Ya sólo nos falta el Imperioso
La vida, no me dirán que no, ya es complicada. La salud, el trabajo, el dinero, las relaciones personales, la familia, la emergencia climática, el Real Madrid. La vida es suficientemente triste para convertir el fútbol en el enésimo espacio de sufrimiento, rigor y responsabilidad. Es cuando se mira al mundo desde ese ángulo que Joan Laporta se convierte en una persona imprescindible, en un presidente incontestable. Al menos en el fútbol, endorfinas y hedonismo, ahora y siempre.
Pero el último capítulo del manicomio de Aristides Maillol nos pilla en mal momento. En un momento horrible. Estamos en mayo y hace tiempo que no jugamos ningún partido con la ilusión de ganar nada. Estamos en mayo y nos pasamos el día viendo el fútbol como se le mirarán, con todo el respeto, en Zaragoza, en Vigo, en Málaga, en San Sebastián. Por segundo año en los últimos tres, culminamos el año con cero títulos en el zurrón, y comprenderán que justo en la decimoquinta mágica de ver al Madrid y Sabe Alonso en modo triunfante nos ponemos algo exigentes.
Incluso los defensores de Xavi entendemos que había un buen puñado de motivos para despedirle hace un mes: este año iba de jugar bien, y tururut, gracias, Frenkie, por la incompetencia, gracias, Pedri, por la incomparecencia. Este año iba quizás también de no acumular docenas de expulsiones y dejar una cierta imagen de grandeza compatible con la historia del mejor equipo de fútbol de la historia del planeta. Tururut, tampoco.
El caso es que, en una extraña decisión, un binomio que tiene las mismas Champions que el fontanero y la panadera de la esquina (Yuste y Echevarría) consiguieron retener a Xavi en una jugada que tenía mucho de omertán y de prohibido levantar alfombras.
Y ahora, tras tragarnos ese insulto a la meritocracia, parece que Laporta ha tenido un repunte de hiperglucemia, que ha hecho un mecagoncoño, uno despertaferro, y con el arrebato ha decidido cargarse el entrenador como podía haber invadido Mallorca. Pero no sufran por nada, que Deco ya piensa en Conceição.
La vida, decíamos, ya es bastante complicada, y con el fútbol hemos venido a disfrutar. Pero tampoco nos excedemos, que en esta santa casa ya sólo nos falta el Imperioso para acabar de chalar por completo.