El problema de las mujeres en el fútbol
Este domingo pase lo que pase en la final de la Eurocopa femenina una entrenadora ganará el título: Sarina Wiegman (Inglaterra) o Martina Voss-Tecklenburg (Alemania). De las 16 selecciones que han participado solo seis, menos de la mitad, estaban entrenadas por mujeres y tres de ellas accedieron con sus equipos a las semifinales. La Eurocopa que está batiendo récords de audiencia y de asistencia también ha visibilizado el acierto de contar con una mujer en el banquillo. Otro muro, otro techo de cristal que empieza a caer ante la evidencia de que, si a ellas se les da la oportunidad, el acceso y los medios, alcanzan los objetivos igual que los hombres.
Según datos de la UEFA en Europa solo el 6% de los entrenadores son mujeres. ¿Tienen menos conocimientos? ¿Están menos preparadas? ¿Menos capacitadas para liderar? No, no y no. El problema es de sexismo, de machismo. Acceder a entornos mayoritariamente masculinos con entornos intimidantes, condescendientes, donde son examinadas con lupa y en los que deben demostrar la excelencia hasta para poner su nombre en la pizarra continúa siendo una montaña que hay que escalar por el simple hecho de ser mujeres. Y nada más que por eso. No es una opinión, es un hecho.
¿Datos? Solo en España, de los 16 banquillos de la Liga Iberdrola, solo cinco estaban ocupados por mujeres: Iraia Iturregi del Athletic Club, Natalia Arroyo de la Real Sociedad, Sara Monforte en el Villarreal, Andrea Esteban en el Valencia y Ana Junyent en el Eibar. Solo hay dos presidentas: Victoria Pavón del Leganés y Amaia Gorostiza en el Eibar, dos de 42. El pasado 3 de octubre, en el Getafe-Real Sociedad, por primera vez en la historia dos mujeres estaban en el equipo arbitral: Guadalupe Porras y Marta Huertas de Haza. La representación en las Juntas directivas también es mínima, testimonial. En los dos grandes clubes, Barça y Real Madrid, solo hay dos mujeres: Elena Fort y Catalina Miñarro. Y estamos en el 2022, así que permítanme que no celebre como un triunfo lo que continúa siendo una vergüenza.
No creo que llegue a ver a una mujer dirigiendo a un equipo masculino de fútbol en Primera y ojalá me equivoque. Porque hasta con todos los datos y evidencias hay quien sigue pensando que si ellas no están dirigiendo, organizando o entrenando es por falta de aptitudes o de interés. Y esa es la idea, el sistema, contra el que aún hay que luchar.