SE A UN MITO

Aprender a vivir el año 1 después de Lionel Messi

La despedida del argentino cierra una etapa que ha cambiado al Barça y ha marcado la vida de muchos catalanes

TONI PADILLA
y TONI PADILLA

BarcelonaA pesar de que unos operarios se dieron prisa en sacar su cara de la publicidad que hay en la fachada del Camp Nou una vez se confirmó que se iba del Barça, la imagen de Lionel Messi continúa siendo omnipresente: en las fotografías celebrando títulos de los pasillos interiores del Camp Nou, en los tatuajes de los más fanáticos y en los nombres de centenares de catalanes. En 2003, cuando un joven Messi con una camiseta que parecía que le venía grande debutó con el Barça, apenas 10 bebés fueron bautizados con el nombre de Leo. En 2019 Leo fue el tercer nombre más utilizado: para bautizar a más de 500 criaturas.

“Que aquel niño era bueno lo sabíamos todos, pero que acabaría así, pues no, no lo podíamos saber. Este niño ha cambiado la historia del país, en parte. Nos ha hecho soñar a todos”, dice Josep Maria Minguella, que era presente el día que se firmó aquel primer documento que ligaba el futuro de Messi al Barça, en una servilleta, en una mesa de plástico del Club de Tenis Pompeya en 2000. 21 años después de la famosa servilleta, Messi acabó llorando con un pañuelo en la sala de prensa, convertido en un icono global y padre de tres “catalanoargentinos”. Aquellos niños que cantaban En Joan Petit quan balla ahora tendrán que hacer un intensivo de francés después de ver como su padre, que les había prometido que continuarían viviendo en Barcelona en diciembre, ha hecho las maletas porque el Barça, arruinado, no lo ha podido retener.

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El final de una época

Un final triste para una historia que, por instantes, ha sido de las más bonitas del fútbol moderno. “El niño que tenía problemas de crecimiento. El niño de familia modesta que siempre era el más pequeño, con mangas que le iban grandes. Que aprendía a escaparse de los otros con picardía para no hacerse daño. El más pequeño, transformado en el más grande”, decía Jorge Valdano, que se había ilusionado pensando que “la historia del Barça con Messi sería perfecta, con el sol saliendo y yéndose al Camp Nou”. Pero no, este mercado cada vez más agresivo también ha podido con una historia que, a pesar de los contratos millonarios del argentino, era bonita. “Con el fichaje de Messi para el PSG el mundo que conocíamos explota. Si alguien expresa la belleza del juego es Messi. Y que un símbolo como él quede en manos de un club que tiene mucho de artificial como el PSG, dice mucho. Un club que se llama PSG como se podría llamar Coca-cola”, defiende el periodista argentino Ezequiel Fernández Moores. Sí, a pesar de que el Barça no ha sido nunca un club pequeño y ha acabado castigado por los pecados altivos de una junta directiva que gastaba dinero pensando que el bolsillo no tenía fondo, no es como el PSG, un club fundado ya en un estudio en los años 70, propiedad siempre de grandes grupos empresariales, el último de los cuales vinculado a la casa real catarí. Aquella gente que cree que con dinero lo puede comprar todo. ¿Quién les lleva la contraria, ahora que han conseguido quedarse con el cromo más deseado?

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Si los argentinos debaten sobre el destino de su futbolista más privilegiado, en Barcelona queda un gran vacío. “Siempre que se va un gran jugador se nota cierta tristeza. Cada vez que añoras una broma suya, que ves una foto suya. Pasó con Puyi, con Xavi, con Andrés... ¡Imagínate ahora!”, dice Francesc Satorra, el fiel trabajador del club que ha visto pasar los mejores jugadores de la historia del fútbol en primera fila del Camp Nou. “Ahora cuesta mucho, pero hay que mirar hacia delante. Messi quizás ha sido el mejor jugador de todos los tiempos, pero el Barça es más importante. La vida continúa. Y si algo bueno tenemos en el Barça, es La Masía. Mirar abajo y ver a nuevos jóvenes que buscan oportunidades. Es normal verlo todo oscuro ahora, pero sin Messi algunos jugadores podrán dar un paso adelante, porque era normal que durante estos años le dieran la pelota a él”, razona Albert Ferrer, miembro del Dream Team campeón de la Champions en 1992. A nivel deportivo, perder al máximo goleador de la historia del club es un golpe fuerte. En el aspecto emotivo, también. 24 horas después de ver las lágrimas cayendo mejillas abajo de Messi, en la tienda oficial del club en el Camp Nou décimas de personas todavía compraban la camiseta con el 10 en las espaldas, para tener su recuerdo. Una ironía del destino, puesto que la camiseta de esta temporada Messi no lo ha llegado a llevar. El mismo día, la marca norteamericana Nike ya se frotaba las manos al batir el récord de ventas de camisetas en un solo día, la del argentino con el PSG. Un negocio redondo, puesto que el 100% de las camisetas vendidas acaba en los bolsillos de Nike, que paga un contrato anual a los franceses.

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La marca Barça pierde valor en el mercado. En las oficinas del club de Hong Kong y Nueva York ya no podrán usar como reclamo la cara del argentino para cerrar contratos. Habrá que ver cuántos aficionados deciden venir a Barcelona desde la otra punta del mundo solo para ver el Barça en acción una vez la pandemia sea derrotada, puesto que con Messi se habían superado todos los registros de peticiones de entradas. Uno de los secretos de este pequeño argentino con cara de despistado era este. Con la frialdad de los datos en la mano, nadie podía dudar de él, puesto que nadie ha marcado tantos goles o vendido tantas camisetas en la historia del Barça. Pero cuando entramos en el terreno emocional, Messi sigue siendo fascinante, difícil de explicar.

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Según Valdano, la magia de Messi era que podía hacer “cada día” lo que Maradona hacía de vez en cuando. Otro argentino, Javier Mascherano, admitía: “Me gustaría ser Messi cinco minutos para saber qué se siente”. Hay cierto misterio en Messi, puesto que parece demasiado normal fuera del terreno de juego. Ni es excéntrico ni llama la atención. Una persona tan introvertida que, después de 20 años en Barcelona, todavía parecía un chico rosarino que visitaba la ciudad solo una vez por semana para jugar en el Camp Nou. Hasta que descubres que celebra la Mona y hace cagar el tió, claro. “Con Messi a veces parece que todo gira alrededor de la pelota, porque los negocios los lleva su padre”, dice Fernández Moores. Y con esto, con una pelota, ya ha tenido suficiente para ordenar nuestras vidas.

“Todo el mundo recuerda donde estaba cuando le marcó tres goles al Madrid o hizo aquel gol maradonesco al Getafe una noche de Copa que daba pereza ir al Camp Nou a las diez del anochecer”, dice Minguella. Obliga a posicionarse a aquellos que intentan sentirse moralmente superiores menospreciando el fútbol, a pesar de que muchos, a escondidas, han gritado con un gol de Messi. Mortifica a los aficionados del Espanyol y del Madrid, que respiran al verle marchar a Francia a punto para castigar los seguidores del Olympique de Marsella o el Lille. “Nos explica a nosotros mismos”, escribía Jordi Puntí, que dedicó todo un libro a un chico que durante 18 años ha sido una presencia constante en nuestras vidas. Han cambiado gobiernos, se han hecho vías catalanas y referéndums, han nacido fenómenos culturales y se han despedido personas en las que tantos catalanes pensaban cuando Messi marcaba un gol, imaginando cómo les habría gustado poder celebrarlo. Messi, como Kubala y Cruyff, servirá para explicar una época. Todo relato sobre la Catalunya de inicios del siglo XXI sin el argentino será incompleto.

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Ahora empieza una nueva época. Una quiniela por el desierto del Barça en que tarde o temprano debutará en el Camp Nou un jovencito nacido en el siglo XXI y bautizado con el nombre de Leo.