"Vivimos no lo que yo vivía, sino lo que el abuelo Siset vivió"
Lluís Llach presenta el libro 'L'estaca. Crónica de una canción sin fronteras', del periodista Joaquim Vilarnau
Barcelona“Necesitaba luchar contra el sistema que permitía que existieran los Franco”, dice Lluís Llach a propósito del eco internacional de La estaca.“Es una canción que ha sabido captar las ansias de libertad por todas partes. Es la contribución catalana más importante al cancionero revolucionario internacional”, asegura el periodista Joaquim Vilarnau, autor del libro La estaca. Crónica de una canción sin fronteras, el primero de la nueva colección editorial del Grupo Enderrock. Ambos están en la librería Ona de Barcelona. Conversan en torno a una canción de la que se han hecho más de 450 versiones en 40 lenguas, tal y como documenta el libro. Hay suficientemente conocidas, como la que se hizo en Polonia y que el sindicato Solidarność utilizaba como llamada para manifestarse a finales del gobierno comunista. Otros son de nada, como la adaptación del poeta bielorruso Andrei Khadanovich. De hecho, muchas versiones se han realizado en el siglo XXI.
Llach y Vilarnau han cabalgado por la memoria de una canción que el cantautor de Verges no siempre quiso al lado. “Al final de la Transición y en los años ochenta, tocarla me parecía un acto demagógico porque sabía que todo el mundo me aplaudiría. Pero la gente la cantaba sola, porque era de la gente. Me he acostumbrado a que sea una canción que está por todas partes y que utiliza gente necesitada. Me halaga, pero esto significa que en el siglo XXI los problemas que muestra La estaca están bien vigentes. Miras al mundo y está boca abajo, sobre todo en temas de justicia y derechos”, lamenta Llach. Sin embargo, el tono de la noche ha sido suficientemente distendido gracias al anecdotario recordado. Como la ayuda indispensable de Josep Maria Espinàs cuando Llach fue admitido en los Setze Jutges. “Yo no había escrito en catalán, y mi poeta de referencia era Lorca. Espinàs se estremecía, pero me ayudaba y me corregía las letras”, dice. O como la visita a Maria Aurèlia Capmany para que le arreglara la letra de aquella La columna que se convirtió La estaca. O cuando dejó cabizbajos a unos jóvenes polacos que pensaban que Muryera una canción popular polaca en vez de una versión de una canción de un cantautor catalán.
Llach, que firma el prólogo del libro, ha homenajeado al abuelo Siset del primer verso de La estaca, “aquel republicano resignado” cuyo refugio era “contar sus historias a un chaval que pescaba con él”. Y ha pedido que no se menosprecie la voz de las personas mayores, menos ahora que, dice: "Vivimos no lo que yo vivía, sino lo que el abuelo Siset vivió".