Estreno teatral

David Selvas: "Fèlix Montsolís hacía cosas que hoy serían canceladas"

Director de teatro. Presenta 'El misántropo' en el Teatre Grec

BarcelonaEl misántropo, que llenará el Teatre Grec los días 2 y 3 de julio, será uno de los grandes eventos teatrales de este verano. David Selvas (Santa Perpetua de Mogoda, 1971) dirige esta reescritura del clásico de Molière, en la que coloca a actores como Pol López y Mireia Aixalà en una discográfica. Hace veinte años que Selvas empezó a dirigir espectáculos, y hace diez años que lo hace desde su productora, La Brutal. Le recuerdo que hace ya treinta años de su debut como actor, desde que salió del Institut del Teatre.

— Ya lo sé, ya. Me sabe mal no haber terminado periodismo, hice tres años de cinco, pero me considero muy periodista.

¿Ah sí?

— En la forma de mirar las cosas, los puntos de vista, aprendes a tomar distancia, a alejarte, a desplegar un relato... No sé si lo aplico en el teatro, pero sí hago estos análisis.

Por qué eliges ahora El misántropo? ¿Eres de los que quisieran parar el mundo para bajarlo?

— No demasiado. Creo que está bien que haya gente así, pero seamos conscientes de que somos unos privilegiados. Si estuviéramos en Bangladesh o tuviéramos otras vidas sí que quisiéramos pararle. Sí creo que El misántropo es un texto importante que nos pone frente al espejo, en relación con la hipocresía, la falta de valores, cómo desaparecen estos valores...

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La obra es una comedia sobre la hipocresía pero también una crítica a la sociedad. ¿Qué te indigna del mundo de hoy?

— Es que el misántropo original está muy enfadado todo el rato. Pero si eres un señor de 40 años, y ya habías tenido mucho tiempo para marcharte de la sociedad, quizás es que tú también has formado parte de este engranaje de algún modo. Por eso nuestro misántropo tiene una mirada más contemporánea y más consciente. Nuestra versión habla de una relación de una pareja que, a los 40 años, ya no se reconocen uno a otro. Puede haber mucho amor, pero ya no tienen ese proyecto de vida en común. Hay un punto de asumir que cuando te haces mayor eres más tú y te cuesta más cambiar. Una de las cosas que me pegan mucho es ver enseguida la paja del otro y no tu puta viga. A todos nos iría mucho mejor si reconociéramos nuestras putas vigas.

¿Por qué le sitúas en una discográfica? ¿El mundo de los artistas es una hoguera de vanidades?

— Teniendo en cuenta que teníamos que ir al Teatre Grec, no podíamos hacer realismo porque te hundirías en la miseria. Pensamos que poner música sería muy gustoso y hace festival, y que hacer una adaptación de arriba abajo pero con versos alejandrinos tendría otro punch. Arquillué siempre lo explica: el primer y el segundo acto deEl misántropo son maravillosos, pero al tercero, al cuarto y al quinto se va todo al traste porque pasa a ser una historia de celos y de cuernos, donde las señoras están al servicio del señor y Célimène es masacrada, porque en Molière el había abandonado a su mujer. Todo esto lo hemos querido explicar de otra forma. ¿Cuál es la corte actual? La empresa.

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¿Hay críticas concretas en el mundo del arte?

— Sí, a los gustos musicales, por ejemplo. Un músico que se ha currado Esmuc no sé cuántos años, de repente quizá ve un concierto de hip-hop o un rapero y puede decir que no es músico. Al misántropo le ocurre esto, le gusta mucho el tipo de música que hacía y ve que le está pasando una ola por encima. Ni él quiere subir ni se la siente suya, y esto es uno de los motivos por los que también quiere apartarse. Quizás es que no entiende las cosas nuevas que llegan, quizá sea una incapacidad de ver que el mundo gira.

Tú tienes ese sentimiento boomer?

— Sí. Pero hay cosas con las que tengo ganas de esforzarme y otras no. Tengo curiosidad por ir a ver arte contemporáneo cuando llego en una ciudad, porque me interesa lo nuevo, pero no me interesan otras tonterías. Llega una edad que estás en cierto equilibrio y tampoco pasa nada por no perder el tiempo con ciertas cosas, con ciertas fiestas.

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La obra habla también de la identidad y las apariencias. La proyección de una imagen concreta y las ganas de agradar se han expandido más que nunca con las redes sociales. ¿Te preocupa?

— No, justamente porque me ha cogido mayor. Tengo que obligarme a colgar algo en Instagram porque no forma parte de mí, de mi ADN. Me preocupa más por mi hija. En la Talita de momento le decimos que hasta los 16 años no tendrá móvil. Un amigo me decía el otro día que vio a sus hijos jugando al ajedrez y casi se pone a llorar. Es muy heavy [la adicción en el móvil] y provoca muchas patologías.

¿Notas el salto generacional con los actores jóvenes en relación a la imagen?

— Yo les digo mucho: cabrones, si no vigila un día encontrará los teatros chapados y querrá hacer teatro y tendrá que ir a Netflix, cariños, porque si no cuida el teatro... Nosotros desde La Brutal lo hemos hecho mucho. Romeo y Julieta fue un intento de hacer esto. Por lo que se refiere a público no nos funcionó, pero había una compañía enorme de gente joven y fue muy bonito, pero costó mucho porque la gente mayor se te compromete y, en cambio, a los jóvenes si les sale una serie tendrás que sustituirlos. Es normal, está muy bien que les ocurra, pero es difícil de compaginar.

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Tú debutaste en televisión con un personaje oscuro, rompedor, Fèlix Montsolís de Nizaga de poder, en una televisión que por lo general era más melindrosa. ¿Aquello te condicionó?

— Me marcó, porque hay gente que todavía me dice: "¡Tú eres Félix!" Pero me marcó a favor, primero porque era un personaje interesante, que se acostaba con su tía, que hacía un incesto, cosas que hoy serían canceladas todo el rato. Estoy supercontento de lo que me ha traído y de los compañeros que conocí allí. Yo no soy nada nostálgico, pero es surrealista pensar que en Todos eran hijos míos dirigía Vilarasau y Bosch, cuando trabajé con ellos cuando era un pipiolo y empezaba... Y estar en Fabià Puigserver, donde yo había ido con la escuela, es un subidón muy bestia. Esto también les digo a los chavales jóvenes: tíos, se irán a Netflix a hacer series un poco de mierda y, en cambio, en el teatro se podrán pelear con cosas como si estuviera en Londres o Nueva York. El nivel con el que se peleará es de lo mejor que hay y lo haremos desde nuestros recursos. Esto es lo que da el teatro.

¿Tener éxito tan joven te da cierta tranquilidad y capacidad de riesgo?

— Con esto soy muy intuitivo y nada calculador. Soy sagitario. Quiero hacer muchas cosas a la vez, me aburro y quiero abrir otro campo. Hice Love, love, love el pasado noviembre y todos tenían ganas de continuar y yo no quería pasar una semana más sin conciliar y sin ir con mi familia el fin de semana. En los últimos años como director he podido conciliarme. Son cosas que a veces no piensas demasiado, pero que se adecuan más con tu ritmo de vida. Y yo he podido arriesgarme porque hice La Riera y con los ahorros pudimos dar la entrada del piso y montar mi sueño, que es una productora. Sin La Riera evidentemente no habría podido montar una productora de ninguna manera. Pero tenía una almohada, y eso te da margen de maniobra.

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¿De qué es lo que más disfrutas?

— Cerrado en una sala de ensayos soy feliz. Con los actores, peleándote, dándole vueltas, poniendo en marcha estos mundos. Creo que nadie se espera un Misantrop como lo que vamos a hacer.

Como actor estarás en el espectáculo inaugural del Teatre Lliure, La gaviota. ¿Querías estar en esta primera piedra de la etapa Julio Manrique? También le has hecho de asesor.

— Sí, él necesitaba hacer frontón y leímos y compartimos opiniones. Que Julio sea director del Lliure creo que cristaliza una forma de quererse este teatro, una forma de entender ese teatro, contemporánea ya la vez con un pie al pasado, a una cierta tradición de textos. Pero también tiene muchas ganas de abrirlo y de que haya voces potentes y diferentes y otros lenguajes. Tengo ganas sobre todo porque él tiene ganas.

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Pero comienza con una polémica por los derechos de autor de los traductores de La gaviota. Desde dentro, ¿qué piensas?

— Creo que es muy injusto, porque si alguien se lee el texto no tendrá ninguna duda de que es una obra nueva. Creo que todo viene de un error de un tuit del teatro en el que no explican bien que es una reescritura. Vamos muy rápido a hacer comunicados en vez de preguntar, y eso no ayuda a nadie. Hay que ser muy cuidadoso con los derechos de autor, estoy de acuerdo.

La otra polémica reciente son las declaraciones de Ramon Madaula recomendando a los jóvenes que se buscaran un plan B, que esto del teatro está muy jodido. ¿Por ti qué problema hay?

— La clave es la falta de inversión pública para la cultura. Nadie, ningún médico, te dirá que la culpa es de otros médicos que quieren ser médicos. El problema es que estamos infrafinanciados. ¿Por qué dentro de la cultura constantemente nos estamos apuntando unos a otros? Porque vamos estrangulados. No hemos aprobado presupuestos, por tanto no llegaremos al 2%, cuando en Francia están a más del 6% de inversión en cultura. Todo lo demás son razones pequeñas y puntos de vista personales que no llevan a ninguna parte.

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Jordi Coca decía en el ARA: "Como no soy mujer, gay ni joven, mis proyectos ya no interesan en los teatros".

— Pregúntate cómo han interesado tanto tiempo. Creo que hay gente que dice cosas muy desafortunadas, y que no piensa ni en los privilegios que ha tenido ni en lo que está pasando. La revolución feminista, la revolución de género, la revolución LGTBI, han llegado para quedarse. Cuando el péndulo gira se lleva cosas, pues es normal y razonable, porque hay gente que ha aguantado mucho sin privilegio alguno. Creo que estos señores no se den cuenta de ciertas cosas es lo que decíamos de la viga en el ojo propio. Por qué no te planteas que quizás muchas de las cosas que conseguiste eran porque eras hetero, porque eres hombre, porque eras blanco, y porque estabas siempre en el chup-chup. Y porque eres un intelectual que te cagas y un tío superválido, no digo que no.