Arqueología

Así era la vida en el muro de Adriano, el límite del Imperio Romano

Los arqueólogos trabajan allí desde el siglo XIX y han ido reconstruyendo la actividad humana en torno a la frontera

BarcelonaEl cine, las series y la literatura han construido una imagen bastante mítica del muro de Adriano. Desde Rudyard Kipling hasta George RR Martin han creado la idea de una larga frontera de piedra que separaba a la Britania romana de Caledonia, las tierras donde habitaban los pictos, y que mantenía alejados a los bárbaros. Por un lado estaban los soldados romanos, por el otro un mundo inhóspito, que más o menos coincide con la actual Escocia. Construido durante el gobierno del emperador Adriano (76-138), la realidad del muro era algo distinta.

Obviamente, hubo bastantes episodios de razias: era un muro fronterizo, el límite septentrional del imperio hasta la posterior construcción del muro de Antonino en el año 140, una estructura menos sólida y consolidada que el muro de Adriano. Sin embargo, la sociedad que se creó a su alrededor era bastante cosmopolita y el tránsito de un lado a otro fue bastante frecuente. En el muro de Adriano se excava desde hace 200 años y las últimas campañas han revelado detalles, sobre todo, de cómo se vivía.

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¿Por qué se construyó el muro de Adriano?

El muro empezó a construirse poco antes de la visita de Adriano en el año 122 y se acabó seis años después. Iba de costa a costa (unos 117,5 kilómetros) y era imponente: tenía 80 fortines y 300 torres de vigilancia, carreteras y campamentos militares. Lo levantaron tres legiones romanas (II Augusta, VI Victrix y XX Valeria Victrix), además de tropas auxiliares. "Hay debate y algunos colegas discrepan, pero existen muchas evidencias sobre el objetivo por el que se construyó: el control", asegura Ian Haynes, profesor de arqueología de la Universidad de Newcastle.

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Haynes, que ha participado en muchas de las excavaciones que se han hecho en el muro de Adriano, es experto en la Antigua Roma y en el impacto que tuvieron sus fronteras y fortificaciones a lo largo de su imperio. "A veces se piensa que el muro de Adriano se hizo para repeler el ataque de fuerzas armadas aniquiladoras, pero un muro no puede detener a un ejército", detalla. De hecho, había partes hechas con turba. "Servía más bien para controlar el tráfico de personas, cobrar impuestos... No debemos olvidar que Adriano ordenó construir el muro después de una gran guerra en Britania y de la Segunda Revuelta Judía (132-136)", señala Haynes. Los romanos tenían en la retina las consecuencias devastadoras de todos estos conflictos, y eran más conscientes de hasta dónde podían llegar. Más que avanzar eternamente, Adriano decidió mantener sus conquistas. Además, en el muro de Adriamo los soldados tampoco esperaban a ser atacados; si había conflictos, salían a campo abierto a enfrentarse a los enemigos. Por eso hay muchas más puertas hacia el norte que hacia el sur.

¿Sirvió para su propósito?

"El muro de Adriano es mucho más de lo que vemos a simple vista. Va mucho más allá del muro de 117,5 kilómetros. Tiene todo un sistema de fortificaciones y de torres de vigilancia que se extienden por la costa de Cumbria [al noroeste de Inglaterra]", destaca el arqueólogo. Se utilizó, con algunas interrupciones, hasta el siglo V. "Si había conflictos, era la base de los militares. Si no hubiera sido útil, no habrían enviado a soldados durante tantas décadas", afirma Haynes. Se abandonó por muy poco tiempo porque entre los años 140 y 142 se construyó otro muro, unos 160 kilómetros más al norte, el muro de Antonino. Sin embargo, el muro de Antonino tuvo una vida corta y el epicentro fronterizo volvió a ser el muro de Adriano.

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¿Quién vivía?

El muro y todo su entorno se convirtió en un espacio en el que vivían personas de todo el imperio. Había legionarios, pero también auxiliares llegados del norte de África, Mesopotamia, Siria, la actual Rumanía y la península Ibérica, como los astures, que provenían de la actual Asturias y formaban parte del Ala I Asturum. Todo sin olvidar a los autóctonos. Hace 2.000 años allí se escuchaban decenas de lenguas y se mezclaban olores de cocinas muy diferentes. "Era muy cosmopolita, podemos verlo en los epitafios y en los documentos escritos, pero también con la investigación bioarqueológica cuando analizamos los restos humanos", detalla Haynes, que destaca la investigación que se ha hecho en el cementerio del fortín de Birdoswald. "Lo interesante es observar cómo todo se transforma, cómo influye Roma en todas estas culturas y cómo, a su vez, se adaptan a Britania", dice Haynes. No sólo había soldados, sino que también había civiles, mujeres, niños...

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Ahora bien, ¿se mezclaban? "Tenemos algunos ejemplos –señala el arqueólogo–. Había una mujer, que era hija de un senador y, por tanto, formaba parte de la élite romana, casada con un comandante de origen várdulo [un pueblo que vivía en la actual Gipúzcoa]", explica Haynes. Las excavaciones en el castillo de Arbeia revelaron la historia de Regina, una esclava liberada, de origen británico, que se casó con un mercader, Barathes, que provenía de Palmira (Siria). En su tumba se lee: "Regina la liberta de Barathes", escrito en latín y arameo. Víctor era un esclavo del norte de África que fue liberado por un soldado de origen hispano. Pero no todo debían de ser coser y cantar. "Seguro que había conflictos entre las distintas unidades militares, y debieron pelearse entre ellos, sobre todo cuando no había nadie más contra quien luchar", reflexiona Haynes.

¿Cómo y de qué vivían?

Había esclavos con vidas terribles, y otros que formaban parte de la élite. Algunos incluso obtuvieron la ciudadanía romana, y estaba la población autóctona, porque el muro no surgió de la nada. "La construcción del muro cambió radicalmente la vida de muchas comunidades; transformó el paisaje y la forma de subsistencia", dice Haynes. El muro es largo y los cambios fueron diferentes según el sitio. Ni todo el mundo se relacionaba de la misma forma ni las adaptaciones fueron iguales. "Había desplegado un ejército profesional, que recibía el sueldo de Roma; por tanto, allí había una gran concentración de dinero. Eran miles de hombres que tenían como trabajo luchar, pero que no producían comida; por tanto, alguien tenía que cultivar para ellos. Todo ello marcó mucho el territorio", destaca Haynes.

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A lo largo del muro y en la retaguardia se crearon auténticas ciudades, como Vindolanda (situada en el centro, en el actual condado de Northumberland). En 1973 se encontraron objetos perfectamente conservados y sobre todo cientos de pequeñas mesitas de madera con mensajes que dan muchas pistas sobre cómo era la vida cotidiana. Las cartas que Claudia Severus envió a Lepidina hablan de la vida social: la primera invita a la otra a una fiesta de cumpleaños. Se han conservado también las cartas de Venialis, Cerialis, Lucius, Verecundis... que hablan de asuntos domésticos y sociales. Existe mucha correspondencia militar: desde peticiones de suministro hasta quejas sobre el maltrato recibido.

Haynes destaca que las últimas campañas han puesto al descubierto, sobre todo en una excavación en Mayport, en la costa de Cumbria, la diversidad religiosa: "Hay deidades diferentes. Hemos empezado a ver el impacto que tuvo el cristianismo hacia el final del Imperio Romano en Britania, pero lo más fascinante es cómo toda la diversidad también se traslada a las creencias, cómo se hibrida todo", destaca.

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Los arqueólogos están bastante preocupados por cómo la erosión del terreno puede afectar a este rico patrimonio arqueológico. Con diferentes campañas han ido intentando preservar algunos restos. Lo hicieron, por ejemplo, con la captura en 3D de los grafitis que se han ido encontrando en diferentes partes del muro: desde insultos hasta los nombres de soldados que ayudaron a levantar o repararon el muro a lo largo de los años, y caricaturas de altos mandos.