto, que repetirá en otras ocasiones, hay constancia y oficio, y seguramente la energía extra que recibe de los espectadores. Él corresponde a la entrega de la gente con una banda larga de nueve músicos, un notable despliegue físico a los 68 años y una voz que sabe asomarse entre una sonoridad no siempre suficientemente buena, como ocurre a menudo en el Palau Sant Jordi. El oficio le ayuda también a respirar en canciones como Como quien da un refresco, de tempo más calmado y final épico, que provocó una ovación casi automática. Y para diversificar el color rítmico y dar una tregua al público convocó la rumba de La Maturranga y Laberinto de sueños (En las geometrías del rayo), con bailarina en el escenario, y la bulería pop de Con los hombres azules, con el violín de Olvido Lanza. Después de riffs estrepitosos de guitarra (los de Somos levedad, por ejemplo), el canto colectivo se reactivó cuando llegaron las imprescindibles, sobre todo en un tramo final muy generoso.

Antes, sin embargo, recordó a músicos como "Sisa, Ia & Batiste, La Orquesta Platería" y los de las siguientes generaciones que cantan "en la lengua del país, que es lo que hay que hacer, en catalán ", cómo Ivette Navidad, la cantautora y poeta de Granollers a quien invitó a cantar Creyente bajo torres de alta tensión. "La lengua es el primero, es el vehículo de un pueblo. ¡Viva la música en catalán!", exclamó García, que a lo largo de todo el concierto habló en catalán entre canción y canción. Con buen humor, él mismo expresó su paradoja de defender la música en catalán y cantar en castellano, y lo explicó recordando los orígenes familiares murcianos.

El Palau Sant Jordi durante el concierto de Manolo García.
Manolo García en el Palau Sant Jordi.

Emoción contra la rutina

Pasan los años y todavía impresiona ver y oír a miles de personas cantando Lápiz y tinta con la intensidad de la primera vez, y es encomiable la forma en que Manolo García interpreta canciones como ésta, encontrando la manera de que no suenen a agradable rutina sino a historia emocionante. Esta conexión también existió cuando hizo En San Fernando, un ratito a pie y otro caminando (con decenas de globos sobre la gente y un rapeado-manifiesto entre divertido y cabreado contra YouTube), pero sobre todo cuando, tras una pausa de diez minutos ("Para hacer un pipí", anunció), tomó una última media hora pletórica en la que sonaron cuatro monumentos de El Último de la Fila: Lejos de las leyes de los hombres, Aviones plateados (uno de los mejores momentos de la noche), A veces se enciende (con lucimiento para todos los músicos) y Como un burro amarrado en la puerta del baile. La inercia de la euforia despegó también Prefiero el trapecio (nuevamente con García entre el público) y la despedida con las festivas versiones deEl rey (el clásico del mexicano José Alfredo Jiménez) y La bamba. "Gracias por ayudarme a ser feliz", dijo capturando el espíritu de la noche.

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