BarcelonaCreo que la mayor parte de catalanes todavía no se han dado cuenta de todo lo que ha conseguido Jordi Fernández. Con apenas 41 años ya lo tenemos entrenando a un equipo de la NBA. La NBA, ¿eh? Ya sabéis cómo es esa liga. Los Lakers, los Celtics, LeBron, los mejores jugadores, pabellones de última generación, grandes audiencias, entradas caras, millones de aficionados. Una de las competiciones deportivas más exigentes y famosas. La NBA, ¿eh? Y no hablamos de estar en el cuerpo técnico, de ayudar llevando toallas o llevándole café al entrenador. Es él quien manda. Antes, solo lo habían hecho dos europeos. Dos serbios, claro. De una tierra donde el baloncesto es una religión: Igor Kokoskov lo hizo una temporada en los Phoenix Suns y Darko Rajakovic lleva una temporada al frente de los Toronto Raptors. El tercer europeo es un badalonés. Una ciudad, como Serbia, donde el baloncesto es algo más que un deporte.
Tenía que ser un badalonés. Ninguna ciudad respira baloncesto como esta. Cuentan los que conocen a Jordi que todavía sigue los resultados de las categorías inferiores de la Penya cuando encuentra un rato, ya que su vida ha cambiado del todo. Jordi es puro baloncesto. Vive para este deporte, pero encontrando equilibrio para cuidar a su familia, con unas hijas a las que pone los dibujos de Televisió de Catalunya, para que tengan claro, a la sombra de los rascacielos de Nueva York, de dónde ha salido su padre. Fernàndez siempre saca pecho recordando sus raíces. Las pistas de Badalona, de la Plana al Sant Josep, pasando por la Penya. No esconde que ha trabajado mucho para llegar donde está ahora.
Hablamos de un catalán en la NBA liderando un proyecto de larga duración. Porque no es solo que los Brooklyn Nets hayan apostado por él, es que le han dado confianza para ponerse al frente de un proyecto de larga duración. Se espera que este año el equipo no haga mucho, ya que no tiene la mejor plantilla. Y se quería ir mejorando con los años hasta hacer play-off. El problema es que de momento los Nets ya ganan más partidos de los que la gente imaginaba. Y los jugadores parecen animados con Jordi. En la NBA, ¿eh? Los que teníamos un póster de Michael Jordan en la habitación e íbamos diciendo "apostoflant" imitando a Jordi Robirosa cuando hacía conexiones desde las finales de la liga norteamericana estamos emocionados. Lástima que cierto alcalde lo aproveche para pagarse una semana en Nueva York, cierto. Pero no es cosa de Jordi, un trabajador incansable que ha llevado toallas y cafés a entrenadores y ahora no quiere que se los lleven. Ahora quiere cerrar filas, mientras sigue ganándose el respeto de todos. Tenemos a un catalán entrenando en la mejor liga de baloncesto del mundo y mucha gente parece no entenderlo.