Laporta y el efecto boomerang

BarcelonaSeamos sinceros. Si sales a la calle y preguntas a los socios del Barça sobre el significado de BLM, muchos pensarán que quizá se refiere a las iniciales de unos jugadores. Es la vieja ley de la pelota: lo que más importa a los aficionados es que se hagan goles y ganar títulos. A medida que el club se hace mayor y el fútbol mundial se globaliza y se convierte en una madriguera de lobos mundiales donde cuesta competir, cuesta seguir la actualidad azulgrana fuera del terreno de juego. Se ha llenado de términos técnicos y anglicismos.

Esta semana, el socio Marc Ciria ha intentado recoger firmas para introducir en el orden del día de la asamblea un punto para votar en contra de la posible venta del 49,9% de la empresa Barça Licensing & Merchandising. Es decir, de BLM. Ciria presentó una cifra superior a la que necesitaba según sus estatutos. Necesitaba el apoyo de al menos el 3% de los socios con derecho de sufragio pasivo, unas 2.888 firmas. Y él llevó a 3.316 certificadas ante notario; sin embargo, una vez estudiadas, el club comunicó que había quedado lejos de su objetivo, ya que muchas no eran válidas. Ciria se queja de que los datos del censo no quedan claros y que cuesta luchar contra ello. Y la directiva puede pensar que ha tenido tiempo y altavoces suficientes para recoger 2.888 firmas. Unos se ríen y el otro queda con cara de pocos amigos.

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En el fondo es bueno que pueda hablarse de asuntos como el de BLM. La gracia del Barça es debatir de todo, tener valores, mantener la conciencia de que el socio tiene voz y voto. La entidad necesita mantener ese talante democrático. Laporta lo hizo cuando era opositor e hizo bien. Ahora hay gente como Ciria, que también lo hace por intereses electorales y hace bien. Pero tendrá que repensar su estrategia si realmente quieren desafiar a Laporta. El presidente actual domina la escena y solo un descalabro deportivo podría hacerle daño.

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Más que desgastarlo, da la sensación de que el debate sobre BLM ha reforzado a un Laporta que puede exhibir firmas que no valen y acabar diciendo que no hay que debatir nada porque tampoco quiere vender el 49,9% de BLM. Convierte los ataques en un boomerang, los gira y castiga a los opositores, que intentan levantar la voz recordando nombres como BLM, Limak o la Superliga, pero que no desgastan a un hombre que si tiene contentos a Lamine Yamal y Aitana, caminará con paso firme hacia la reelección. Al final, todo depende de la pelota. Quizás por ese motivo estaría bien que la asamblea volviera a ser como antes de la pandemia. Sería una buena señal de gestión democrática. De lo contrario podemos pensar que Laporta teme perder alguna votación o no le gusta que alguien le pueda decir que sus discursos emocionan, pero que su gestión está llena de expedientes oscuros de los que hay que hablar.