'Malamort', un interesante 'thriller' de alta montaña

Malamorte es de esas obras que, como los buenos thrillers, nos mantiene atentos hasta el final, cuando descubriremos el porqué de todo ello en un interesante juego sobre el tiempo dramático entre el presente y el pasado. Es una obra que trabaja sobre el enigma de lo inexplicable; una historia misteriosa en un entorno agreste y desolado que sería del agrado de los hermanos Coen con una ambientación misteriosa a la que contribuyen muy eficazmente el tenebroso espacio escénico de Anna Tantull, el no menos siniestro diseño de luces de Sylvia Kuchinow, el contundente espacio sonoro de Judith Farrés y la inquietante dirección de la autora, Daniela Feixas.

Malamorte transcurre en un pequeño pueblo de alta montaña alejado de la civilización donde se producen enigmáticas muertes de animales. Es la historia de Ton, un atormentado y atemorizado hombre que a altas horas de la noche llama a Judith, una agente rural a la que ha visto muchas veces pasar por delante de su casa, para que le ayude a buscar la gata de su hija Laura, regalo de cumpleaños de su hermanastro Álex. Entre sorpresa y curiosa por las respuestas y actitudes de Ton, Judith intentará averiguar que es lo que está pasando.

Como decíamos más arriba, la dirección de Feixas refuerza eficazmente el subtexto de miedo que envuelve la obra y es especialmente acertada con el juego físico (quizá algo demasiado coreografiado) que propone para reflejar la relación entre los hermanastros, así como con la buena dirección de los intérpretes. Josep Julien da credibilidad al desconcierto de este hombre atenazado, Marta Marco es siempre impecable, sorprendiendo la seguridad y buena dicción de los jóvenes Abril Julien y Marc Soler.

El miedo y la violencia han sido elementos frecuentados por las obras de Daniela Feixas (El bosque, Sandra) pero diría que esta Malamorte es su prenda más redonda y la sitúa como una de las mejores dramaturgas actuales. Vale la pena.