Una notable adaptación de la novela de Almudena Grandes
Pablo Derqui y Blanca Portillo protagonizan en el TNC una obra de cuatro horas que retrata una época oscura
- Teatro Nacional de Cataluña. Sala Grande
- Hasta el 30 de diciembre
Pese al título, ésta no es una obra de terror. O sí. Porque la supuestamente ejemplar Transición española obvió una memoria histórica que tardaría varios años en asomarse. Y sin ella, sólo aquellos que todavía vivieron bajo su yugo eran conscientes del terror que el franquismo y la Iglesia impusieron sobre los españoles y las españolas. Almudena Grandes quiso recuperar esa memoria en la quinta novela del ciclo Episodios de una guerra interminable que llega al teatro en una dramaturgia de cuatro horas de Anna Maria Ricart Codina y dirección de Carme Portaceli.
Es un fresco de la sociedad española de los años cincuenta donde la autora madrileña confronta la cruda realidad impuesta a las mujeres por el pensamiento único con la sorprendente ingenuidad de un recién llegado. Éste es Germán Velázquez (Pablo Derqui), un joven psiquiatra que regresa de un largo exilio a Suiza donde le envió su padre, un psiquiatra también condenado a muerte por los sublevados. Vuelve con la esperanza de ayudar a las enfermas del manicomio de mujeres de Cienpozuelos con una nueva medicina, la clorpromazina, que ha funcionado muy bien en Suiza. Allí se encontrará a una antigua paciente de su padre, Aurora Rodríguez Carballeira (Blanca Portillo), una mujer que mató de cuatro disparos a su hija Hildegart, a la que había educado aplicando las teorías eugénicas para un futuro de la humanidad.
Pero el franquismo no quiere curar a las mujeres. Y Velázquez lo sufrirá.
Germán y Aurora son los protagonistas de una larga novela de aires galdosianos por donde se asoman un centenar de personajes. La dramaturgia de Ricart es extremadamente fiel al original, seguramente demasiado, y se centra en la trama principal, la relación entre Aurora y Germán, y alguna de las subtramas, como la relación del joven psiquiatra con el ayudante de enfermería Maria Castejón (Macarena Sanz) que al final se desvela como la más interesante y la más reivindicativa. Habría estado bien trabajar más a fondo.
El primer acto es sobre todo informativo y resulta interesante hasta que llega a una larguísima escena a la que le iría muy bien una drástica poda. El segundo acto está mejor compendiado y tiene mayor tensión dramática. En un espacio escénico desnudo (Paco Azorín) que ilustra bien desde la grisura hasta la negritud de la sociedad franquista y su poder, y un vestuario básicamente en blanco y negro, Portillo y Derqui conducen la historia con solvencia y eficacia con una dirección que decae cuando intenta ser demasiado contemporánea. Cabe destacar el colega homosexual que interpreta a Jordi Collet.