Música

Salvador Sobral conquista el corazón del Liceu con música y carisma

Extraordinario concierto del cantante portugués, con invitados especiales como Sílvia Pérez Cruz y Pol Batlle

4 min
Salvador Sobral en el Gran Teatro del Liceo.
  • Gran Teatro del Liceo. 8 de febrero de 2024

Noche de prodigios en el Liceu. Salvador Sobral presentaba el disco Timbre, pero lo que ocurrió trasciende lo que se espera de un concierto convencional. El cantante portugués hizo lo tan complicado de conseguir que el público volviera a casa con la satisfacción de haber participado en un evento especial cuyo corazón era la música. Será difícil olvidar estas dos horas y veinte minutos de talento, simpatía y emociones, que también sirvieron para contar algunas cosas sobre el arte y el negocio de la música.

"Después de ganar el Festival de Eurovisión [en el 2017] cobrábamos mucho dinero, una estupidez de dinero", admitió en el Liceu, donde se expresó sobre todo en el catalán con acento mallorquín que conserva desde que hizo un Erasmus en Palma. "La primera vez que actué en el Festival de Pedralbes acudieron 1.600 personas. La gente venía a ver el de Eurovisión y se encontraba solos de contrabajo. La segunda vez fueron 600. Después, cobrando menos, tuvimos 900 personas en el Palau de la Música, y la segunda vez 1.200. Y hoy 1.600 Volvemos al pseudoinicio. ¡Y sois público de verdad!", exclamó Sobral, recordando el veneno de la fama eurovisiva. Podía haber tirado la toalla, pero persistió haciendo lo que quería hacer: música con libertad jazzística y colores de canción. De alguna manera, l éxito del concierto en el Liceu es una inyección bien merecida de autoestima, un tipo de acto de reparación que premia una manera de hacer y de escuchar la música y que acabó con los músicos siguiendo a Sobral en un desfile juglaresca hasta el vestíbulo del teatro de la Rambla, es decir, un final acorde con el tono de celebración que respiran las canciones de Timbre, un disco fruto de la alegría por el nacimiento de su hija.

Sobral charla con la naturalidad con la que en plaza te piden cómo quieres de delgado el jamón y viste con la informalidad de quien sale a pasear sin tener que atender ningún compromiso social. Aparentemente, es la antítesis de la estrella musical. Pero le basta con coger el micrófono para revelarse como un verdadero líder, de los que saben transmitir confianza a los músicos y hacerles partícipes de los aplausos. Cabe decir, claro, que le acompaña un sexteto extraordinario que incluye a tres artistas catalanas: la pianista Lucia Fumero, la cantante y flautista Magalí Sare y la saxofonista y cantante Eva Fernández. Cada músico dispone de aire para lucirse sin tener que hacer solos protocolarios y Sobral les hace sentir importantes. Por ejemplo, Porque canto no la hizo como en el disco, sino que la mezcló con No sé cantar, de Magalí Sare, de quien también interpretó Siempre vienes asim –"Que una catalana adapte un poema de Pessoa me llena de orgullo patriótico", dijo Sobral–. Con Lucia Fumero cantó a dúo So um beijo, de su hermana Luisa Sobral. Y Canta coraçao comenzó con el contrabajista André Rosinha (recompensado con una ovación entusiasta), continuó con la entrada del resto de instrumentos en gozosa armonía y culminó con el público silbando como pajaritos.

La voz y el corazón

"Cantar y corazón son las dos palabras que me definen", dijo Sobral, que hace seis años recibió un trasplante de corazón. Al donante le ha dedicado una de las canciones de Timbre, Lo regalo que me hiciste, que en el Liceu dedicó a los trasplantados que visitó el miércoles en el Hospital de Sant Joan de Déu. "Me dicen que soy una esperanza con piernas", dijo. Pese a la carga emocional, multiplicada además por la presencia en la platea de los padres del cantante portugués, Sobral firmó corto el sentimentalismo e hizo prevalecer la naturalidad gracias al sentido del humor ya la habilidad para meter al público dentro de las canciones.

A lo largo del concierto, organizado por el ARA, hubo maravillas de coordinación rítmica y detalles armónicos de todo tipo sobre los que la voz surfeaba sin traicionar la afinación. Sobral es un muy buen cantante, es justo recordarlo, y en el Liceu lo demostró también cuando invitó a Sílvia Pérez Cruz ya Pol Batlle en el escenario. Con el artista de Palafrugell cantó primero a capella el réquiem íntimo Me muero, del disco Toda la vida, un día, de Pérez Cruz, que ya cantaron juntos en el Tívoli hace unos meses, y después, De la mano de tu voz, el tema que Sobral dedica a Pérez Cruz en Timbre. "[Sílvia] Es mi mayor inspiración. La madre de todas las voces", aseguró. Más adelante, Sobral y Pol Batlle, acompañados de los guitarristas Darío Barroso y Sebastià Gris, compartieron una magnífica versión de La poma de Gabriel Hernández (que Batlle suele cantar con Rita Payés, su pareja) e hicieron subir la temperatura emocional con una prodigiosa adaptación de Vida de Lluís Llach, después de la cual todos los músicos y el público celebraron el final de la noche con la alegría rítmica de Piedra quente. Música y carisma a raudales.

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