Barça

El espejismo contable que salvó al Barça y que hoy le amenaza

El club tendrá que devaluar más de 150 millones de euros que no existen

BarcelonaEl verano de 2021 quedará como una de las fechas más negras de la historia económica reciente del FC Barcelona. Después de años de mala gestión, de una herencia funesta –acompañada de un impacto severo de la pandemia sobre los ingresos– y la entrada de una nueva junta, que aprovechó, como viene siendo habitual en estos cambios de gobierno, para depreciar y aprovisionar las máximas contingencias posibles, la entidad presentó un patrimonio negativo de más de 481 millones de euros. El peor balance patrimonial de su historia. Y el problema era doble: la grave crisis económica se combinaba con la imposibilidad de competir deportivamente por la devaluación de la plantilla deportiva acompañada por las restricciones impuestas por el fair play financiero de la Liga española.

Ante esta situación crítica, la nueva junta directiva no tuvo demasiado margen: tenía que ganar tiempo para estabilizar la entidad y construir una nueva base económica. Esta ganancia de tiempo podía conseguirse por tres vías: avanzando ingresos, vendiendo patrimonio y aumentando el endeudamiento. Y es exactamente esto lo que se hizo.

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En este contexto se enmarca la operación con la sociedad Locksley Invest SL, creada conjuntamente con el fondo de inversión Sixth Street para vehicular la venta del 25% de los derechos de televisión de la Liga durante 25 años. Esta operación ha sido clave para revertir, a corto plazo, el estrés patrimonial y operativo del club. Pero su diseño y sus consecuencias son mucho más complejas de lo que puede parecer.

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La operación se estructuró en dos fases. A 30 de junio de 2022 se vendió un primer 10% por 267,1 millones y 22 días más tarde un 15% adicional por 400,4 millones. El resultado aparente: un beneficio contable de 667,5 millones de euros. Pero en realidad, el Barça sólo recibió 510 millones en efectivo. La diferencia, 157,5 millones, corresponde a la aportación de capital del propio Barça a la sociedad Locksley, a través de un préstamo participativo de Sixth Street, una inversión que no comporta ningún ingreso futuro previsto ni retorno financiero alguno durante los 25 años de duración del contrato.

Es aquí donde entra "la ingeniería" contable. En vez de registrar sólo el efectivo recibido, el club azulgrana reconoció como beneficio contable el total de la operación, incluyendo esos 157,5 millones que, en realidad, son una inversión en una sociedad que no va a generar ninguna caja. Formalmente, la operación cumple con las normativas y puede considerarse legítima. Pero a nivel económico, estos beneficios no son reales. Y esto es un riesgo.

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Una operación hecha para ganar tiempo

Porque cuando una entidad reconoce como activo un valor que no genera flujos de caja futuros, este activo se convierte, de facto, inexistente. Y tarde o temprano, este valor deberá deteriorarse contablemente. Esto significa que en algún punto –sea en un solo ejercicio o de forma gradual– el Barça deberá reconocer una pérdida de valor en sus cuentas por una cifra que supera los 150 millones de euros. Y esto volvería a afectar negativamente al patrimonio neto y, en consecuencia, al cumplimiento del fair play, la relación con acreedores e inversores, y por tanto amenaza el modelo de propiedad del club, tan preciado por sus socios y socias.

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Dicho esto, no es necesario demonizar la operación. Permitió registrar una mejora inmediata en el balance del club, recuperar competitividad deportiva y estabilizar la tesorería. En el contexto de 2021-2022, probablemente era una salida viable sin perder el control del club. Pero es necesario ser honestos: no es una operación que resuelva los problemas estructurales del Barça. Sólo les aplazaba. Y ese aplazamiento, como todo crédito de confianza, tiene fecha de vencimiento.

Por todo ello hay que desconfiar de quien habla de "salvación económica" con ligereza. Esta operación, como otras, no salva nada por sí sola. Sólo gana tiempo que debe servir para construir un modelo económico sostenible que genere ingresos recurrentes y caja libre suficiente para devolver la deuda y garantizar la continuidad del modelo de propiedad. Un club como el Barça puede maquillar sus números durante un tiempo, pero si no transforma su estructura de ingresos y gastos –lo que exige transformar un modelo de gestión caduco– los números acaban pasando factura. Y en el caso del Barça, si ponemos las luces largas, pone en grave riesgo el modelo de propiedad.

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Iván Cabeza es economista y profesor del departamento de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona