Regreso donde Lamine Yamal perdió el miedo: "Venía gente asustada por si les robaban y no es el caso"
Dos años después de su eclosión, el ARA vuelve al humilde barrio de la familia paterna de la joven estrella azulgrana
Rocafonda (Mataró)Son las cinco de la tarde y Abdul Nasraoui se sienta en la mesa del final del bar que regenta en Rocafonda, Mataró. Se pone a comer. Ahora hay algo de paz y le toca a él, después de atender a los últimos clientes. "¿Por qué sigues trabajando?", le pregunta, simpática, Rocío Escandell, la presidenta de la Asociación de Vecinos del barrio. "Porque quiero seguir trabajando", responde Abdul, el tío paterno de Lamine Yamal, como si fuera una obviedad pese a que su sobrino, con 17 años, ya es candidato al Balón de Oro. Solamente hace ocho meses que Abdul ha abierto el Bar Cafetería LY 304, especializado en cocina marroquí y presidido por fotografías de su sobrino con la camiseta del Barça y de la selección española, bufandas del CF Rocafonda y un escudo del CF la Torreta, donde jugó antes de ir a parar a la cantera del Barça
Abdul hace 27 años que llegó a Rocafonda procedente de Marruecos. Ahora tiene 48. "Todo el mundo quiere apuntar a su hijo a jugar a fútbol. Es una alegría, la verdad", explica sobre la influencia que ha tenido el fenómeno Lamine Yamal en el barrio. En la televisión del bar pone todos los partidos del Barça. Pero también los del Madrid, el Atlético y cualquier equipo que pueda animar a los clientes. Todo el mundo es bienvenido, lleve la camiseta que lleve. Hubo muchas camisetas blancas en el clásico del pasado domingo. "El clásico fue una pasada. Vino mucha gente aquí, la mayoría jóvenes. ¿Marca el Madrid? Todo el mundo grita. ¿Marca el Barça? Todo el mundo grita. Y lo pasamos bien. Fue un fin de semana fantástico", recuerda satisfecho.
Desde la eclosión de Lamine Yamal el foco mediático apunta hacia Rocafonda. El futbolista lo fomenta cada vez que celebra un gol haciendo, con los dedos, el 304, las últimas cifras del código postal. Aquí viven 11.000 personas, de las que 3.000 son menores. La inmigración ha ido a más durante los últimos años (el 40% de la población del barrio es magrebí) y algunos vecinos se quejan de que se ha incrementado la conflictividad. "Yo no he tenido ningún problema. Tengo buenos vecinos, buena gente. Todo el mundo hace su camino", asegura Abdul. Su especialidad es la carne con barquq. Abdul está acostumbrado a recibir visitas de periodistas y curiosos. Nos enseña su whatsapp. Se acumulan peticiones de todo tipo de gente que no conoce.
El estigma del barrio de Rocafonda
Rocío y Abdul se conocen desde hace años. Son dos caras que forman parte del paisaje de estas calles. De hecho, Abdul y el marido de Rocío fueron juntos a la escuela. Ambos, cada uno a su modo, luchan para mejorar Rocafonda. "Es un barrio enriquecedor. Viene gente de todas partes y tenemos muy buenas personas. El foco político nos puso en una situación un poco complicada porque decían que nuestro barrio era muy conflictivo. Venía gente asustada porque creían que les robarían. Y no es el caso", relata la presidenta de la AVV de Rocafonda. Atiende al ARA en el Espai Jove de Rocafonda-El Palau, donde cada tarde chicos y chicas de entre 12 y 25 años se encuentran para realizar actividades. El año pasado terminaron con 180 inscritos. En la sala principal hay un billar, un futbolín, una Play Station 4 (que sobre todo se utiliza para jugar al FIFA), una mesa de tenis de mesa, un banco pintado con los colores de la bandera LGBTI y carteles sobre feminismo, salud mental y el catalán.
"Se apoya a los jóvenes para que no estén únicamente en la calle; a veces no saben a dónde ir. Se hacen muchas actividades, les ayudan a hacer los deberes y cuando llega el verano se los llevan a la playa", dice Rocío. Uno de los jóvenes que acudió en el pasado es Mounir, el padre de Lamine Yamal. "Gracias a Lamine Yamal ha habido un cambio de chip en los niños, que ven que hay un chico del barrio que ha podido salir adelante". Uno de los talleres que más triunfa en el Espai Jove es el de dibujo. Hay otro, el de Fem Barri, que consiste en contar historias de personas de entre 70 y 103 años (los que tiene la mujer más mayor de Rocafonda). La idea es acabar poniendo códigos QR repartidos por el barrio que relaten estas historias.
La difícil vida de la abuela
Una de ellas es la de Fátima Romani, la abuela paterna del futbolista prodigio. Sigue viviendo en Rocafonda, pero regresa a menudo a Kasr al-Kabir, una ciudad del norte de Marruecos. Fátima, que ahora tiene 71 años (sabe que nació en 1954, pero no qué día), pasó una infancia difícil. Su madre murió cuando ella tenía seis meses y la criaron su padre, el abuelo materno y la mujer de su tío. Su padre era militar en España y tenía varias mujeres. Cuando él se marchaba, Fátima tenía que convivir con ellas y sufría. Con 12 años, la obligaron a casarse, pero el matrimonio solamente duró cinco días.
Nunca ha podido estudiar porque tenía que cuidar a su hermano y sus sobrinos. Más tarde, volvió a casarse, pero su marido murió joven. En Marruecos trabajó cuidando cabras, en una sauna masajeando a mujeres, en una fábrica y vendiendo verduras. En Catalunya, empezó limpiando casas sin papeles y después trabajó, ya legalmente, en residencias de ancianos, donde cuidaba y cocinaba. Tiene seis hijos, entre ellos Abdul y Mounir. Y tiene 24 nietos. Uno de ellos, Lamine Yamal, que este año ha hecho por primera vez el Ramadán gracias a su influencia.
Ibra Dibbaga llegó a Rocafonda en 2021 procedente de Numueley (Gambia) Habla catalán y castellano. "Entonces yo no conocía a nadie y gracias al CF Rocafonda hice amigos y ahora mucha gente me conoce en el barrio", explica. Tiene 20 años y es uno de los habituales del Espai Jove, donde forma parte de un programa para ir de prácticas a otros países. En su caso, a Portugal para hacer de camarero. Ibra, en voz baja y con una sonrisa, confiesa que es seguidor del Madrid. "No le tengo rencor a Lamine Yamal, es un crack, me gusta cómo juega, como regatea. Hay mucha gente que quiere ser como él, yo también", explica Ibra.
Incluso, Ibra tuvo el privilegio de jugar a fútbol con Lamine Yamal en el parque de Rocafonda, donde hay una pista de hormigón con dos porterías y el célebre graffiti con el nombre del barrio del artista urbano Toni Salazar. "El miedo lo dejé en el parque, en Mataró, hace tiempo", dijo Lamine Yamal en la rueda de prensa previa del Barça-Inter. "Cuando aún no era profesional veníamos aquí a jugar con él", recuerda Ibra. Una veintena de niños y niñas de varias nacionalidades, con camisetas del Barça y del Madrid, chutan balones tras salir de la escuela en este parque desde donde se ve el mar. "En el barrio de Rocafonda, más Lamine Yamals y menos desahucios", sentencia una pintada en las gradas de la pista.