Tres años de la victoria de Laporta: entre espinas y heridas
El diario ARA me invita a realizar un análisis de la situación actual del Fútbol Club Barcelona coincidiendo con el tercer aniversario de la proclamación de Joan Laporta como presidente, así como de los aspectos más notorios o cambios más destacables acaecidos durante este período.
Lo primero que me viene a la cabeza es que el tiempo pasa volando. Más de tres años ya desde que Madrid se despertaba con una lona gigante de 1.000 m², junto a un santuario blanco en obras, donde un imponente Laporta se dirigía al madridismo. Y lo hacía de una manera que no por simpática dejaba de ser una osadía publicitaria y social sin precedentes, consiguiendo instalarse en el trending topic mundial durante unas horas.
Funcionó, pero me niego a valorar de forma separada la acción mencionada. La lona formaba parte de una estrategia con mensajes transversales particularizados para todos los estratos sociales, todas sus procedencias y todas sus edades. Mensajes ilusionantes y amables de empoderamiento y orgullo como culés. Una estrategia donde se estableció como sagrado no salir del relato dibujado mientras esperábamos pacientemente a que los rivales erraran de forma reactiva, y lo hicieron.
El resultado es conocido: Laporta ganó las elecciones. ¿Lo hizo por la campaña? En absoluto. Una campaña es sólo un instrumento imprescindible, una máquina de seducción calibrada con un solo fin: la victoria. Pero quien gana y pierde unas elecciones es siempre el candidato propuesto. Siempre.
Tres años después
El tiempo ha pasado, el club ha iniciado la obra más importante de su historia ya como campeón de Liga, después de unos inicios traumáticos heredados, económica y deportivamente, de juntas anteriores. En la actualidad navega, y me temo que por un tiempo entre grandes dificultades deportivas, económicas y estructurales.
Nadie dijo que sería fácil. No lo está siendo, y en esa fragilidad de acción, de evolución del día a día y también de resultados, vivimos hoy instalados en una angustia permanente fruto de la incertidumbre de nuestra realidad y de la mirada desconfiada de los mercados que deben alimentar, con su apoyo, nuestra debilidad.
El presidente sigue fuerte, diría que muy fuerte. No es fácil doblegarle y menos hacerlo contra la pasión que siente por su club. Pero a nadie se le escapa que también se le ve castigado por la dificultad del momento y, demasiadas veces, por la muy insuficiente estructura profesional, de consejo y de apoyo que sería deseable y que desgraciadamente no ha logrado todavía establecer de forma sólida y permanente.
¿Dónde estamos? Una economía delicada, una masa social preocupada y expectante. Un equipo en construcción (como dice el entrenador ya dimitido). La incógnita del modelo de un míster que debe llegar y heredar una joven generación que ya asoma, espectacular, radiante pero imberbe. Y, también, un Spotify Camp Nou que ya empieza a evocar olores de futuro con la llegada de la primavera. Todo esto configura hoy nuestra existencia, que navega entre la esperanza y, por qué no decirlo, un cierto miedo.
Y el tiempo pasará, y sabremos el desenlace de todo ello, y llegarán nuevas elecciones donde se valorará el trabajo realizado y los objetivos alcanzados. Y quién sabe si volverá a sonar mi teléfono, y la llamada me invita a dirigir una nueva campaña a la presidencia de mi club... ¡Y que gane el mejor, y que éste lo lleve yo!