Eleccions al Barça

Joan Laporta: de la lona al palco

Análisis de los cuatro meses de campaña que han hecho volver al abogado a la presidencia del Barça

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Joan Laporta, celebrando con sus directivos la victoria a la presidencia del Barça

BarcelonaLos que conocen bien a Joan Laporta defienden que la gente, en general, tiene una imagen sesgada de él. Hablan de alguien "enérgico y pasional" pero también "creíble y fiable", con "autoridad" en las distancias cortas y "respetado" en los estamentos federativos. Pero esta faceta queda eclipsada por imágenes míticas como aquella en la que aparece empapado de cava celebrando una victoria contra el Madrid, u otra en la que sale regañando a los peñistas al grito de "al loro" cuando el equipo no funcionaba. Por eso, cuando elaboraba la estrategia de campaña, era primordial que se mostrara como un candidato moderado y conciliador. Le tocaría tragarse muchos sapos y a buen seguro que sus rivales lo pincharían. Pero él tenía que ir a lo suyo, no salirse del guion y hacer buenos los primeros pronósticos, que le daban ventaja para volver al palco del Camp Nou.

Dimitido Josep Maria Bartomeu, las elecciones dependían de si Joan Laporta daba finalmente el sí. "Son dos escenarios totalmente diferentes", apuntaba Agustí Benedito en su día, uno de los rivales que no podría pasar el corte de las firmas. Pero el expresidente lo tenía claro, y también los miembros de su candidatura. "Una cosa es cuando tomas la decisión final, y otra estar preparado para cuando llegue el momento. Y nosotros lo estábamos", explicaba hace unos días al ARA Elena Fort, futura vicepresidenta del Barça. En el imaginario culé se calculaba que Laporta arrastraría alrededor de 15.000 votantes fieles, los que confiaron en él en las elecciones del 2015. Y la gran duda, entre los rivales, era saber si aumentaría mucho más esta cifra.

'No surrender'

Precisamente, la victoria de Laporta se empezaría a gestar ahora hace seis años, en los comicios de ese sábado 18 de julio, cuando no pudo hacer nada contra el triplete que acababa de ganar el Barça bajo la presidencia de un Bartomeu que ocupaba el cargo a raíz de la dimisión de Sandro Rosell. Laporta se marchaba dolido del Camp Nou, sin felicitar al ganador, pero antes se despedía con un "no surrender" que hoy tiene todo el sentido del mundo. El abogado barcelonés, que había pasado de puntillas por la política, decidía no hacer oposición activa. Ahora bien, se reunía regularmente con su equipo de confianza, en el que figuran nombres como Elena Fuerte, Rafael Yuste, Josep Ignasi Macià o Josep Cubells, que ya lo habían acompañado en los comicios anteriores. Nunca, hasta el mes de noviembre, habían dicho públicamente que se presentaban, pero todos lo tenían asumido. Y más después de ver cómo el Barça iba a la deriva a nivel deportivo, institucional y, con el coronavirus, económico. "El socio no quiere esto, quiere que su club vuelva a ser ganador y respetado", apuntaba uno de los futuros directivos. Estaban en el lugar oportuno en el momento indicado, y lo querían aprovechar. Ya contaba con su núcleo de confianza, amplió la nómina de directivos con caras nuevas –uno de ellos, Jaume Giró, ex director general de la Fundació La Caixa, que aportaba músculo financiero al equipo, y que había declinado formar parte del equipo de Víctor Font– y empezó a planificar toda la maquinaria electoral.

Joan Laporta, durante el acto de campaña en la Verneda, acompañado de la su directiva

Laporta fue el último de los candidatos en anunciar formalmente que se presentaba. Lo hizo el 30 de noviembre, cuando había pasado un mes de la dimisión en bloque de la directiva de Bartomeu, y pocos días después de que la junta gestora anunciara que las elecciones serían el 24 de enero. No era en vano: esto le permitió ahorrarse los primeros rifirrafes entre los aspirantes. Cuando dijo que sí, lo hizo con un as en la manga, la que sería sin duda la imagen de la campaña: la lona de al lado del Bernabéu ("Ganas de volver a veros"). Un impacto mediático en mayúsculas, incluso más grande del que habían previsto. No solo se ganó la simpatía de miles de socios sino que también hizo poner nerviosos a los rivales: cuando Víctor Font hablaba de ello para reprochárselo, en realidad le estaba haciendo una campaña gratuita. Y cuando bajaba el suflé, el propio Laporta se encargaba de hacerlo subir dando "una segunda vida" a la lona, troceándola para acabar recaudando dinero que iría a parar a la Fundació del Barça.

60% de intención de voto

Empezaban a circular los rumores sobre intención de voto, pero faltaban las encuestas. La primera, en la sede de Laporta, llegó el 14 de diciembre. Las expectativas no podían ser mejores. Al expresidente le daban una gran ventaja, casi un 60% de intención de voto. A partir de aquí, la gran duda: ¿cómo gestionarla? Encontró la respuesta de la mano de Lluís Carrasco, el encargado de la estrategia electoral. Se tenía que jugar a la defensiva, evitar caer en provocaciones y sin salir del guion. Era la apuesta ganadora. A Laporta no le hicieron falta grandes presentaciones explicando su proyecto, ni picó el anzuelo cuando los rivales le cuestionaban si realmente había trabajado mucho pensando en el club. Un discurso plano, sin salidas de tono ni reproches ante las cámaras. Tan solo en el último día, en el último debate, se vio al Laporta que algunos tenían en la memoria. No buscaba esto, en esta campaña, sino un ademán serio y reflexivo ante la prensa, evitando dar carnaza a sus oponentes y devolviendo las pelotas que le enviaban aprovechando su capacidad oratoria. Cuando alguien le decía que se había hecho mayor, apelaba a la madurez. Si le reprochaban la gestión económica, respondía saliendo por la tangente y contando los títulos que ganó. Si le hablaban de proyecto deportivo decía que se mandaba mensajes con jugadores del primer equipo. Cuando le preguntaban por fichajes explicaba que tenía buena relación con los mejores representantes. Y sobre Messi, aseguraba tener credibilidad y ascendencia para hacerle una propuesta irrechazable. Tampoco sufrió cuando Font presentó un organigrama con nombres como Xavi Hernández, Jordi Cruyff y Albert Benaiges. Resulta que Xavi no dijo ni mu, Jordi acabó abrazando el laportismo y Benaiges aparecía en la sede de la candidatura, en la fábrica Moritz, el día que Laporta presentaba su proyecto deportivo.

Joan Laporta desplegó una lona gigante para hacer campaña al lado del Bernabéu.

Ahora bien, había un segundo Laporta, el que tenía que recorrer el territorio para explicar incansablemente su proyecto. "Dijo que estaría quince días sin pasar por casa, durmiendo afuera, pasando por todo Catalunya", apunta su hermana Maite. Al final solo pudo hacer la mitad de los actos que tenía previstos. Pero le bastó. Y eso que casi no se promocionaban en las redes "para evitar aglomeraciones". Laporta, cuando no había micrófonos, tenía un tono más distendido y desenfadado, en el que atacaba a sus rivales con ironía y atrapaba al público con un discurso más alentador del que ofrecía en las ruedas de prensa. Una tarea de relaciones públicas que fue acompañada del trabajo de hormiguita en las peñas. "En 2015 no pudimos entrar. Jordi Cardoner había hecho muy bien el trabajo. La recogida de firmas fue un fracaso. En cambio, esta vez ha sido brutal", explican desde su equipo. No era extraño, pues, ver en todos estos actos múltiples a representantes del movimiento peñístico, que representan a más de 15.000 socios con derecho a voto, en conjunto.

Aprender de los errores del 2015

La estrategia no fue gratuita. Escaldado por lo que había pasado en 2015, sabía que no bastaba con un micrófono para ganar unas elecciones. "Ese año anunciamos que nos presentábamos y casi no teníamos ni sede, como quien dice. Estaba claro que no nos podía volver a pasar", apunta un de sus asesores. Hacían falta anuncios, promoción, merchandising. La inversión económica fue elevadísima, partiendo de un presupuesto de 1,8 millones. Un dinero que sería insuficiente cuando se aplazó la cita electoral por la pandemia, y que obligaría a los miembros de la nueva junta a hacer una segunda inyección de capital. Precisamente, esa semana de enero, cuando se confirmaba que los socios se tendrían que esperar un mes y medio para votar, fue de las más delicadas en la candidatura. "Es indiscutible que ahora ganaría Laporta. Con mucha diferencia. Ya veremos qué pasa en marzo, a pesar de que no parece probable que se acabe recortando la distancia", analizaba en su día Jaume Montané, propietario de TIME Consultants, la empresa que hizo el sondeo de Mundo Deportivo. Tenía razón.

El acto de Joan Laporta ha llenado las gradas de la Verneda

Laporta se mantuvo firme. Aceptó decir cosas impopulares, como cuando defendía votar a pesar del coronavirus –ya se había anunciado un voto descentralizado, pero todavía no el voto por correo–, o cuando se oponía a fichar al central Eric García. Días después, hablaría por primera vez de jugar en Montjuïc temporalmente y así acortar plazos y coste para remodelar el Camp Nou. Apostó por mantener su agenda y le acabó saliendo bien.

Vértigo dos semanas antes

Las encuestas repetían que lo tenía ganado –la última, hecha dos semanas antes, hablaba de una intención de voto del 58%, casi el mismo porcentaje con el que ganó los comicios–. Pero, justo entonces, empezaron los nervios en la candidatura. "Sensación de vértigo, de mariposas en el estómago, de sentirlo tan cerca". La campaña se estaba haciendo eterna y existía el riesgo de que los oponentes pudieran llegar a atraparlo. También estaba la incógnita del voto por correo. Quedaban los tres últimos debates y el objetivo era no cometer errores. "Soy un delantero y me hacen jugar de centrocampista", comentaba con sentido del humor. Cometió algunos, como cuando demostró desconocimiento sobre el equipo femenino de fútbol, pero lo penalizarían poco.

Llegó el día D con "buenas sensaciones". La lluvia de primera hora de la mañana y una participación que se disparó antes del mediodía daban esperanzas a Toni Freixa y a Víctor Font. Los nervios se calmaron cuando llegaron los primeros sondeos, antes de comer. La victoria de Laporta parecía incontestable, mientras que los rivales reconocían que no había nada que hacer. Conseguiría 30.184 votos, más incluso que los 27.138 del 2003. Joan Laporta, presidente electo, ocupará formalmente el cargo cuando haya presentado el aval de 135 millones. Un punto que habían dejado "apalabrado" con los bancos, pendiente de ejecutar. Tiene 10 días para convertirse oficialmente en el presidente del Barça. Su mandato se acaba en 2026.

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