Crítica de teatro

Una excepción muy recomendable en una Barcelona yerma de cabarets y cafés

El Teatre la Gleva se transforma por unas semanas en un cálido cabaret de prosa y música

2 min
'Zentral Café'.
  • Autoría: Graciela Gil, Magda Puyo y Ramon Simó
  • Dirección: Magda Puyo
  • Junto a Joan Alavedra, Eduard Altaba, Salvador Boix, Oriol Camprodón, Xavier Maureta y Ramon Simó

Dicen los utilitaristas que la nostalgia de nada sirve. Y se equivocan. La nostalgia tiene el poder de evocar y trasladarnos sin otro vehículo que las emociones de un sitio a otro, de un momento a otro. Y seguro que la nostalgia de unos momentos felices y de un género, el cabaret literario, que ha desaparecido de un mapa teatral barcelonés cada vez más homogéneo, han sido los detonadores del regreso de Zentral Café, veinticinco años después de su nacimiento.

En el cabaret literario de origen berlinés, con raíces en nuestra Cueva del Dragón, se daban la mano la poesía, la música y el deseo, mojados con alcohol y humo de cigarrillos. Humo no hay. Pero en el pequeño Teatro La Gleva de Barcelona, ​​transformado por unas semanas en un cálido cabaret de prosa y música, hay copas de vino, cervezas y mesas redondas.

Ramon Simó, al frente del Quinteto Lisboa (Juan Alavedra, Eduard Altaba, Salvador Boix, Oriol Camprodón y Xavier Maureta), nos ofrece setenta minutos de canciones y pedazos de inteligencia de ilustres poetas, en un viaje por la vida, el amor y los cafés de Nueva Orleans, Buenos Aires, París, Berlín, La Habana... Y es que “en el café puedes recibir visitas, como hacía Paul Valéry, o mirar a los peatones, como Baudelaire”, que escribía Jean Genet. Y son también "el territorio de los apátridas del alma, el centro inmóvil de la rueda, el único lugar donde atraparte a ti mismo mientras corres", que imaginaba Julio Cortázar.

Simón, bien acompañado por un quinteto muy compenetrado, se atreve con la bolsa nueva, con el tango, con la chanson e incluso con Tom Waits. Con la prudencia y habilidad de quien maneja una voz delgada pero bien modulada, y con la soltura de un actor que sabe decir y tiene presencia escénica, Simó es el maestro de un ritual sencillo y cálido, de una velada que celebra la música popular y las palabras de los poetas en una Barcelona baldía de cabarets y cafés, más allá de la marca americana o de los bares servidos por propietarios chinos. Muy recomendable.

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