VicCae la noche de forma delicada en Vic, dejando tonos rosados en el cielo para dar paso, poco a poco, a una oscuridad que se interrumpe por las luces brillantes de los focos del estadio Hipòlit Planàs. Se oye música a todo trapo. La mayoría de las canciones que suenan son de artistas catalanes: Oques Grasses, Figa Flawas, The Tyets... También hay una nube de humo que se va colando, indisimulada, hacia dentro al estadio para quedarse flotando sobre el césped: es fruto de las morcillas a la brasa que algunos de los numerosos voluntarios preparan para los casi 7.000 aficionados que, con un hormigueo constante, van llenando el estadio y sus gradas supletorias. Se han instalado para la ocasión, para atender la demanda de la gente en "el partido más importante de la historia de la Unión Deportiva Vic", tal y como se pronuncia, con orgullo, desde la megafonía de la estadio.
Un estadio lleno de bufandas rojas y blancas conmemorativas, que no se cansan de vender Eva y Dunia, en una de las puertas de acceso y sin ahorrar ninguna sonrisa a los numerosos clientes que, además de resguardarse el cuello, quieren llevarse un recuerdo más de una jornada histórica en su casa: la visita del Atlético de Madrid. “Pasa tú, Bruna, que tienes tú todas las entradas juntas”, le dice una amiga a otra en una de las colas de acceso. No se hacen muchos rodeos, la gente ha acudido con tiempo. Nadie quiere perderse este partido, los panellets, los boniatos y las castañas ya llegarán más tarde. La visita de un equipo de Primera División a Vic fue el plato fuerte del sorteo de la Copa y en el estadio no cabe ni una aguja cuando llega el día señalado.
Aunque la afición de Vic empieza tímida, en un inicio del partido en el que el Atlético quiere ir al trabajo, se va animando. Superado el susto inicial de Ángel Correa, protagonista en un once de Simeone con mucha presencia de jugadores del primer equipo, el Vic lo cree, se permite soñar con algunas ocasiones –hasta tres– que si bien no acaban bien finalizadas , hacen levantar el culo de la silla a los aficionados. También ondean algunas de las 2.000 esteladas que ha repartido Pacte –que reúne a las entidades independentistas de Osona– de forma gratuita.
80 minutos para el recuerdo
La primera parte acaba con empate a cero y con el Vic mirando de tú a tú a todo un Atlético de Madrid. Simeone, que se pasa buena parte del primer tiempo nervioso, sacude la coctelera y, con la entrada de Koke y Lemar por Kostis y Serrano, acaban los jugadores del filial. El técnico argentino dispone un once plenamente de la primera plantilla en Vic, un conjunto que fuera de la burbuja de la Copa juega hasta cinco divisiones por debajo, en la Liga Élite. Más tarde se suma Griezmann, un campeón del mundo, que releva a otro campeón del mundo Lemar, lesionado de nuevo tras regresar de una larga baja. Se va entre lágrimas. Las lágrimas del desafortunado Lemar contrastan el éxtasis de la afición local, cada vez más animada, porque el Vic, a la contra, busca las cosquillas en un Atlético nervioso. Ignasi Quer, Martí Riera y Dídac Serra se aproximan al gol, pero no lo logran. Entra Julián Álvarez, otro campeón del mundo.
Los jugadores del Vic celebran cada ocasión, cada balón recuperado, cada duelo ganado y cada paro de Agustín Mora como si les fuera la vida. De hecho, es el partido de su vida. Hasta que el árbitro Cuadra Fernández toma protagonismo: un inexistente penalti de Bertrana a Giuliano Simeone acaba con el 0-1 de Julián y con Senyé expulsado por protestar. Es cierto que en la primera mitad había perdonado uno en el Vic por manos, que no había visto. Ya con inferioridad, Julián enseña su calidad y cierra, con el segundo, el marcador. La fe de Vic y su gente ha durado unos 80 minutos dulces y emocionantes que, seguro, no olvidarán.