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Un parto por cesárea, un espía y un portero sin guantes: así se gestó el 0-5 del Barça en Madrid de hace 50 años

En 1974 el Barça hundió al Madrid en un triunfo que marcó a toda una generación de catalanes, que soñó así en tiempos mejores

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Un defensa madridista no llega a interceptar al centro del holandés Johan Cruyff

Barcelona"Si nos pinchaban, no salía sangre", recuerda Josep Maria Minguella, el representante de jugadores que en 1974 estaba dentro del cuerpo técnico del Barça. "La afición del Madrid nos aplaudió, después de golearlos en su casa. Nunca se había visto eso", añade. Hace medio siglo, él estaba en el banquillo cerca del técnico Rinus Michels el día que el Barça se impuso por 0-5 en el campo de los madridistas en una goleada que provocó un fuerte impacto. Casi todo el mundo recuerda dónde estaba ese día. Ya fuera en casa en torno a una radio o una televisión, en el bar o el trabajo. Miles de barcelonistas salieron a las calles a celebrar esa goleada que anunciaba el primer título de Liga azulgrana en 14 años y también, vientos de cambio. No sólo a nivel deportivo. Franco ya estaba enfermo, el régimen intentaba hacerse fuerte en aquellos días ejecutando a Salvador Puig i Antich. En el The New York Times, donde entonces casi nunca se hablaba de fútbol, ​​el corresponsal en España escribió que ese partido "había hecho más por la causa catalana de lo que cualquier político o figura de la resistencia hubiera hecho nunca".

Aquella temporada el Barça no había empezado muy bien la Liga. Así que el barcelonismo, entonces aún más catastrofista que el actual, imaginó una nueva temporada perdida que, con suerte, se salvaría derrotando al Madrid en casa y, tal vez, con la Copa. Lo del "Este año sí" parecía destinado a ser otro no. Pero no pasó ni lo uno ni lo otro. La Copa la ganó el Madrid y la Liga, un Barça triunfante. Fue la temporada del "Mamita, campeonamos", como dijo el peruano Cholo Sotil cuando llamó a su casa después de certificar el título. Pero, por encima de todo, fue la temporada de la llegada de Johan Cruyff y del 0-5. El neerlandés, gran estrella de ese Ajax que había sido campeón de Europa, se incorporó con la temporada ya en marcha. Costó verle debutar, pero una vez que lo hizo, el equipo ya no perdió ningún partido de Liga. "Teníamos muy buen equipo, pero la llegada de Johan nos permitió dar el salto de calidad. Los rivales nos miraban diferente y él tenía aquella personalidad ganadora tan suya. Todos mejoramos mucho el rendimiento", recuerda Juan Manuel Asensi, autor de dos goles en esa mítica goleada. El portero ese día, Pere Valentí Mora, decía: "Cruyff era fibroso, delgado, saltaba como una gacela, se anticipaba... Pero, además, veía el fútbol como si estuviera sentado en la tribuna, con perspectiva. Y tenía no sé si una virtud o un defecto: que él nunca se equivocaba. La culpa siempre la tenía el otro. Esa confianza era otro plus por ser líder".

Fotografía de los jugadores antes del partido en el Bernabéu

Cuando se plantó en el Bernabéu, llevaba 16 partidos sin perder en la Liga y ya estaba por delante del Madrid en la clasificación. El rival para quedarse con el título era el Atlético de Madrid pero visitar el campo del Madrid siempre impresionaba. De hecho, el Barça entonces sólo había ganado dos veces en los 30 años anteriores. Con Cruyff, llegaba el fútbol en colores, la modernidad, la revolución que permitió al equipo plantarse en el Bernabéu con la cabeza alta. Ahora, nadie podía esperar un 0-5. Ir al estadio de Chamartín entonces era ir al matadero. Además, Cruyff parecía destinado a no poder jugar el partido porque aquellos días estaba previsto el nacimiento de su tercer hijo, Jordi.

Un espía en Madrid

El día del partido, aquel 17 de febrero de 1974, era el mismo día que se había programado el nacimiento del niño en Amsterdam, tal y como había pedido Danny, la madre, que quería verle nacer en los Países Bajos en rojo para la familia Cruyff. Al saber que la fecha era la misma, el presidente azulgrana Agustí Montal habló con los Cruyff: les pidió si no era posible mover cielo y tierra para adelantar su nacimiento. Puesto que era una cesárea programada, se podía mover una semana, ¿no? Dicho y hecho. Jordi nació el 9 de febrero y Cruyff pudo estar presente en el nacimiento, primero, y en el Santiago Bernabéu, después.

Cruyff explicaría años más tarde que hubo otro factor que ayudó a sorprender a los madridistas. Un espía ayudó al Barça. "Rinus Michels había diseñado un nuevo sistema para jugar contra el Madrid. Esa tarde yo no tenía que jugar como delantero centro, sino un poco más atrás, lo que significaba que otros jugadores podían entrar en el espacio que se crearía. Era un sorprendente movimiento táctico, que no se había utilizado antes, pero hasta unos años después no descubrí cómo se le había ocurrido a Michels", escribiría en su biografía. Resulta que en esa época, un buen amigo de Michels vivía en Madrid y era vecino de Goyo Benito, defensa del Madrid. Era Theo de Groot, un ex jugador del Ajax que no había hecho fortuna jugando. El hijo de Theo, un futuro periodista deportivo llamado Jaap de Groot, trabó amistad con los Benito y descubrió que éste iba por el vecindario explicando a todo el mundo que, de cara a la vista del Madrid, sorprenderían con una táctica en la que no marcarían Cruyff al hombre, como solía hacerse. Lo marcarían en zona, entre todos los defensas. Los de Groot llamaron a Michels y éste, dando vueltas a esa información caída del cielo, modificó la posición de Cruyff, que jugaría de falso nuevo. Una jugada maestra, ya que el ataque colectivo barcelonista, con incorporaciones de centrocampistas hasta el corazón del área, hizo añicos la defensa blanca. Goyo Benito volvió a casa con la cola entre las piernas, con los De Groot mirando hacia otro lado.

"La verdad es que fue un festival, pero la gente olvida que en los primeros minutos Velázquez chutó al palo y nosotros estábamos un poco nerviosos", admite Asensi. El barcelonismo no las tenía todas, ya que el guardameta titular, el eterno Salvador Sadurní, se encontró mal justo antes del partido y tuvo que seguirlo desde el banquillo. El titular fue Pere Valentí Mora, un chico de Vilaplana que llevaba años en La Masia después de haber destacado el Reus. "Era mi debut, no había jugado ningún partido con el primer equipo más allá de amistosos, ya que cuando llegué tenía por delante al Sadurní y al Reina. Por la mañana, después del desayuno, vino el Rinus Michels al habitación, yo dormía con el Sadurní, y estábamos mirando la misa por la tele, en blanco y negro, en un televisor de esos cuadrados que había, en el Hotel Barajas.Y el Rinus Michels le pregunta a El Salvador que cómo se encontraba.A mí el Sadurní no me había dicho nada que estaba tan mal que no podía jugar.Y entonces Michels se volvió: «Pues va a jugar usted». Los compañeros me animaron, sobre todo el Rexach, con el que nos conocíamos de juveniles: «Moreta, no pasa nada, lo tienes superado, yo antes de salir te joderé dos disparos que te calentaré bien, y ya verás que esto irá fenomenal» ", recordaba al portero, que jugó sin guantes. Mora pilló todos los disparos que recibió con su estilo ágil, pero pasó buena parte del duelo como espectador privilegiado. nosotros sabíamos. Si el primer gol fue recibido con silbidos, a medida que íbamos haciendo goles, el estadio se quedó en silencio. Impactaba verlo", recuerda Asensi, que admite: "No queríamos relajarnos, ya que ante el Madrid, si puedes marcar cinco goles, mejor que marcar cuatro". "No lo esperaban. Entonces era más difícil que ahora ganar fuera de casa. Te pegaban más y los árbitros siempre te paraban trampas. Pero eso fue un festival. Y al final, los aficionados que se quedaron hasta el final nos ¡aplaudieron!", recuerda Minguella. "Les habíamos goleado y pensaba que nos echarían cosas; pero no, jugamos tan bien que nos aplaudieron", añade Asensi. En sus memorias, el presidente Agustí Montal recordaría hablando en el ARA con Antoni Bassas: "Lo disfruté callando. Tenía al lado un ministro que me iba diciendo: «El Madrid ha dado tiempos de gloria al equipo nacional y en España, y hoy ha jugado muy bien, y el Barcelona, ​​en cambio..» Hombre, cuando hicimos el primer gol, dijo: «Pues mira, este año parece que juega algo mejor». ¡Sin sinvergüenza! Y en el tercer gol se levanta la gente de delante del palco y le empiezan a decir al Bernabéu: «¡Viejo! ¡Vete a casa, que ya no sirves!» Y este ministro dice: «La fuerza pública que haga callar a estos indeseables». Y yo le estiré la gabardina blanca que llevaba, le senté, y le dije: «Ministro, por favor, que se van a creer que soy yo, que demana la fuerza pública. Déjales que digan lo que quieran»”.

Mientras en las plazas de toda Catalunya la gente salía a las calles, en el vestuario del Bernabéu el masajista Àngel Mur acabó dentro de la ducha vestido. No se podía ser más barcelonista que el Muro, que después de años de sufrimientos, se soltó en las celebraciones, entre las risas de los jugadores. El Barça celebró el triunfo en Madrid, donde el cantante Joan Manuel Serrat, que estaba en la capital española, se dejó caer para felicitar a los jugadores. Al regresar al aeropuerto de El Prat al día siguiente después de un corto vuelo con el puente aéreo, los jugadores se encontraron miles de personas esperándoles de madrugada. Todo el mundo sabía que se había ganado la Liga, pero se celebra algo más. Se celebraba que se acababa una época y empezaba una nueva. En 1977, hablando con una televisión neerlandesa, Cruyff explicaría: "Lo que más me sorprendió era que no nos felicitaban, nos daban las gracias. Aquello era realmente inesperado, algo que nunca olvidaré. Era todo lo que nos decían: gracias. En todas partes".

Aquel 0-5 hizo tanto daño a Madrid, que la copia del partido, emitido en directo por Televisión Española, desapareció seguramente por orden de Santiago Bernabéu y durante años nadie sabía dónde estaba. En Cataluña, se hicieron pósters, banderines, camisetas y la famosa canción de La Trinca, Butifarra de payés, donde decían una gran verdad: "Y a los culés de verdad ya nos han hecho gastar los billetes, comprando libros, muñequitos, pósters, discos dedicados, pinturas y calzoncillos. Mientras mante la teta nos querrán hacer la marioneta y llegarán a inventarse desodorante para la axila que lleve los colores del Barça". Sí, la gente enloqueció con el resultado y aún hoy, escondidos en un cajón, aparecen aquellos productos que permiten a los abuelos contar a sus nietos los goles de Rexach, Asensi, Cruyff y Sotil. Ese día en que "sonaron cinco campanadas, allí en la Puerta del Sol. Cinco veces lloró la Cibeles, Madrid estaba de luto", como cantaba La Trinca, que también se llenaron los bolsillos, gracias a ese resultado.

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