Al loro, que Joan Laporta ha hecho la campaña menos laportista que podía hacer y, aún así, está más bien situado de lo que nadie podía prever hace un año. Su estrategia ha sido más simple de lo que se podía pensar. Un único impacto mediático y un programa con pocas propuestas. Su campaña será la de la lona en el Bernabéu, efectista y efectiva, para marcar un punto de inflexión. Hay un antes y un después de aquella pancarta. 400 metros cuadrados de PVC para marcar perfil y autoestima. Jan empezó a gustarse cuando, al lado del Paseo de la Castellana, atendía a la prensa mientras miraba la pancarta publicitaria.
Laporta parece un futbolista. Allá donde va no para de hacerse selfies. El Barça y el fútbol son diferentes de todo. Desde que abandonó el club en 2010, siempre había conservado el voto cautivo de un porcentaje de la masa social considerable, pero la salida traumática de Josep Maria Bartomeu parece que ha representado un trasvase de votantes frustrados directos al abogado barcelonés. Aquel joven camaleónico del Elefant Blau, que llegó a la presidencia con una junta que sumaba perfiles y personas de talante muy diferente, poco tiene que ver con el Laporta actual. A pesar de que él lo niega, hay un claro efecto estético que lo ha rejuvenecido.
Laporta ha hablado menos que nunca para no cambiar las percepciones que el socio tiene de él. Dicen que la percepción no es la realidad, pero que es lo que cuenta. La fachada en Madrid lo ha explicado todo, no le ha hecho falta nada más: orgullo (recuperarlo), rivalidad (esto es fútbol) y liderazgo (aquí estoy yo). Ha dejado su yo y su capacidad de generar titulares aparcada prácticamente durante toda la carrera electoral, que ha hecho sin levantar la voz. La parte más reflexiva del candidato tampoco ha dado estos grandes titulares. En las entrevistas previas hacía un esfuerzo para ser menos Laporta que nunca. Incluso en La Sotana Jan pareció poco Laporta. Menos mediático de lo que se podía esperar, dando pocos titulares, Jan podía hacernos llegar a la conclusión que había definido un nuevo perfil. Pero esto es poco creíble: es postureo, no conducta. La pancarta lo delata.
El algodón no engaña. Laporta es Laporta. No le hace falta programa, tampoco equipo, aunque esta vez ha sumado un lugarteniente de renombre y prestigio: Jaume Giró, que ha aportado solidez económica y una incisiva capacidad dialéctica en los debates previos, construida gracias a una trayectoria contrastada en grandes empresas de la Íbex-35, sobre todo en La Caixa. Laporta es carisma, Luz de Gas y Ligas de Campeones, mientras que Giró es planificación, gestión de la comunicación y conocimiento financiero.
Guardiolismo y cruyffismo
El laportismo ha centrado la campaña en reivindicar un pasado glorioso, artífice del exitoso mandato que nos abrió el camino para empezar a tocar el cielo. Cruyffismo y guardiolismo le pertenecen por filias. No ha anunciado ningún fichaje mediático en toda la campaña, a la vez que ha demostrado proximidad con muchos ex jugadores para exhibir su complicidad con los vestuarios. Ha sido contundente al decir que con él Messi no se habría planteado nunca irse. Piensa solucionar el futuro del 10 comiendo en una mesa (le gusta disfrutar de las buenas comidas). Esperamos que dar este titular fácil a la prensa no haya indispuesto el argentino. La experiencia no le restará determinación, se reconoce más preparado que hace una década, pero será el mismo, puesto que no aporta ninguna reflexión sobre si tiene que ser diferente.
Laporta dice que no es un ser rencoroso, pero sí magnánimo. Jan es de los suyos y los suyos le acompañan a muerte a cualquier destino. La estación Barça 2021 la encontrarán llena de trampas, y tendrán que ser un equipo más que nunca. Tendrá que hacer efectiva su contundencia si preside el club y tendrá que convertir promesas en realidades con pocos argumentos dentro y fuera del campo. El espacio que hay entre el Camp Nou, su casa y su despacho puede transformarse en un Triángulo de las Bermudas si no llega con un buen navegador al club.
Si, finalmente, consolida las mayorías que le dan las encuestas, su presidencia tendrá más incógnitas que nunca, puesto que ha dado menos detalles de los que habitualmente explican los candidatos en campaña. Cuanto más insistía en el futuro Font, más replicaba en la búsqueda del pasado Laporta sin ningún tipo de miedo. Los debates han demostrado que jugaba a aguantar el resultado, a pesar de lanzar más de una sentencia contra Font, milimétricamente premeditada, para ridiculizar el perfil perfeccionista del rival. Hace un año, nadie, ni siquiera él mismo, podía pensar que tendría tan cerca la poltrona culé. Hace un mes y medio, precisamente tenerla tan cerca le hizo perder los nervios ante el anuncio del aplazamiento electoral. Aquel fue el único momento de desgobierno mediático del favorito para presidir el Barça.