Hansi Flick descubre el pastel

Que esta temporada no ha empezado como le hubiera gustado a Hansi Flick es una evidencia, más allá de las sensaciones futbolísticas irregulares. Venimos de un verano lleno de inconvenientes que ha afrontado con la paciencia estoica habitual: la guerra evitable contra Ter Stegen, la mala organización de una gira en la que era más importante tener contentos a Enric Masip y Albert Luque que los entrenamientos adecuados de los jugadores, el conflicto entre Gavi y Fermín, las ganas de algunos detractores (de dentro del propio club) de desprenderse del segundo, la salida abrupta de una pieza clave como Iñigo Martínez sin opción a repuesto, seguir yendo al mercado como el primo pobre de los grandes de Europa, inscribir in extremis a golpe de aval porque las palancas fantasma ahogan el fair play financiero o llegar a jugar en el Johan Cruyff por no haber alquilado Montjuïc con más previsión. La sonrisa de Flick no tiene precio.

Con este caldo turbio como telón de fondo, lo que más le preocupa ahora a Flick es la plaga de lesiones que afecta de lleno a la confección de los onces. Está más pendiente de la enfermería que de quién tiene en el banquillo, y eso hace que mantener la presión durante 90 minutos sea más difícil. Es en este contexto complicado donde emerge bajo los focos de la sospecha el departamento de la preparación física, la gran bandera ejemplar de la pasada temporada que tanto se utilizó para menospreciar el trabajo que había hecho el staff de Xavi Hernández. Hace un año, el nuevo gurú, Julio Tous, prometía públicamente reducir el número de lesiones en un 50% a partir de un trabajo sistemático que hasta entonces –según los responsables del área deportiva– no se hacía en el Barça. Doce meses después, la lista de lesiones musculares es alarmante y los jugadores han admitido sentirse cansados cuando aún no es ni noviembre.

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El propio Tous dijo antes del verano que no jugar el Mundial de Clubs les daría ventaja, pero aquí nadie vuela como un cohete, sino que incluso hay quien se ha roto por las cargas de los entrenamientos. Además, el entramado de agentes dobles que actúan de recuperadores tanto en el Barça como en la selección española genera conflictos de intereses, como se ha visto con el caso de Lamine Yamal, en el que Flick ha estado un poco solo. El entrenador está viendo que no puede controlarlo todo desde su isla alemana, rodeado como está de un mar de dudas estructurales y de unos futbolistas que deberían demostrar tener más hambre. El pastel, de momento, no tiene buena pinta. Si entre todos logran desgastar a Flick antes de tiempo, será un error imperdonable.

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