El Barça pierde contra el Madrid, pero recupera la grandeza (2-3)
En un partido precioso, el equipo de Xavi pone contra las cuerdas al Madrid atacando, liderado por Pedri y Ansu
BarcelonaAlgunas derrotas duelen todavía más porque has mimado la victoria con los dedos. Hacen daño porque no te has sentido inferior al rival. Será el Madrid quien juegue la final de la Supercopa, pero la derrota en la prórroga (2-3), en lugar de poner piedras en los bolsillos del Barça para hundirlo, lo eleva. Queda lejos aquel equipo que no hace tanto era un juguete en manos de Bayern. El Barça vuelve a mirar a los ojos a cualquier buen equipo. Ya no es inferior. Vuelve a ser grande. Ya no hace pasar vergüenza a sus seguidores; ahora los emociona.
En tierras saudíes, el equipo de Xavi se quitó los miedos de encima para defender los 10 mandamientos del estilo azulgrana, saliendo a morder a un Madrid que llegaba con la condición de favorito colgada del cuello. Tenía que ser un duelo desigual, pero la semifinal acabó convertida en el símbolo del renacimiento de este Barça que todavía no ha llegado a puerto, castigado todavía por los errores defensivos. Pero el Barça se levantó, atacando mejor, mostrando ambición. No es una casualidad que todo ello coincidiera con el regreso de Pedri y Ansu. Cómo se han hecho añorar, los dos jovencitos. Con ellos la vida parece más fácil.
Y mira que, para empezar, pintaron bastos. El Madrid, que juega de memoria, entregó el control al equipo de Xavi. Le tocaba a los azulgrana mover la pelota, como si fuera un ejercicio de funambulismo, puesto que cada pérdida provocaba las contras de los discípulos de Ancelotti. Xavi había optado por hacer debutar a un Ferran Torres fuera de forma en la banda derecha, con Dembélé por la izquierda jugando uno de sus mejores partidos de azulgrana. El primer tiempo, sin embargo, fue blanco. Se jugó como quiso el vigente campeón liguero, aprovechando que el centrocampo azulgrana no presionaba bien, dejando a su espalda tanto espacio que Vinicius, Benzema y Asensio hacían lo que querían. Vini Jr., que nació cuando Alves ya era jugador profesional, marcó el primero en una contra. Y habrían podido llegar más, mientras Araújo, con la mano escayolada, hacía lo que podía. Era un infierno blanco, una tormenta de arena. Pero el Barça reaccionó, con esa pizca de suerte que siempre hay que tener. Un centro de Dembélé fue rechazado por Militao contra las piernas de Luuk de Jong. Y el neerlandés empató casi sin saber cómo. Un gol feo que premiaba la fe de un delantero que estaba donde tocaba, marcando su tercer gol en los últimos tres partidos. El héroe accidental de un Barça en crecimiento.
Ansu, un hombre con estrella
El gol reafirmó a Xavi en sus convicciones. La puesta en escena no había sido la mejor, pero solo había que atacar mejor, para perder menos la pelota y dejar al Madrid sin opciones de correr. Y con Pedri, que entró en el descanso después de meses lesionado, volvió el control. Con el canario el Barça pudo mirar de tú a tú a un Madrid que veía como renacía su eterno rival. El regreso de un Barça orgulloso que pensaba en todo aquello que podía ganar, en ninguna parte de pensar en una posible derrota. El partido era un espectáculo precioso, un duelo de estilos, donde solo fallaba el escenario. Dos grandes equipos, desconectados de su afición jugándose pasar a la final. Y Xavi la quería, la final. Por eso movía el banquillo para atacar mejor, recuperando para la causa a Ansu Fasti, certificando de paso con sus decisiones que no cree mucho en Riqui Puig o Memphis. El neerlandés solo entraría cuando Benzema hizo el segundo gol blanco. Atacando la banda de un Alves demasiado cansado, el equipo de Ancelotti encontró en Benzema a su héroe con tres ocasiones claras. A la tercera, batió a Ter Stegen. Tocaba remar de nuevo.
Xavi, valiente, quemó sus naves haciendo entrar a Memphis y Nico por Alves y Gavi. Todo o nada, con un cambio de dibujo para ir a todas. Y el fútbol premió a los valientes con un gol, cómo no, de Ansu. La relación del joven delantero con el gol parece una historia de amor a prueba de bombas. Siempre que juega, marca. Siempre que vuelve, marca. Su cabezazo, en las narices de Militao, hizo latir el corazón del barcelonismo con una fuerza que hacía tiempo que no se recordaba. La prórroga premiaba a un equipo que decidió morir como un héroe romántico, atacando, fiel a unos ideales ante un Madrid que se lo jugaría todo a la contra. Les funcionó. Sería Valverde quien marcaría el 2-3 a la contra, cómo no. Era un riesgo, encajar un gol así. Pero el Barça lo aceptaba, pensando solo en el triunfo. En el futuro. Con el orgullo herido, el Barça siguió luchando hasta que se acabó el tiempo, haciendo sudar al Madrid. Había sido un duelo precioso, como hacía tiempo que no se hacía. Han sido demasiados años donde los grandes partidos eran una tortura para el Barça. Ahora, el club sueña de nuevo.