Culebrones de pacotilla

Antes de la derrota en el desangelado estadio Luis II, el barcelonismo vivía una especie de enamoramiento mágico con Hansi Flick. Se había llegado a un clímax casi erótico con el triunfo de Montilivi, cargado de simbolismo por enterrar las dos derrotas dolorosísimas del curso pasado. En él observamos, con ojos emocionados, un nivel de presión en campo contrario, una solidaridad entre compañeros y una fluidez en ataque que recordaban unos tiempos pretéritos irrecuperables. La euforia se desbocó como cuando el tapón de una botella de cava sale disparado de forma fulgurante. Había muchas ganas de disfrutar después de un curso para olvidar, especialmente por las dagas voladoras que provocaron la condena a muerte de Xavi. El 15 de 15 en la Liga, sin embargo, se estrelló contra el muro de realidad que suele ser la Champions.

Siempre que llega un nuevo entrenador al banquillo del Barça, se lo compara con su homólogo anterior y, habitualmente, el factor de la preparación física suele ser un gran motivo de debate. Somos tan previsibles, que deberíamos hacérnoslo mirar. Las cinco victorias iniciales de Flick dieron alas a quienes querían señalar que con Xavi no se trabajaba bien, voces que salían del mismo vestuario. Fue especialmente llamativo oír a Pedri diciendo efusivamente que con Flick todo lo hacían mucho mejor; unas reflexiones que casan con cómo se coció el adiós del egarense, con una lista de candidatos a ser traspasados que corrió misteriosamente entre la plantilla porque alguien con mucho poder lo decidió. Las heridas todavía están abiertas y en el club se ha utilizado la figura de Flick para subrayar el resentimiento hacia la figura de Xavi. Al entrenador alemán, ajeno a estos culebrones de pacotilla, deberían dejarlo trabajar tranquilo.

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Cuando el Barça gana o pierde, hay lecturas que tienen que ver con relatos tóxicos más relacionados con la revancha personal o el electoralismo que con lo ocurrido en el terreno de juego. Ahora que Flick ha dejado de parecer un héroe perfecto, hay quien encuentra el gusto en hurgar en la herida en petit comité, preguntándose “¿no se trabajaba tan bien?”. Ni Flick era tan bueno hace unos días, ni ahora se convertirá automáticamente en peor versión. Ni tampoco Xavi fue siempre el Xavi decadente de los últimos meses de su etapa. Es muy triste que en este club siempre se divida todo entre trincheras fratricidas. Quizá Flick sea el entrenador que el Barça necesitaba para encontrar algo de paz. Y no, esto no es un ataque a Xavi.