El Niño de Elche consagra con miel la 'capilla' de Antoni Tàpies
El artista interviene en la Sala de Reflexión de la Universitat Pompeu Fabra con la acción '3+2+1 formas de servicio anónimo'
BarcelonaRemueve la miel de un plato con una campanilla. Lame el goteo con cuidado, reteniendo el instinto animal que en otro contexto le llevaría a devorar el néctar con deseo. Pero mada la contención espiritual. "Hay una contención sonora muy radical. Nunca había hecho nada tan contenido", asegura el músico Francisco Contreras, más conocido como el Niño de Elche. Contenido y maravillado, camina meditando por la capilla laica de Antoni Tàpies en la Universitat Pompeu Fabra, la llamada Sala de Reflexión, que ocupa el espacio diseñado por el arquitecto Jordi Garcés en el campus Ciutadella. En esta gloria del brutalismo espiritual, la campanilla dialoga con la pintura de Tàpies Díptico de la campana (1991), que ocupa una parte del muro que cierra la sala. La miel, explicará después el Niño de Elche, tiene que ver con las pinturas de la serie Celebración de la miel que vio hace unos meses en el Museo Reina Sofía de Madrid, en la exposición Antoni Tàpies. La práctica del arte, que ahora se puede visitar en el Museu Tàpies de Barcelona hasta el 12 de enero. "La miel como cuidado", dice.
Todo ello forma parte de 3+2+1 formas de servicio anónimo, una acción performática ideada por el Niño de Elche y el cineasta y artista audiovisual gallego Lois Patiño, que ha trabajado sobre todo la parte conceptual y el diseño del espacio. Es el cierre del ciclo Las sillas de Tàpies, organizado dentro de los actos del centenario de Antoni Tàpies, y que consiste en un espectáculo de veinte minutos para 25 personas que se ha hecho este viernes.
El jueves, en una presentación para la prensa, ya quedó patente el respeto y el conocimiento profundo con el que los dos artistas se adentran en la atmósfera de la capilla laica. Más allá de las conexiones con el número 6 juegan con la tensión entre abstracción y figuración típicamente tapiana. Hay un trabajo muy interesante del sonido como materia y una reivindicación de las clases subalternas y del gesto operario, el movimiento prosaico imprescindible para construir una silla o para pintar un cuadro. También hay un ciclo de vida y muerte, del aliento primero al estertor final.
El espectáculo comienza con los espectadores sentados en sillas cara a la pared. Como el personal de seguridad de los campos de fútbol, dan la espalda a la acción, al gol. Es inevitable sonreír con el propósito de frustrar las expectativas del público, que, sin embargo, es soberano y lo demuestra enseguida. La disciplina gestual se rompe porque ganan la curiosidad y las ganas de saber qué está haciendo el Niño de Elche. Lo que hace es arrastrar una silla hasta el centro de la sala, al encuentro de otra silla. Las baraja, las sopla melódicamente, rasca el esparto con ritmo. El gesto es un homenaje al abuelo, que a raíz de una lesión medular tuvo que hacer de sillero. "Hacía el culo de las sillas", recuerda. También arroja el aliento a las grietas de la pared, como si quisiera colar el espíritu de Tàpies.
Con la miel, la performance toma un aire de rito ceremonial, como si el Niño de Elche estuviera consagrando la capilla de Tàpies. La acción avanza de acuerdo con la calma zen que pregonaba Tàpies, pero también con pequeños sonidos y gestos que auguran tensiones, como la tinta negra que marca las pinturas. Por último, delante del Díptico de la campana, el Niño de Elche se acerca al Niño de Elche de los conciertos. Primero pinta con el sonido: salpica el cuadro con la campanilla seca, reproduciendo el movimiento de un pintor abstracto que también podría ser el del cura bendiciendo la parroquia. Después se encarna en una cruz de Tàpies, o en un Cristo que en vez del quejío flamenco de la saeta utiliza unos gritos secos, contenidos, como un latido de ritmo misterioso que va perdiendo la vida... El rito es laico, de esencia minimalista y lleno de juegos simbólicos con el universo de Antoni Tàpies, pero la cruz y la muerte casi reclaman una mirada cristiana, en esta bella y emocionante consagración de la capilla que demuestra las ganas del Niño de Elche de ensanchar su camino artístico.