Barça

Un Barça desdibujado salva los muebles en Frankfurt (1-1)

Superado por el juego físico de un Eintracht endemoniado, el Barça se lleva un empate gracias a una jugada colectiva

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Busquets, durante el partido del Barça al campo del Eintracht de Frankfurt

Frankfurt (enviado especial)Un instante de luz para sacar al Barça de la oscuridad. Algo de juego colectivo, para poder bajar los humos a un Eintracht que poniendo más pulmones y más piernas llegó a soñar con imponer su ley. Aunque no sea la Champions, Europa sigue llena de trampas. Y como si fuese un aviso para navegantes para evitar cualquier tipo de relajación, el Barça acabó dando como buen resultado el empate en Frankfurt (1-1), donde durante buena parte del partido hizo méritos para salir escaldado. Los cambios de Xavi, justo cuando acabó la gasolina de los alemanes, evitaron el estropicio en un partido en el que el Barça demostró que también tiene mucho corazón y amor propio. Los hay que tener para ganar títulos, ya que no siempre puedes jugar como los ángeles.

Frankfurt, de hecho, fue un infierno. Caminar con la etiqueta de favorito colgada de la camiseta no es fácil. A medida que caen los rivales más débiles, no te queda más remedio que visitar a equipos que te esperan afilando el cuchillo. El Eintracht recibió al Barça con un precioso homenaje en la grada a Jürgen Grabowski, campeón del mundo en 1974. Una forma de rendir homenaje a un héroe local, pero también de recordar al Barça que ellos también han sido grandes. Y que no estaban dispuestos a interpretar el papel de nueva víctima del equipo de Xavi.

Y mira que el técnico de Terrassa se había hartado de advertir de los peligros del equipo local al que quisiera escucharle. El Barça, sin Dembélé y Frenkie de Jong en el equipo titular, fue sacudido por un rival solidario en defensa. Cada pérdida de balón era una oportunidad para la guerra relámpago de un Eintracht capaz de generar más peligro que el Barça, a pesar de no tener el balón. Y para colmo, Piqué se lesionó solo. Y como Araujo estaba haciendo de lateral derecho, fue Lenglet quien tuvo que salir para aguantar los embates de un rival muy físico. Un Eintracht que por momentos parecía poseído por el demonio, incansable, enganchándose como una garrapata en las piernas de un Barça condenado a perder cada duelo directo.

Un tirón de orejas

El triunfo en el Bernabéu esparció por todo el mundo el mensaje que el Barça ha vuelto, pero también hacía mayor la recompensa de quien derrote ahora al equipo de Xavi. Y Oliver Glasner, el técnico local, supo encerrar a Pedri dentro de una jaula y aislar el canario del juego. Solo Ferran, con un disparo que Trapp sacó volando en los primeros minutos, dio la sensación de traer peligro en un primer tiempo en el que el barcelonismo miraba incrédulo el reloj para estar seguro de no haber realizado un viaje en el tiempo y volver a estar en el 2020. Si el VAR sirvió para evitar un penalti de Busquets, que había jugado con fuego tocando el balón primero, al inicio de la segunda parte Knauff no perdonó. Cuando el joven centrocampista, con un disparo a la escuadra imparable, marcó, no fue una sorpresa. Eintracht se lo merecía. El Barça también. Un tirón de orejas para despertar y recordar que hay que cuidar los detalles, como cuidar el rechazo en la frontal. Así marcó el Eintracht, de hecho, recibiendo solo en la frontal y cargando la pierna.

Xavi sabía que tocaba mover prenda. E hizo una apuesta segura, con la entrada de De Jong y Dembélé por un Gavi demasiado perdido y un Adama Traoré que no tuvo el día. Y, con ellos, se dio la luz. Si Eintracht ponía la pierna más fuerte y corría más, había que mover la pelota. Dos paredes, algo de juego de equipo y el muro alemán se agrietó de por medio gracias al francés y el neerlandés. La firma del gol, sin embargo, la puso Ferran, atento dentro del área, quitándose de encima miedos y fantasmas. Cuestionado por su falta de gol, lo hizo cuando más hacía falta, para evitar salir dañados en un partido en el que el Eintracht siguió cabreando también cuando Tuta vio la roja tras morder los tobillos de Pedri. Atrincherado en inferioridad numérica, el Eintracht acabó de sacar de quicio a un Barça que logró un empate y gracias. Tal y como fue el partido, no es un mal resultado. Un empate celebrado como una hazaña homérica por los locales y que duele a la autoestima de un Barça que ya tiene una excusa para motivarse y seguir haciendo camino.

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