El futuro de la lengua

“Si es vista como el feminismo o el ecologismo, los jóvenes se sumarán a la causa de la lengua”

Los lingüistas reivindican la puesta al día de las políticas lingüísticas y reclaman el catalán en el contenido audiovisual y en los entornos informales

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Un grupo de jóvenes universitarios conversan el día d ele sel·lectivitat

BarcelonaLejos del discurso apocalíptico, pero también del discurso relativista, los lingüistas observan con cautela la evolución del uso social del catalán (y su retroceso entre los jóvenes de Barcelona). Defienden que hay que actualizar las políticas de normalización de los años 80, que ya se tambalean. Hay vías para incrementar los hablantes catalanes, sin que estén connotadas. Lo que falta es una estrategia política clara, científica y consensuada. El ARA ha debatido el porqué de este retroceso y cómo se puede dar un salto hacia adelante con tres expertos: el profesor de lengua y comunicación de la Universitat de Girona Narcís Iglesias; la profesora de lingüística y terminología en la Universitat Pompeu Fabra y miembro de la Secció Filològica del IEC Mercè Lorente; y la investigadora en sociolingüística en el CUSC-UB y en la UOC Marina Massaguer.

El peso de la economía y la demografía

¿Por qué los jóvenes de Barcelona, en un 80%, no utilizan el catalán de manera habitual?

Marina Massaguer: No son buenos datos, pero en parte esto tiene que ver con las dinámicas demográficas de la ciudad: vienen extranjeros jóvenes a estudiar o trabajar y se van jóvenes nacidos en Barcelona expulsados, entre otras cosas, por el precio de los pisos. Por eso las cifras mejoran en el área metropolitana. No es que los jóvenes abandonen el catalán, es que hay una sustitución de la población consecuencia de un modelo de ciudad que expulsa a su población. Si miramos por lugar de nacimiento, los datos son favorables al catalán tanto en conocimiento como en uso.

Narcís Iglesias: No es un dato positivo pero tampoco se puede decir que está todo perdido. La bajada como lengua de uso responde a un lapso de 10-15 años y no afecta solo a los jóvenes.

M.M. Entre los jóvenes hay los mismos problemas que en el resto de grupos: la norma de convergencia al castellano, la dependencia que tiene el catalán de los hablantes iniciales, el poco consumo cultural y audiovisual en catalán… Los jóvenes se limitan a circular en dinámicas sociolingüísticas que han creado los adultos.

Catalunya y el catalán no tienen herramientas coercitivas, pero ¿se puede pensar que igualmente cada vez los estados tienen menos peso?

Mercè: Mira el caso de Andorra. Tiene el catalán como lengua oficial pero el portugués probablemente es la lengua más hablada. Es evidente que un estado no te lo garantiza todo. Pero no nos escondamos detrás de la globalización: si dependiera de esto estaríamos hablando chino. Lo que ha impuesto la globalización es el uso generalizado del inglés como lengua franca, pero más allá de esto los mercados funcionan con las lenguas de estado. Por eso tenemos interés en que Alexa hable catalán: si no se rompen las dinámicas de los estados, las lenguas minorizadas lo tenemos difícil.

N.I. La cuestión es cómo se concreta la globalización en el ámbito local. No se puede relegar la importancia del estado: regula mil y un aspectos, desde el etiquetado hasta la selección de personal. Y esto sigue igual, no tenemos herramientas para elegir nada: cómo diriges la economía también afecta a la lengua.

M.M. Las dinámicas politicoeconómicas mundiales tienen consecuencias sociolingüísticas, pero es muy importante el modelo económico local: un modelo basado en los servicios y el turismo de bajo coste es insostenible desde muchos puntos de vista, también sociolingüísticamente. Porque si los puestos de trabajo que generas son estacionales y poco calificados, y generan dinámicas sociales que tienden a la segregación y a la desigualdad en el acceso a los recursos, también lingüísticos, quizás no todo es culpa de Madrid y de la globalización.

Una causa para que los jóvenes se sumen a ella

No hablar catalán puede ser una decisión política consciente, pero a según qué edades es fácil que sea por inconsciencia, desigualdad, desconocimiento, falta de referentes. Carme Junyent dice que hay un 70% de indiferentes. ¿Cómo se puede incentivar su uso entre esta población?

M.L. Los jóvenes se suman a causas, porque son muy sensibles a la vulneración de derechos. Tengo el convencimiento de que se sumarán a la causa de la lengua si es vista como el feminismo o la lucha ecologista. Creo que tiene que ir por aquí para que no sea una cuestión connotada sino de derechos sociales. Ya hemos visto que hay luchas sociales en las que los jóvenes salen de la indiferencia.

M.M. Las conciencias pueden cambiar. Por eso creo que habría que potenciar el internacionalismo. Se tienen que desenmascarar las desigualdades lingüísticas entre lenguas dominantes y lenguas minorizadas, y que las comunidades minorizadas tengan más estrategias y discursos en común. Para que todo el mundo sea consciente de que sus elecciones lingüísticas tienen consecuencias tangibles en las dinámicas sociolingüísticas.

Falta de oferta en las redes y la televisión

N.I. Estoy de acuerdo con el hecho de que los jóvenes son creadores de nuevas posibilidades para la lengua. Pero no se trata solo de qué pueden hacer ellos por la lengua sino de qué les ofrece la lengua a ellos, a todos, a nosotros. Al final, es una cuestión de oferta y demanda: lo que hacemos los ciudadanos es elegir en función de lo que se nos ofrece. Hay muchos ámbitos, especialmente en las culturas juveniles, en los que no se les ofrece nada o muy poco, y en consecuencia el uso del catalán es bajo o inexistente. ¿Qué recursos tenemos para ofrecer cosas? Si el presupuesto hoy dedicado a público infantil y juvenil es una tercera parte que el de hace 10 años, es evidente que la oferta no puede tener la misma fuerza de atracción en un contexto mucho más complejo. En este sentido, el mundo audiovisual y de las redes tiene un peso específico.

M.M. El catalán en las redes se encuentra en un círculo de minorización, hay poco contenido y poco diversificado, y con cierta connotación negativa. Surgen pocos referentes y, por lo tanto, hay poco consumo y esto puede llevar a público y creadores a pensar que el catalán no es apto para hacer ciertas cosas, cuando es falso. Ahora sale el Canal Malaia, el youtuber Pol Gise, pero falta una estructura como fue el Club Super3, que tenía inversión y proyecto. Se tendría que recuperar el canal juvenil y orientarlo a las redes. El 3XL nació hace 21 años, pero se dejó de invertir en él y ahora vemos las consecuencias: no se genera nuevo imaginario colectivo para los jóvenes, como pasó con Bola de drac y Plats bruts.

M.L. El catalán tiene una presencia importante en internet por el número de hablantes que somos, pero lo que tenemos que proporcionarle es contenidos.

N.I. Nunca habíamos tenido tanta oferta informativa en catalán... pero el mundo de YouTube es gigante. Ahora bien, también aquí puede estar el efecto del cambio. Por ejemplo, ahora no se juega a videojuegos en línea en catalán. Pero en algún momento alguien romperá la diglosia, porque en el ámbito digital no hay ninguna barrera; ha pasado con los memes, los youtubers, los tiktokers y pasará con los gamers. ¿Pero cuál ha sido la oferta de entretenimiento joven de los últimos 30 años? No intergeneracional, como Plats bruts, sino programas juveniles. Los podemos contar con los dedos de una mano.

Los tres lingüistas que ha reunido el ARA

¿Qué ofrece el catalán a los jóvenes?

M.L. Volvamos a la pregunta que hacía Narcís: ¿qué ofrece el catalán a los jóvenes? Para mi generación, tanto ir a la universidad como trabajar podían ser elementos de incorporación de nuevos hablantes al catalán. Se abrían expectativas sobre todo en la administración pública y en instituciones paralelas, y esto animaba a los padres a apostar por la inmersión lingüística. En este momento, con una crisis económica casi perenne, el elemento de promoción social no está. Al contrario, las instituciones que se abrieron en la Transición están colapsadas. La televisión es paradigmática: no hay ni viejos ni jóvenes. Esto también corta la posibilidad de que haya una oferta que guste, que sea variada, que no sea solo de una determinada ideología u orientación.

M.M. Entre los inmigrantes castellanohablantes hubo una estrategia más o menos consciente para acercar a sus hijos al catalán porque se percibía como una lengua con prestigio, como una marca de clase media. Ahora lo que nos falta es un nuevo proyecto para la lengua catalana, renovar discursos, encontrar nuevas fuentes de legitimidad, como en su momento fue el concepto de lengua propia. ¿Cómo lo entendemos en el siglo XXI? Se tienen que hacer micropolíticas, estrategias a diferentes niveles y en diferentes ámbitos.

Las patas de la normalización eran: escuela, administración y medios. ¿Ahora por dónde se tiene que ir?

M.M. Estas herramientas las tenemos. Hay que quitarles el polvo. Por ejemplo, en la escuela poner más énfasis en la oralidad, porque si el modelo de educación ha cambiado y ahora tiene mucha más importancia el trabajo en grupo, esto fomenta que se imponga el castellano, porque está demostrado que los catalanohablantes tienen que ser numéricamente muchos más para que el catalán se imponga como lengua no marcada. En segundo lugar, hay que poner atención a la formación profesional y ocupacional: que realmente el catalán te permita encontrar trabajo o un trabajo mejor si te dedicas a la atención a las personas, a los servicios o al comercio. En tercer lugar, incentivar la creación de referentes. Si queremos que el catalán sea atractivo, tenemos que generar productos que sean atractivos en catalán, porque si ves que no hay productos guays, puedes pensar que el catalán no es guay. En cuarto lugar, generar espacios facilitadores del uso de la lengua. Tiene que haber muchos lugares de contacto con el catalán. Aquí hay mucho potencial en el ámbito de los extraescolares y el ocio. Si en tu entorno tienes poco contacto con el catalán, lo conocerás poco, lo utilizarás menos, te identificarás poco con él y puedes acabar pensando que el catalán no es para ti. Esto se tiene que cambiar.

N.I. Se trata de potenciar la coloquialización de la lengua. La escuela garantiza que puedas leer el ARA en catalán, pero para hablarlo necesitas tener entornos en los que se hable y cuanta más promiscuidad mejor.

M.L. La escuela puede hacer todavía mucho más. Tendríamos que conseguir que la gente no solo entendiera el catalán, y lo supiera leer y escribir, sino que lo que queremos es vivir en catalán y, por lo tanto, tienen que entrar en la escuela todos los registros. Se tienen que poder explicar chistes, cantar y crear en catalán.

¿Qué pueden hacer los padres?

M.M. Como dice el dicho: “¿Qué hacen los niños? Lo que ven hacer a los mayores”. Es tan sencillo como hablar catalán siempre que se pueda y en todas partes. Consumir entretenimiento en catalán. No cambiar de idioma en los grupos de padres de WhatsApp.

M.L. Los padres y los jóvenes tienen que ver que incorporarse a la lengua les es favorable, que no va en detrimento suyo, que no está connotado y que es natural, que les permite incorporarse a espacios de socialización y trabajo.

De los 80 a hoy: un nuevo lema para el catalán

¿Se ha perdido el consenso sobre la lengua?

M.L. Durante la Transición, cualquier manifestación de las lenguas que habían sido prohibidas era un signo de libertad. En el momento en el que todo se estabiliza con un sistema de autonomías, hay que ver hasta dónde se quería llegar. El Estado quería abrir unas posibilidades para las lenguas minorizadas sin tapar el castellano y las políticas de normalización lingüística de las diferentes comunidades querían llegar a hacer que la población dominara las dos lenguas. Por lo tanto, en ese momento no estábamos pensando en el futuro del catalán. Ahora sí, ha llegado el momento de hacerlo. Sin entrar en debates ni catastrofistas, ni apocalípticos, ni nada. Nuestras expectativas son otras. Posiblemente no será una cuestión de esta generación pero tenemos que abrir un debate racional, científico y a partir de datos y estudios. Los políticos están demasiado condicionados por presiones y estrategias electorales, y siempre van por detrás de la sociedad. Hay movimientos que la gente los entiende.

N.I. Creo que la lengua es cosa de todos, de todos los ámbitos. Tiene que haber más voces que abran nuevas perspectivas: economistas, especialistas en cultura juvenil, urbanistas (porque la integración tiene que ver con cómo se organizan las ciudades). Tiene que haber aportaciones transdisciplinarias para actualizar los pilares de las políticas de los años 80, que tambalean.

M.M. La política lingüística se tiene que entender como una política social del país; tiene que ver con el modelo económico y social que quieres.

Después de “El catalán es cosa de todos”, “El catalán depende de ti” o “Habla sin vergüenza, habla en catalán”, ¿qué eslogan utilizaríais para el catalán de los años 20 del XXI?

M.L. ¡Un eslogan para el siglo XXI lo tiene que hacer alguien joven!

M.M. El eslogan tendría que ir orientado a conseguir que varios perfiles de hablantes utilicen más el catalán, con más interlocutores y con más situaciones. Tenemos que ir hacia políticas lingüísticas mucho más personalizadas, inclusivas y empáticas.

N.I. Si tuviera 30 años yo diría “Por una lengua comfy”. Es este término que ha salido para describir la ropa que llevamos para teletrabajar: te da confort, te da seguridad, pero al mismo tiempo permite la proyección exterior. Además, si se lee en catalán como confi, quiere decir: "Tu tranqui, tú tira, y confía en que es una lengua no marcada y que podrás circular sin llevar el estigma de nada". Pero, como tengo 50, te digo: “Por una lengua segura, cómoda y sostenible”.

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