El kárate llega a los Juegos con seis siglos de historia detrás y un primer oro español
Sandra Sánchez, de Talavera de la Reina, ha ganado el oro en categoría kata
BarcelonaEl kárate es el último de los nuevos deportes olímpicos en debutar. Por primera vez, Tokio verá karatekas colgarse una medalla olímpica, y la primera en hacerlo ha sido una española. Sandra Sánchez se ha coronado campeona en categoría kata, confirmando su dominio en una categoría imponente y diferente, pues es un combate imaginario, sin rival. La deportista de Talavera de la Reina ha conseguido mejor puntuación que la japonesa Kiyou Shimizu.
De momento, Tokio será la única ciudad que con kárate olímpico, puesto que el COI anunció a finales del año pasado que el kárate quedaba excluido de los Juegos Olímpicos de París de 2024. Japón reconoció el kárate como un arte marcial hace 86 años, a pesar de que el camino hacia el olimpismo de esta disciplina empezó en el siglo XIV.
La mano china
Los orígenes del kárate tienen lugar a Okinawa, un enclave de islas subtropicales a unos 400 kilómetros al sur de las islas principales japonesas. Los chinos fueron los primeros practicantes de artes marciales en llegar a Okinawa, durante el siglo XIV, y hasta 1609 no llegaron los japoneses. Los Samurais tomaron el control del archipiélago y prohibieron a sus habitantes utilizar ningún tipo de arma. Para contrarrestar este poder, la gente de Okinawa creó grupos secretos de jóvenes para perfeccionar variedades de combate sin armas, mezclando los estilos de las islas con los chinos. Este arte marcial híbrida fue conocida como kara-té (mano china).
El kárate no utilizaba rankings por cinturones, ni uniformes de ningún otro tipo. Era un arte marcial basada en la disciplina. A pesar de que podía ser letal, se regía por la consigna de no atacar nunca primero. Pero en los inicios del siglo XX la guerra empezó a ensuciar la pureza de este arte marcial. Cuando Japón inició el reclutamiento masivo de soldados, en el ejército vieron que los practicantes de kárate tenían unas condiciones físicas inmejorables. Los egos de algunos karatekas crecieron hasta el punto que Choki Motobu, maestro de kárate de la realeza de Okinawa, intervino en una exhibición entre boxeadores europeos y japoneses expertos en sumo. Choki entró en el ring y con un solo golpe dejó noqueado a uno de los europeos.
La repercusión que ganó el kárate llevó el Dai Nippon Butoku Kai, el centro budista que supervisaba las artes marciales japonesas, a aceptar formalmente el kárate en 1935. En parte, una victoria para el arte marcial de Okinawa, pero a la vez, una derrota para los que la habían defendido como la más pura de las artes, puesto que fue adaptando su estilo a los japoneses. El kárate se había iniciado para inculcar los valores de los antiguos samurais: la lealtad ciega, el sacrificio y la negativa a rendirse. Esta parte mística cambió extremadamente cuando entre 1945 y 1948 decenas de miles de soldados americanos en tierra nipona fueron seducidos por el kárate, hasta el punto en que se crearon torneos que convertían el kárate en un deporte.
Robert Trias fue el primer americano en llevar el kárate a Estados Unidos y expandió este arte marcial mucho más allá de las islas asiáticas. En 1946 abrió en Arizona el primer dojo de kárate, y al cabo de poco tiempo ya dirigía más de 350 centros en todo Estados Unidos. Trias fue incluso el organizador de la primera copa mundial de kárate en 1963.
De Okinawa al olimpismo
En Tokio 2020, los karatekas competirán en el Nippon Budokan, un templo de las artes marciales construido para acoger las pruebas de yudo en los Juegos de 1964. Hombres y mujeres competirán en dos categorías diferentes, kata y kumite. La diferencia es muy clara. En kumite dos atletas compiten entre ellos, mientras que en kata solo un karateka ocupa el tatami.
En la disciplina ganada por Sánchez, solo hay una medalla de oro, tanto para hombres como para mujeres. En esta modalidad, el karateka, solo en el tatami, hace una demostración de movimientos ofensivos y defensivos dirigidos a un oponente imaginario. La Federación Mundial de Kárate reconoce 102 kates, 102 movimientos que cada competidor tiene a su alcance para conseguir la mejor puntuación del jurado. La puntuación más alta y la más baja de cada competidor se anularán, y serán las tres marcas restantes las que formarán la puntuación final. Después de una primera ronda, los mejores karatekes pasarán a la final para competir por el oro.
En kumite, los atletas se dividen en tres clases diferentes según el peso. En categoría masculina; menos de 67 kilograms, entre 67 y 75 y más 75. En la femenina; menos de 55, entre 55 y 61 y más de 61. En cada categoría, dos karatekas se enfrentan en un cuadrado de 8 metros de lado. Los combates duran un máximo de tres minutos y se pueden ganar de cuatro maneras. Si uno de los dos karatekes hace ocho puntos más que su rival, gana automáticamente. Si no se llega a esta diferencia, el ganador es quien tiene más puntos al acabar el combate. En caso de empate, gana quién ha hecho el primer punto. Los puntos se dan dependiendo del tipo de golpe y de donde se hace. Si ninguno de los dos competidores consigue puntuar, los jueces deciden un ganador.
Los mejores
Tanto en categoría masculina como femenina, las posiciones más altas del ranking de la WKF, la World Karate Federation, son de procedencia española. Damián Quintero y Sandra Sánchez son los mejores del mundo, seguidos de los japoneses en las dos categorías. Ryo Kiyuna ocupa la segunda posición en masculino y Kiyou Shimizu en femenino. Los dos españoles compiten en kata. Sánchez ha sido nombrada por la WKF "la mejor de todos los tiempos" y ya se ha proclamado campeona olímpica. Ahora es el turno de Quintero, que continuará con su rivalidad con Kiyuna. El japonés venció a Quintero en la final de los mundiales de 2018 y 2016. En casa de Kiyuna, Quintero intentará salir vencedor.