El Barça supera las dudas con una contundente goleada (6-1)

BarcelonaTocaba ganar y el Barça ganó. Y suerte, porque el equipo de Flick también aspiraba a mejorar su rendimiento y, en lugar de eso, corrió el riesgo de ahogarse en sus propias dudas en un partido que en algún momento parecía que iba a acabar mal y que acabó con una goleada contundente. Pero antes tocó partir. En el regreso de la Champions, tres goles de Fermín permitieron sumar tres puntos a un equipo demasiado inestable que solo dio fiesta cuando los rivales se quedaron con diez hombres. Los goles sirvieron para maquillar la actuación del Barça, que parecía pensar demasiado en el clásico de este fin de semana, como si jugar contra el campeón griego en un horario extraño les diera pereza. Un Barça que por un día, vio cómo los errores arbitrales le caían a favor. Con algo de talento, algo de coraje y errores puntuales de los rivales, los azulgranas pasaron de las dudas a la goleada. Una receta insuficiente para ganar en Madrid, donde habrá que dar un paso al frente.

Había que ganar contra los griegos del Olympiacos para ir dejando lejos el recuerdo de la derrota ante el PSG. Y así se hizo. Pero la actuación, en general, fue flojita, aunque al final llegaran los goles. Fue uno de esos partidos que uno prefiere olvidar salvo si se es familiar de Fermín López, el autor de los dos primeros goles en la primera parte. Dos goles balsámicos, ya que el Barça nunca animó con una alineación en la que Flick no podía esconder que ya pensaba en el duelo del Santiago Bernabéu. Araujo, el héroe ante el Girona, seguía en el banquillo junto a Ferran o De Jong, lo que abría la puerta de la titularidad al joven Dro, que dejó detallitos de calidad y se convertiría en el segundo jugador más joven de toda la historia de la Champions en dar una asistencia. Él tampoco olvidará un partido que, por lo general, muchos barcelonistas preferirían olvidar.

El Barça nunca supo jugar con constancia y ritmo alto, y permitió que por momentos el equipo del Pireu se animara imaginando que quizás la podían hacer grande en el estadio Olímpico. Pero la realidad es que un Barça flojo es ahora superior a un buen Olympiacos, que nunca desfalleció y se animó con el gol de penalti de El Kaabi nada más empezar la segunda parte. Gol celebrado por los 2700 aficionados griegos, que parecían ser locales, ya que en el estadio Olímpico, sin gradería de animación y turistas, hay menos animación que un domingo saliendo de misa de doce. Los griegos se hicieron oír durante todo el partido, mientras más de un barcelonista perdía los nervios y llegaba a silbar a un equipo que hace tiempo que ha perdido la alegría.

Como le ha perdido también Pedri, últimamente con cara de enfado y cansado, y especialmente un Lamine Yamal que siempre deja detalles de calidad, pero no acaba de encontrarse bien, entre lesiones y tener la cabeza llena de gorriones. El genio de Mataró se dejó ver al final, una vez que los griegos ya estaban con un hombre menos, pero antes, poco. Suerte de Fermín, de hecho, que supo aprovechar que el equipo de Mendilibar no es de esos que se atrinchera en defensa, lo que aprovechó el andaluz para aparecer dos veces para hacer dos goles que celebró con toda la rabia del mundo. Suerte de él, porque entonces Rashford no logró marcar diferencias, como sí haría en la segunda parte de un partido en el que, en general, el Barça perdió confianza en lugar de ganarlas.

Un partido muy feo en el que incluso el árbitro echó una mano al equipo de Flick al expulsar al visitante Hezze, que ya tenía amarilla, por un golpe casi inexistente en Casadó, que hizo teatro suficiente para expulsar al argentino con la segunda amarilla. Al ser la segunda no se podía revisar en el VAR. Si se hubiera hecho, seguramente no se habría mostrado la roja. Poco después, Rashford recibiría un penalti dudoso, en el que el guardameta Tzokalis tocó levemente el inglés cuando éste ya había perdido el balón. Pero el VAR llamó al árbitro suizo y éste decidió acabar de castigar a los griegos. Lamine no perdonó y el partido en el que el Barça pudo cogerse los dedos acabó convertido en una goleada, ya que los griegos, enrabietados, ya no estaban por el partido. Les tocó protagonizar una tragedia, puesto que el partido, que durante una hora pareció bastante igualado, acabó convertido en una goleada dura. El equipo de Flick hizo bien en aprovecharlo para hacer sangre con dos goles de Rashford y un tercero de Fermín, en acciones en las que los griegos llegaban tarde, desviaban el balón o no estaban acertados.

A veces, el resultado final no acaba de contar un partido. Y Flick no acabó contento por la actuación de los suyos. Por el resultado, sí. Había que golear y se goleó. Pero en el Bernabéu habrá que ver a un Barça diferente. Los blancos no son el Olympiacos y el arbitraje, seguramente tampoco será igual.