Música

Marc Grau Jr.: "Lo único que sé que me cura cuerpo y alma es hacer música"

Músico. Publica el disco 'Verbena'

BarcelonaMarc Grau Jr. (Barcelona, 1984) decidió que la música era muy importante en su vida y que en ningún caso quería convertirla en una rutina despersonalizada. Fue el guitarrista de Los Rotos hasta que una lesión en un brazo le alejó de los escenarios. En 2015 colaboró con Els Pets y Quimi Portet y Manolo García, músicos con los que también había trabajado su padre, el productor y guitarrista Marc Grau (1954-1999). En 2017 publicó su primer disco a su nombre, Summer wildfire. Seis años después llega Verbena (Kzoo Music y Fat Raudo Records), un disco que culmina un período marcado por la pandemia y un problema de corazón.

Verbena es un disco al que llegas después de mucha reflexión artística y personal, ¿verdad?

— Reflexión artística, sí, y de muchos obstáculos personales. Aparte de los problemas que tuvimos todos en 2020 con la pandemia, tuve diferentes temas de salud que me llevaron a hacer una parada forzosa. Debido a un problema de corazón, estuve detenido un año largo, hasta que tocaba bordes con lo que podía hacer mi cuerpo y lo que no podía hacer.

¿Y cómo estás ahora?

— Bastante recuperado, sí.

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¿Todo esto ha afectado también al tipo de temáticas de las canciones?

— Sí, de ahí todo esto de Verbena, donde juego con el equívoco de verbena, la planta medicinal, y verbena, la fiesta, porque es como una especie de ritual que me he montado para curarme. Y de eso va, de volver a recuperar sensaciones y de salir a base de hacer lo único que sé que me cura cuerpo y alma, que es hacer música.

¿Y hacer música te garantiza la subsistencia?

— No, trabajo en la sanidad pública. Soy periodista y trabajo en comunicación del Hospital Clínic. O sea, que era otra piedra que añadir a la dificultad de compaginar la vida de músico con trabajar muchas horas en aquella época.

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De las nueve canciones del disco, no todas están escritas en el mismo período, sino que hay alguna más antigua.

— La canción a la que haces referencia es El moment, que la escribimos en 2013, justo después de volver a la música. Era el guitarrista de Los Rotos y me desencanté. Mis compañeros de banda, David [Spinola] y Lluís [Vidal], que son con los que toco hoy, fueron los que me empujaron a volver a la música. De ahí salió El momento. Quizá sea un poco la anticanción, pero me hacía mucha ilusión que estuviera allí, en el disco, porque habla de un momento vital muy parecido.

¿Puede que sea la canción con más referentes musicales de los años 90?

— Sí, totalmente. Porque, además, la escribimos con Lluís y David y era lo que nos salía de dentro.

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Tu padre, Marc Grau, fue un guitarrista y productor fundamental de la música catalana de los años 80 y 90 y trabajó con grupos como El Último de la Fila y Els Pets. ¿Los referentes musicales que tenías en casa cuando eras adolescente son los que se mantienen hoy?

— Bueno, mi padre murió en 1999, cuando yo tenía 15 años, y heredé discos, aparte de alguna guitarra. Me identifiqué mucho con guitarristas, pero después decidí que no quería ser mercenario, por decirlo lisa y llanamente, sino que quería hacer lo que salía de mí. Porque por traicionarme a mí mismo y ser oficinista de la música, prefería tener un trabajo de periodista, que es otra cosa que me gusta, y poder explorar este viaje sin fin que es hacer canciones.

Por tanto, entiendo que sí han cambiado los referentes.

— Sí, claro. Tengo una evidente influencia anglosajona y americana, pero también hay gente de aquí que se han convertido en referentes; por ejemplo, Pau Vallvé. Y también Maria Rodés y Sanjosex, que han ido penetrando un poquito en lo que yo hago. Aunque, como les ocurre a ellos, la base sea de raíz de la anglosajona.

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Escuchando Fills de la concertada pensé que podía ser una canción de Pau Vallvé más irónico.

— Sí, exacto. Es una canción que es una broma y provocación a la vez. Fills de la concertada, sobreprotegidos que creen que podían subir algo de estatus pagando plazas de privada a cuatro duros, lo de poner algo de almohadilla en la clase media... Y en realidad la economía nos ha metido un varapalo. Son los 2 minutos y medio en los que soy más honesto con el tema de los obstáculos de salud y personales que he sufrido en los últimos tres años.

Cantas: "La ansiedad te mira / fijamente a los ojos / te dice que no te ama, / pero que se quiere follar".

— Sí, me ha mirado a los ojos y me ha dicho que no me ama. Mucha gente está así; naturalmente, pero yo me he defendido de ese modo.

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Esta canción es un retrato generacional involuntario.

— Sí, totalmente. Me dijeron: "Has buscado hacer un himno generacional". Generacional lo es, ya hablaremos de himno.

Los describes de forma suficientemente rasgada: "No hay suficiente MDMA / para todos los hijos de la concertada".

— Exactamente. La salud mental es salud y debes tratarla, tienes que estar encima. Y ocurre que estamos un poco descubiertos: o te la puedes pagar o tienes que recurrir a otras vías de escape.

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¿La elección lingüística hace que cambie también tu forma de cantar? Creo que es muy diferente como atacas a las canciones en inglés y en catalán.

— Sí, soy totalmente prosaico todavía en catalán. Puedo llegar a sacar la misma voz, en directo pasa, pero en el estudio me costó más sobre todo por mi forma de escribir, acabé las canciones en el estudio, especialmente las que canto en catalán. También ocurre que me escolaricé en inglés y tengo el cerebro partido en tres lenguas; cuando estoy cansado, las mezclo todas.

Te lo decía porque en A thousand lives, que va después de Hijos de la concertada, tu voz está si no más segura, sí más rotunda.

— También tiene que ver el tipo de canción y la fragilidad con la que quizás me acerco a Fills de la concertada, mientras que la otra es más de resignación. Pero en directo le rasgamos muchísimo.

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¿Tu relación con los amigos de tu padre, cómo ha sido? ¿Notaste un cariño especial cuando murió?

— Me cuidaron muchísimo al principio, porque era un chaval de 15 años y tuve que aguantar, quizás también mediáticamente, más de lo que me tocaba. Nunca he buscado que se me ayude. He estado muy reacio. Si llego, quiero llegar yo. Esto no quita que, naturalmente, mi agenda de hace diez años fuera poderosa. Ahora ya no tanto, porque han pasado 24 años desde la muerte de mi padre, pero siempre he recibido mucho cariño, sobre todo de Els Pets, un grupo del que tuve que distanciarme por un tema personal. Pero al cabo de un tiempo dije a Lluís [Gavaldá]: "Ostras, vuelvo a disfrutar de estar con vosotros". Me invitaron a tocar unas canciones y vi que nos estábamos curando en ese sentido; fue en la Mercè del 2015. Quimi Portet también ha sido superamable conmigo siempre.

¿Durante la pandemia ya trabajabas en el Hospital Clínic?

— Sí, hace ya seis años. Fue muy bestia, sobre todo la primera ola: tres meses de trabajar siete días a la semana y las horas que hicieran falta. Esta factura está en el hombro de todos.

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Y tenías que comunicar algo especialmente sensible, que era lo que estaba ocurriendo en el hospital.

— Fue muy complicado y eso sí que me apartó mucho de la música, aunque seguía practicando porque algo tienes que hacer para sacarte de encima el día a día cuando tiene esa intensidad y golpes anímicos que recibíamos dentro del hospital. Intenso, la palabra es intenso, y tenías que poner las prioridades en orden.