Historias de superación

Maria Petit: de quedarse ciega a subir montañas

Ha alcanzado cumbres como el Aneto, se prepara para la media maratón de Barcelona y lucha por los derechos de las personas con discapacidad

5 min
La Maria Pequeño con su perro guía Tavish de camino al Burriac

Vilassar de MarMaria Petit no para. Mientras prepara la fiesta de su trigésimo cumpleaños, hace conferencias en toda España, entrena para la Behobia-San Sebastián (carrera de 20 kilómetros) y pregunta si, para hacer esta entrevista, se tiene que vestir de calle o de montaña. "Yo es que soy un poco fashion, quizás mejor me visto con ropa de deporte si quieres hablar de la montaña y tenemos que hacer fotos", decide mediante una nota de voz de WhatsApp. Y aparece vestida de arriba abajo con ropa de la marca italiana que le patrocina, La Sportiva. Hasta aquí nada llamaría mucho la atención si no fuera porque Maria hace 12 años que es ciega.

En 2010, con 17 años, cuando era "una adolescente con mucha energía mal canalizada", sufrió un grave accidente de moto y perdió la visión. Se quedó sin ojos. Una bofetada inesperada de la vida que desembocaría, a lo largo de los años, en un vaivén de emociones varias. Desde la frustración y los momentos más duros, hasta la aceptación de una realidad cruda que ella define sin eufemismos: "No hay que buscar términos como capacidades diversas o diversidad funcional, o nada por el estilo, soy una persona ciega, cojones". Pero pese a su discapacidad, después de pasar por un proceso de conocimiento personal, Maria no deja de vivir probando casi todo lo que le apetece. Lo explica con una sonrisa que se contagia y lo acredita un Instagram que causa sensación.

Este domingo participará, acompañada de su amigo Pol, que le hará de guía, en la Behobia-San Sebastián. Solo es un calentamiento: se está preparando para la media maratón de Barcelona, que se celebrará en febrero. También le gusta entrenar y correr por la montaña, donde tiene que ir acompañada, en este caso, por dos guías: ella, en medio, se sujeta a una barra metálica direccional y avanzan los tres. Ha participado en carreras como la Burriac Atac, cerca de Vilassar de Mar, donde vive, sola, pero también ha alcanzado cumbres como el Aneto, acompañada del alpinista Ferran Latorre, o la Pica de Estats, entre otros muchos. No obstante, a pesar de que siempre había tenido cierta facilidad para los deportes, no fue hasta después del accidente cuando empezó a correr con regularidad: "Había dejado de fumar –ríe–, también estaba nerviosa, me costaba dormir... Tenía una pareja deportista y durante una noche de insomnio decidí que me aficionaría al esquí o al atletismo. Llamé a la ONCE y probé los dos deportes. El atletismo me gustó mucho".

Maria Petit y dos guías en el Anayet

La ceguera tampoco le impide disfrutar de una de sus otras grandes pasiones: viajar. Hace cinco años se fue a San Diego, en Estados Unidos, y se alojó en casa de una familia. Viajó sola hasta la India –"no quería tener que depender siempre de las fechas de los otros"–, donde se las ideó para encontrarse con el contacto de un contacto. También ha estado en Indonesia y en Marruecos. "No había subido nunca a un avión cuando veía, pero viajar es un deseo que siempre había tenido. Evidentemente, soy muy prudente", explica, y recuerda qué le dijo su padre antes de ir a Indonesia, donde había habido terremotos: "Maria, ve. Si nos vienen a buscar, ya les diremos que llevas toda la vida haciendo lo que te da la gana".

A pesar de la manera en la que afronta la vida aunque no puede ver, a Maria no le gusta definirse como un ejemplo de superación. "Parto de la base de que todas las historias son de superación. Cada uno se supera a su manera y se busca la vida como buenamente puede", explica. De hecho, a pesar de estar directamente relacionado, ella no enfoca su historia en el accidente, sino en cómo salió adelante su vida después de pasar un periodo complicado. "Cuatro años después del accidente estuve casi dos muy mal. Salí adelante. Esto es lo que me hace pensar en un espíritu de superación".

Cómo salir adelante

Fue una época muy introspectiva. "En 2014 había alcanzado la marca para ir a los campeonatos europeos de atletismo, había alcanzado la marca para participar, tenía una pareja fantástica. Todo el mundo me felicitaba, porque parecía que todo me iba bien. Pero yo no me sentía bien. No dejaba de sentir que me faltaba autonomía: no te sirve de nada clasificarte para unos Europeos de atletismo si no te puedes valer por ti mismo para salir de casa", explica. "Quería hacer de todo y no podía hacer las cosas más básicas. Me empecé a cuestionar muchas cosas y fue jodido. Y la gente no se daba cuenta porque, de puertas a fuera, yo comía muy sano, no paraba, quería ser la mejor atleta... Pero yo notaba que perdía la energía, adelgacé mucho, dejé de tener la regla...". También empezó a notarse desubicada respecto a su grupo de amigas: "Tienes 20 o 21 años y ves que salen de fiesta, que beben alcohol y tú te sientes fuera de todo esto...".

Con perspectiva, lo ve como una etapa de luto. "Después del accidente siempre estaba rodeada de mucha gente. Yo era la novedad. La hostia llega años después". Leyó mucho, se hizo muchas preguntas, se fue a vivir sola, se apuntó a yoga –"no soy especialmente mística; de hecho, si alguien me dice que se apunta a yoga, me preocupo", bromea–... También abordó el deporte de una forma más calmada y, poco a poco, fue construyendo la persona que quería ser. Dio pasos para tener más autonomía, con procesos como dejar el bastón y pasar a tener un perro guía, Tavish, al que quiere con locura. En el libro Marieta de l'ull viu, narra su historia de la mano de la periodista Maria Xinxó.

"Ahora estoy en un momento en el que me encuentro muy bien. Con mucha energía. Con todo lo que he hecho, la gente me pregunta cuál es mi próximo reto. Para mí es muy claro: seguir siendo autónoma", dice con una sonrisa. "Me considero una persona privilegiada, a pesar de tener una discapacidad. Pero que quede claro: tener una discapacidad es una putada. Hay muchas cosas que querría hacer, como ir a correr sola o ir a la playa, y no puedo. Pero, dentro de todo, me siento bien: quiero mucho a mi familia, tengo una pareja y unos amigos fantásticos, tengo el trabajo que me gusta [trabaja en el departamento de comunicación de una empresa de moda], una casa donde vivir, muchísima vida social...".

El ejemplo de superación de Maria llena de vitalidad a quien lo quiere escuchar. Ella también quiere que su historia sirva para reivindicar los derechos de las personas con discapacidad. "La sociedad es limitadora, no está construida para que una persona ciega viva: no se trata de adaptar nada, sino de que, a la hora de crear, se cree pensando en todo el mundo". Seguro que su energía ayuda.

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