El Barça de Koeman también sabe sufrir (1-2)

Dos goles de Griezmann permiten a un equipo cansado ganar en Villarreal y acercarse todavía más al liderato

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Griezmann i Messi, celebrant un gol del Barça a Vila-real

BarcelonaAhí donde no llegan las piernas, llega el corazón. Atrapado dentro de un calendario exigente sin pausa, el Barça ha apretado los dientes para llevarse un triunfo de oro de Villarreal gracias a la picaresca de Griezmann (1-2). Después de beber de la Copa del Rey, el Barça tiene más hambre que nunca y se acerca al liderato de nuevo. El equipo de Koeman quiere más, sin pensar en que falta un delantero centro, en que algunos jugadores notan el cansancio acumulado por las pocas rotaciones del técnico y que las piernas de Messi están llenas de moratones de las patadas que recibe. Que más da, el Barça ya ha atrapado de nuevo al Madrid, a pesar de que lleva un partido menos. Y el Atlético de Madrid nota cómo el equipo azulgrana le muerde la cola. Ahora, para seguir ganando, habrá que sumar nuevos efectivos a la causa.

Tener que viajar hasta Villarreal para llevarse un triunfo clave para aspirar a ganar la Liga ya se ha convertido en una tradición de cada primavera. El estadio de la Cerámica ha visto unos cuantos de goles importantes del Barça cuando persigue ganar un título, los últimos años. Los goles que otros años marcaban Messi, Bojan o Suárez, ahora llevan la firma de Griezmann. El francés, el hombre que llegó con precio de estrella para acabar interpretando un papel secundario, finalmente parece listo para ocupar el centro del escenario sin molestar a Messi. En la Copa ya había ido enseñando la patita, con goles claves. Y cuando el buen partido coral del Barça se complicó con el gol de Chukwueze, fue él quien le dio la vuelta al partido como si fuera un juego de niños. Primero, con una asistencia deliciosa de Mingueza, que él transformó en una vaselina por encima de Asenjo. El segundo, aprovechando un regalo de Foyth, quien quería enviar la pelota a su portero sin imaginar que el francés estaría escondido detrás suyo, silencioso, pícaro, para quitarle la pelota. Griezmann es uno de aquellos que parece asustarse un poco cuando hay mala mar, cuando en el vestuario las caras son largas y hace falta coraje. Él es de los que da la mejor versión cuando el ambiente es positivo, cuando todo son bromas entre los compañeros de equipo, cuando jugar a fútbol es como hacerlo a un videojuego. Buscando apretar la tecla para inventarse una vaselina preciosa. 

De Jong, omnipresente

Consciente del tropiezo del Madrid, el Barça visitaba a un Villarreal muy diferente de aquel que se paseó como una alma en pena en el Camp Nou hace unos meses. Emery ha ido poniendo los fundamentos de un equipo con buen gusto, ambicioso. Un equipo atrapado entre dos aguas, pues está a un paso de llegar por primera vez a una final internacional en la Europa League. El equipo groguet por instantes se vio superado por el ritmo de un Barça donde el colectivo escondió que Messi, por una vez, no fuera el mejor. Y es que Koeman, ahora que ha descubierto su receta del éxito, no la quiere tocar mucho, cargando de minutos las piernas de algunos futbolistas que parecen cansados, como Pedri o el argentino. En cambio, De Jong debe de tener un tercer pulmón, incombustible ocupando el carril central. Al neerlandés le gusta jugar aquí, en medio, arriba y abajo, acompañando la pelota de una área a la otro. Busquets, en cambio, prefiere moverse poco. Y cuando el Barça se ordena alrededor de la pelota, puede hacerlo, jugando como los ángeles, como pasó en la primera parte.

Messi, en el campo del Villarreal

Sin embargo, a pesar de una puesta en escena alentadora, fue el Villarreal quien mordió primero, cuando un gran pase en el espacio de Pau Torres lo aprovechó Samu Chukwueze para hacer caer por el suelo a Jordi Alba y Ter Stegen. Tanto atacar, el Barça había acabado sorprendido en defensa por un Villarreal a quien le duró la alegría 30 segundos. El equipo de Koeman decidió aceptar el reto de los locales, mejorando su gol. El pase de Mingueza fue tan bueno como el de Pau Torres, a las espaldas de los centrales locales, y Griezmann puso poesía convirtiendo a Asenjo en una estatua. La pelota pasó por encima del portero local, que unos minutos antes había evitado el 0-1 al parar un chute de De Jong sobre la línea de gol. Cuando Foyth, antes del descanso, le dio la pelota a Griezmann sin querer, el Barça ya estaba donde quería estar. Por delante en el marcador y más vivo que nunca en la Liga.

Pero en la segunda parte tocó picar piedra. A pesar de hacer entrar en el descanso a Sergi Roberto por Dest, Koeman tardó demasiado en hacer más cambios para apuntalar defensivamente a un equipo cada vez más cansando, con este calendario exigente. Y el Villarreal fue haciéndose fuerte, acercándose a la portería de Ter Stegen. Ahora, cuando un equipo está en dinámica ganadora, todo parece irte a favor. Incluso cuando te dan palos. Messi, husmeando que había que esconder la pelota, dio un paso adelante. Y acabó recibiendo una entrada criminal de Manu Trigueros que dejó al Villarreal con 10 hombres. Cansado y con las piernas llenas de moratones, Messi ha demostrado saber entender el fútbol mejor que los demás. Lo que hacía falta era tener la pelota lejos. Y esto es lo que ha hecho con el apoyo de Ilaix Moriba, el jovencito que ha entrado en la segunda parte y se ha ido convertiendo en uno de los fieles escuderos del capitán azulgrana.

Sin embargo, ni contra 10 el Barça pudo recuperar el control. De Jong perdonó el tercero, mientras Dembélé, uno de los jugadores que Koeman ha apartado del equipo, no aprovechaba los minutos que tenía. Ni los espacios. Al final, ha tocado sufrir para seguir creciendo. Para ganar títulos, de hecho, también hay que saber sufrir.

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