Triple PropOHsta
La tercera edición del ciclo de microóperas se extiende por diferentes espacios del Gran Teatre del Liceu
¡Oh!pera
- Gran Teatro del Liceo. 11 de julio de 2024
Se anunciaba como tercera temporada consecutiva, pero no debemos olvidar que la primera fue en otoño del 2021 (Seis solos solas), en plena pandemia, y como resultado de la iniciativa de Ópera de Bolsillo y Nueva Creación. Ahora, el Liceu se ha hecho suya la idea, y esa primera edición en streaming y sin público a causa de la Covid-19 ha llegado a la tercera que se hace con público presencial y que recorre varios espacios del teatro.
El concepto es interesante, pero no sé si hay tiempo suficiente para trabajar a fondo el reto escénico que supone montar obras que no para pequeñas de formato son menos complejas. Y puestos a buscar propuestas de jóvenes creadores (musicales y escénicos), ¿por qué no hacerlo también con los libretos y dejar aparte las “vacas sagradas” de nuestra dramaturgia?
Este año han sido tres los títulos integrantes, uno para cada uno de los tres espacios de este Óh!pera que cuenta con el asesoramiento de Àlex Ollé. Como siempre, la cosa consiste en una microópera de 30 minutos de duración creada por un equipo joven: compositores e instrumentistas del Conservatorio del Liceo, diseño escenográfico de diferentes escuelas de diseño (Elisava, BAU y Eina) e iluminación y dirección escénica de estudiantes o jóvenes graduados del Institut del Teatre.
Obviamente, la descompensación cualitativa es la tónica dominante, aunque el nivel general suele ser bueno, en parte gracias a la implicación de los creadores. La menos interesante de la propuesta de este año quizás ha sido Contradecir la noche, por los tópicos del libreto de Martí Sales. Musicalmente, la composición de Montserrat Lladó ha resultado convincente y consistente en un sabio equilibrio entre tradición y modernidad y con buena escritura vocal, bien servida por ambos cantantes (la soprano Marta Esteban y el contratenor Ávaro Basco) y en una propuesta escénica, también con algún tópico, a cargo de Marta Gil Polo.
Mucho más estimulante era Azul como una naranja, que hizo desplazar al público de la Sala Mestres Cabanes (donde permanecía de pie) a uno de los laterales del escenario del teatro. Allí nos esperaba una microópera (prácticamente un monodrama) con música especulativa de Guillem Palomar sobre un libreto de Laura Ferrero a partir de la experiencia (real) de un cosmonauta de la Unión Soviética que se vio forzado a quedarse en espacio durante más de trescientos días después de que la URSS diera paso a las actuales repúblicas de más allá de los Urales. Impresionante la escenografía a cargo de estudiantes de BAU, con una idea compleja y arriesgada. Sensacional la interpretación del barítono Pau Camero, junto a la soprano Adriana Atanda.
El plato fuerte de la velada, sin duda, era Eliza, en el Foyer, una pieza con libreto de Pau Miró sobre una historia de amor en la que la inteligencia artificial juega un papel clave en el plano narrativo. La sutil, minorista, preciosa y minuciosa música de Ferran Cruixent para cuarteto de cuerda y dos solistas (Paula Sánchez-Valverde y Roger Vicens) permitió al director escénico Pol Roig Valldosera desplegar una propuesta imaginativa, de tonos oníricos y con sabia i iluminación de Sergi Cerdan.
Sería de agradecer, por cierto, que el teatro detallara y distinguiera a los instrumentistas de los cantantes. En la web o en los exiguos programas de mano, reducidos a flyers informativos.