"No creo en los ídolos. Creo en mí mismo": Noah Lyles, el nuevo rey de la velocidad
El estadounidense recupera para Estados Unidos la corona de la velocidad 20 años después en una final muy ajustada
Enviado especial a París20 años después, un estadounidense vuelve a reinar a los 100 metros. Noah Lyles recuperó el trono de la velocidad para Estados Unidos con un triunfo con suspense, marcando casi el mismo tiempo que el jamaicano Kishane Thompson, 9.79. La diferencia fue de cinco milésimas de segundo. Tanto años de trabajo, días entrenando y la gloria se decide por cinco milésimas. Por un cuello estirado, por un cabezazo, por un último esfuerzo cuando ya no puedes más.
La atleta de Florida, que llevaba años con una sola idea en la cabeza, la de reinar en París, ganó alargando el cuello tanto como pudo, después de una carrera en la que empezó más lento. De hecho, fue quien empezó peor, con el tiempo de reacción menos rápido. En estas carreras, donde todo ocurre en un santiamén, estos detalles te pueden condenar, aunque los grandes campeones, como Bolt, ya lo tienen eso de despertar más lentos, como si les guste motivarse persiguiendo a rivales. Lyles seguía detrás de los 40 metros y al llegar a los 50, había subido una sola posición. Parecía imposible verle ganar, pero sus últimos 10 metros fueron demoledores. Quizá sea una distancia corta, pero no gana quien sale mejor, gana quien reparte mejor la energía durante menos de 9 segundos.
Fue una final preciosa, con todos los corredores bien juntos, llegando en menos de 0.20 segundos. Al final, todos acabaron mirando la pantalla, con inquietud, preguntándose quién habría ganado. Quien tenía una cita con la gloria era Lyles, con su mejor marca personal. En el atletismo, gana quien entra primero con el torso. Cuando el torso del estadounidense cruzó la raya, las piernas del jamaicano ya lo habían hecho. Su cuerpo, no. Lyles era el ganador de una final con un altísimo nivel donde de hecho, por primera vez un hombre bajó de los 10 segundos y se quedó en las semifinales.
La final, frente a 70.000 personas que ayudaron a hacer un magnífico espectáculo de luces antes de la carrera con unas pulseras que se iluminaban que habían regalado a todo el mundo, fue la carta de presentación de un Lyles que ya había participado en los anteriores Juegos, cuando joven y con menos experiencia, fue tercero en los 200 metros libres. Este ciclo olímpico, ha trabajado fuerte para mejorar a los 100 metros, consiguiendo brillar en el momento y lugar ideal: la final.
El ganador debía ser él, el chico que afirma que no basta con ganar medallas. Que es necesario repensar el deporte, que hay que dejar huella, con un discurso en el que mezcla modernidad con la pedantería de Muhammad Ali. Sus declaraciones antes de los Juegos de París lo dejaban claro: “Soy ilimitado. Tienes que tener la mentalidad de un dios para ganar. Tienes que tener la mentalidad de un dios para poder pensar cada vez que vas a ganar la carrera. Creer. Esto es lo que debes tener. No creo en los ídolos. Creo en mí mismo. Mi mentalidad es muy fuerte. Y si no lo es, lo entrenaré para que lo sea”, decía el atleta de Florida, que ofreció todo un espectáculo cuando lo presentaron, dando saltos, tocándose la cara como si fuera una fiera. Si, en el pasado, Usain Bolt antes de las carreras parecía de buen humor, Lyles quiere dar miedo.
El estadounidense, que quiere ganar más medallas en los relevos y también en su gran especialidad, los 200 metros, logró ganar una carrera en la que los jamaicanos, después de más de una década de dominio gracias a Bolt, plantaron cara gracias al buen papel de Thompson, que fue por delante toda la carrera por poco. Por detrás, sufría el vigente campeón, el italiano Marcell Jacobs, que ya bastó al ser quinto, afectado por las lesiones. La tercera posición fue para otro estadounidense, Fred Kerley. Cuarto acabó el sudafricano Akani Simbine, que ya lleva años a las puertas del cielo.
Nacido en Florida, pero criado en Virginia en una familia de amantes del deporte, Lyles quería ser gimnasta hasta que en el 2012 vio por televisión a Usain Bolt. Fue como una revelación. Entendió que quería ser atleta, que debía ser para Estados Unidos lo que Bolt era para Jamaica. De vuelta a Florida, para estudiar y competir, ha ido quemando etapas, no siempre fácilmente, ya que en el 2021 sufrió una depresión provocada en parte por la pandemia, que cortó su carrera, y los incidentes que se vivieron en Estados Unidos tras el asesinato a manos de la policía del ciudadano de color George Floyd. De hecho, ayer puso un mensaje en las redes donde decía "tengo asma, alergias, dislexia, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, ansiedad y depresión. Pero todas las cosas que tienes no definen todo lo que puedes llegar a ser".
Una vez se recuperó brillante en los mundiales de atletismo, demostró de qué pasta está hecho en una rueda de prensa donde dijo "miro a la NBA y veo que al campeón le dan el título de campeón mundial. ¿Campeón mundial ?En un Mundial o unos Juegos es donde está todo el mundo. No quiero ser mal interpretado, me gusta Estados Unidos...en ocasiones, pero cuando ganan decimos que somos campeones mundiales...no, no el mundo es mayor". Así se quejaba de la costumbre estadounidense de proclamar como "campeón mundial" al campeón de sus ligas, como el baloncesto.
Revolucionar el deporte
Lyles logró, de paso, que Estados Unidos pase rápidamente página del mal recuerdo de la jornada del sábado, cuando perdieron los 100 femeninos y el relevo 4x100, dejando claro que todo lo que decía, aunque sea algo subido de tono , quizás era verdad. “Estoy preparado para trascender al deporte. Las medallas son primero porque sin ellas, ¿quién te hace caso? Debemos impulsar la narrativa del atletismo. Debemos hacer más; debemos ser presentados en el mundo”, dice un hombre activo en las redes, que colabora con empresas reflexionando sobre las marcas comerciales, con un documental en Netflix y que, siempre que puede, busca la cámara. En París fue la cámara quien le buscó a él.