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Oriol Bohigas, Beth Galí y Josep Antoni Acebillo en la fiesta del premio Tusquets del año 2000.

Sería absurdo intentar resumir en un artículo corto una vida tan larga y pródiga como la de Oriol Bohigas, y como lo conocí de manera muy cercana, solo desde el año 70, prefiero hablar no desde nuestra proximidad profesional sino especialmente a través de las larguísimas comidas-tertulias (desde el mediodía hasta la madrugada) que durante muchos años hicimos con Oriol y un grupo de amigos.

Persona apacible, simpática y accesible, caprichoso, con sus calcetines flamantes y sus corbatas amarillas, en aquellas reuniones, largas y caóticas pero fecundas, que hacemos desde hace años, nos transmitía su complejidad intelectual transparente y la franqueza y espontaneidad de su personalidad, y aunque sus reacciones nunca fueran previsibles ni sus tesis convencionales, sí resultaban muy inteligibles, por su comprensible lógica estructural y por su lenguaje asumible y directo.

Oriol era ideológicamente progresista, republicano y de un catalanismo abierto nada excluyente, que repudiaba el populismo demagógico. Entendido como un “socialista ilustrado”, tenía un gran sentido y preocupación por lo que es público. Como muestra, su aportación a la arquitectura escolar y al diseño del espacio urbano, su liderazgo de la llamada Escola de Barcelona durante el franquismo, como figura preeminente del mundo editorial, como director del ETSAB, como delegado de Urbanismo y concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, como presidente del Ateneu…

En Oriol era fácil apreciar su condición de líder por naturaleza, pero nunca un líder mesiánico ni dogmático; al contrario, se puede decir que, junto con su capacidad de liderazgo, su virtud más visible era la generosidad. No creo que tuviera muchos enemigos: nunca he visto a una persona con más amigos, de todas las edades y condiciones posibles.

Gran divulgador y polemista, era un dialéctico puro, practicante de un pragmatismo crítico, con gran capacidad analítica y también propositiva.

No abusaba de boutades, como algunos insinuaban, pero sí le gustaba estimular a cualquier precio la discusión polémica, sin más prejuicios ni límites que la verdad.

Su enorme curiosidad lo empujaba a descubrir y analizar el máximo posible de visiones contradictorias durante las discusiones. Eran unas aguas en las que él sabía nadar perfectamente, y era capaz, como una esponja, de absorber todas las posiciones, incluso las más contradictorias, después de cotejarlas y posicionarse con vehemencia, y sacar conclusiones.

No olvidemos que la fusión de los conceptos complejidad y contradicción, de la mano de Robert Venturi, dio lugar en Occidente a la tesis de arquitectura más interesante de finales de siglo, y de que en el libro Contra una arquitectura adjetivada Oriol ya anticipaba la aporía urbana que suponía el exceso de adjetivación promovido desde la globalización.

Oriol no se conformaba nunca con conducir la discusión hacia una alternativa disyuntiva, y lo que más le interesaba era centrarse en el abanico de grises que convivían entre el blanco y el negro, en el detalle y en la escala doméstica, porque del análisis de esta extensa gama de grises y de las escalas menores nacerían las respuestas. Entre el blanco y el negro, Oriol siempre apostaba por el blanco y el negro a la vez.

La capacidad de trabajo de Oriol era inmensa. Como escritor y crítico, como empresario (creó una empresa de prefabricación de viviendas que fracasó por el contexto de la época, con un enorme coste económico), como editor, y como profesional del diseño, la arquitectura y el urbanismo.

Oriol fue el prototipo de la modernidad arquitectónica y urbanística, y quizás apoyado en su fuerte personalidad, entendía el proceso proyectual como una colaboración interdisciplinaria. En realidad, Oriol dedicó más tiempo a escribir que a diseñar.

Moderno y visionario, lo apasionaba la tradición sin nostalgia, es decir, actuaba modernamente y podía razonar renaixentistament. Otra contradicción, solo aparente.

Oriol Bohigas, además de un teórico y arquitecto brillante, tenía una gran capacidad y disposición para la gestión, y sin embargo, y a pesar de su indiscutible liderazgo, pienso que ha sido desaprovechado por nuestras instituciones, y nunca asumió un liderazgo nacional como sí hicieron sus antecesores Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner.

En cualquier caso, sin la proyección de Oriol Bohigas, Catalunya y su capital, Barcelona, serían diferentes.

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