The Pretenders, una pletórica noche de rock'n'roll en Pedralbes
Una poderosa Chrissie Hynde brilla en el concierto inaugural del Festival Les Nits de Barcelona
BarcelonaMagnífico concierto de The Pretenders en la inauguración de la segunda edición del festival Les Nits de Barcelona en los jardines de Pedralbes. Sobre todo, por la prodigiosa exhibición de una Chrissie Hynde que a sus 72 años está cantando como en los mejores tiempos, y por la versatilidad del guitarrista británico James Walborne, imprescindible en el grupo desde el 2008. La New Wave más rockera, la que se había incubado en noches de punk en Londres a finales de los 70, dominó en una actuación centrada en los tres primeros discos de The Pretenders, que suministraron la mitad del repertorio.
Sin embargo, Hynde tiene tres armas secretas capaces de cerrar el paso a las rutinas y a las trampas de la nostalgia. La primera es la misma naturaleza de esas canciones de la primera mitad de los 80: no eran versos de insolencias e inseguridades juveniles, sino que reflejaban la forma de pensar de una mujer que cuando publicó el primer disco ya tenía 29 años y el bagaje de toda una vida empapada de rock; por tanto, a pesar de la distancia temporal, todavía se pueden cantar sin tener que remover sentimientos guardados en el último cajón de la memoria. La segunda arma, ligada a la primera, es la ironía con la que toma el paso del tiempo en Losing my sense of taste, la canción que abre el disco Relentless (2023) y con la que empezó el concierto en Pedralbes frente a cerca de 2.400 personas, todas sentadas, que habían pagado 75, 80, 90 o 95 euros por las entradas: dice que ya no le importa el rock'n'roll y que sus artistas favoritos parecen cansados y viejos. Es imposible saberlo, pero tiene sentido imaginar que ayer Hynde la cantó con una sonrisa burlona. La tercera arma secreta es la interpretación: la que se vio en Pedralbes es una de las mejores versiones de The Pretenders de los últimos años, y en cualquier caso superior a la de la anterior visita a Cataluña, en el Festival de Cap Roig en el 2017.
Es cierto que la noche empezó con una sonorización demasiado errática, pero al tercer tema ya estaba todo en su sitio, y cuando la guitarra de Walborne dibujó la melodía de Kid, el concierto entró en la dimensión de los prodigios. Además del flequillo y las botas altas, Hynde conserva todo lo que la convirtió en referente de tantas cosas. La reina de la melancolía desgarrada caminó entre la New Wave y el rock'n'roll con un dominio absoluto de la afinación y regalando un montón de momentos memorables con la voz. Por ejemplo, el impresionante final de Private life, el tránsito de la dulzura al arrebato en Up the neck, la intensidad de la balada Hymn to her, la rotundidad punk de Bad boys get spanked, los juegos con las melodías de la guitarra en Back on the chain gang y la maravillosa versión de Stop your sobbing, de The Kinks, con la que abrió el bis. Además, los cuatro músicos se lo estaban pasando muy bien, o al menos esta era la sensación que transmitían mientras tocaban temas como Time the avenger y Thumbelina, ese rock'n'roll que hace pensar en una noche en un bar de carretera abrazando a desconocidos y apostando al billar, quizá con una resaca amnésica al día siguiente, pero en cualquier caso con un buen sabor de boca. "Esto es rock'n'roll", dijo Hynde. Y todavía funciona, podemos añadir.
El gran pero de la noche es la sensación de que estamos condenados a vivir este tipo de conciertos en festivales de verano con todo el mundo sentado. Por eso tuvo un punto de insurrección que el público se levantara cuando sonaron Don't get me wrong y, hacia el final de una actuación de hora y media, Middle of the road, un tema especialmente celebrado cuando una pletórica Chrissie Hynde sopló la armónica.