La Barcelona tragada por el turismo, entre ollas y cuchillos
Laura Aubert trae a la Beckett una versión musical y cómica de 'La cuina' de Arnold Wesker
- Sala Beckett
- Hasta el 12 de enero
- Autoría: Laura Aubert a partir de 'The kitchen' de Arnold Wesker
- Dirección: Adrià Aubert
- Con Laura Aubert, Bernat Cot, Núria Cuyàs, Ricard Farré y Laura Pau
No, La cocina no es una versión de estos programas de televisión que convocan a un grupo de incautos para que preparen salsas y mangos a la brasa bajo la presión de unos estirados superchefs. No, La cocina es una versión de la primera obra –y la más representada– del dramaturgo inglés Arnold Wesker, miembro involuntario del movimiento teatral inglés de los años cincuenta Angry Young Men (jóvenes airados), del que formaban parte grandes dramaturgos como Harold Pinter, Jon Osborne y Edward Bond. Un movimiento efímero que en sus obras retrataba la exclusión social de las clases bajas por un capitalismo depredador, condensado por Wesker en el funcionamiento de la cocina de un restaurante de lujo en el Londres de la época durante un día de servicio, desde de la mañana hasta la noche. Vimos una versión completa con treinta intérpretes en el 2004 en el ahora marginado Teatro Principal de Barcelona, en una producción del Teatro del Sol de Sabadell con dirección de Ramon Ribalta.
Wesker retrata un microcosmos infernal como metáfora del impacto deshumanizador del trabajo industrializado, y si bien la interesante versión de Laura Aubert conserva los rasgos argumentales y los perfiles de los personajes, se distancia –sin renunciar del todo– del dramatismo de las luchas de poder entre el personal y de la denuncia social: la propuesta de Aubert es una irónica comedia con música (cinco canciones originales de Ariadna Cabiró) y rellena de humor (Cuina Minvant es el nombre del restaurante, situado en la calle del Carme) que, en todo caso, denuncia la despersonalización de la Barcelona engullida por el turismo y la precarización de la vida laboral.
Adrià Aubert es más eficaz, así como en el intenso y obligado fregolismo de unos intérpretes magníficos que asumen la treintena de personajes. Buena prueba es la canción a capella con la percusión de todo tipo de utensilios de la cocina. Fantástica.