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El mejor Barça levanta una Copa para brindar por el futuro (4-0)

El Barça cierra dos años sin títulos con una exhibición de juego contra el Athletic en la final de la Copa (4-0)

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Messi, celebrando su tercer gol en la final de la Copa

Enviado especial a SevillaLa travesía por el desierto ha acabado. Después de dos años de derrotas dolorosas, muecas de decepción y escándalos fuera del terreno de juego, Lionel Messi pudo levantar un título con el escudo del Barça en el corazón. Una Copa del Rey que sirve para brindar por un futuro que promete más alegrías si la exhibición de la Cartuja (4-0), donde solo existió un equipo, es el punto de partida para seguir creciendo. Si Messi, que se inventó un gol maravilloso tal como había hecho en la final del Camp Nou del 2015 contra el Athletic, decide quedarse para seguir acompañando el crecimiento de una generación de jóvenes que ya tienen su primer título. Si Frenkie De Jong, que jugó su mejor partido desde que llegó a Catalunya, sigue ganando en confianza. Si los jóvenes como Mingueza y Pedri se dan cuenta de que ganar es adictivo. Y una vez puedes levantar un título, ya no quieres dejar de hacerlo. Y si Griezmann consigue que su versión de la Copa sea también la de la Liga. Koeman le dio la titularidad por delante de Dembélé. Y el exjugador del Atlético no falló.

La resistencia del Athletic duró 60 minutos. Pero una vez llegó el primer gol del Barça, llegaron todas las dianas que por instantes no habían llegado en una Copa en la que se había sufrido en todas las eliminatorias, de Cornellà al Sevilla, con prórrogas y goles salvadores. De hecho, el partido más cómodo acabó por ser una final en la que la superioridad fue tan grande que los vascos todavía habrían podido salir más malparados. El Barça de Koeman, en el mismo escenario donde había perdido la Supercopa contra el mismo rival, se cobró facturas pendientes y levantó el primer título en dos años de la entidad, animándose con la posibilidad de que en pocas semanas pueda llegar también la Liga. Jugando como lo hizo en la Cartuja, pocos equipos lo pueden parar, de hecho. Si ganar un título era importante, la manera de hacerlo también tenía valor. Y la puesta en escena fue impecable. 

Koeman fue valiente. Para alejar todos los fantasmas de las decepciones de los últimos dos años, su Barça salió a morder. Sin mirar atrás. Consciente de que se trataba de ganarse el futuro, en vez de llorar por todas las trabas que ha encontrado el equipo en el pasado. Koeman, que también se tenía que demostrar a si mismo que tiene la capacidad de tocar la tecla adecuada cuando llegan los partidos importantes, insistió en un sistema con tres centrales, leyendo bien la jugada. Sabía que Marcelino no se movería de su sistema, el 4-4-2 de siempre. El técnico asturiano es más terco que el neerlandés, de hecho. Y tenía la duda de Iker Muniain. Al final, el navarro fue titular, pero no tocó ni una pelota y Marcelino lo sustituyó en el descanso, ya que iba cojo. 

Piqué, imperial

Koeman en cambio, tenía diferentes sistemas donde escoger. Y acertó con su apuesta. El técnico neerlandés, sin embargo, también tenía a uno de sus pesos pesados con dudas después de unos días lesionado, Piqué. Al final, el central salió de titular, ganándole cada duelo directo a Iñaki Williams en una primera parte en la que el Athletic sobrevivió como pudo a una exhibición de juego de un Barça que lo hacía todo bien, excepto chutar a portería. Al equipo de Koeman le faltaba escribir un buen final al guion de un partido en el que la pelota siempre era suya, con De Jong y Pedri mirando siempre a la portería rival cada vez que recibían la pelota. El centrocampista holandés, de hecho, habría podido terminar el trabajo antes cuando a los cinco minutos envió una asistencia de Messi al palo. Pero, por centímetros, se quedó a un palmo del gol. Y el Athletic fue sobreviviendo como podía, ahora gracias a una acción defensiva de Yeray, ahora gracias a una falta de Dani García, ahora gracias a la permisividad del árbitro del partido, Munuera Martínez, que iba manteniendo conversaciones con un Messi incapaz de entender cómo algunas faltas no acababan en amarilla. La final se había convertido en un partido con una sola portería.

Si la primera parte había sido uno rondo gigante sin llegar a los guantes de Unai Simon, en la segunda el equipo de Koeman empezó a dar trabajo al portero vasco, que se vio asediado en unos momentos en los que el Athletic recordaba los malos recuerdos de la final perdida contra la Real Sociedad 15 días antes, cuando también se había hundido en los primeros minutos después del descanso. Y así fue. Bueno, de hecho fue peor. Después de perdonar una ocasión a solas, Griezmann se quitó de encima los miedos, reivindicándose en un torneo en el que el francés ha encontrado la sonrisa que le ha faltado tantas veces durante la temporada. Messi, siempre clarividente, aprovechó una nueva internada de un De Jong omnipresente para dar a Griezmann la posibilidad de marcar el gol que hacía tanto tiempo que merecía el equipo de Koeman. Fue el golpe de gracia. El Athletic, fuera físicamente y hundido moralmente, se convirtió en un juguete en manos de un Barça al que no le bastaba el triunfo. Quería ganarlo como le gusta al Barça. Jugando bien, atacando, marcando. Convirtiendo el fútbol en un espectáculo de los que entra por los ojos y te alegra la vista.

El segundo lo hizo De Jong, que se pasó todo el partido encontrando agujeros para entrar en el área de un rival que nunca lo supo detectar. Con el don de estar en todas partes, el holandés hizo el segundo y presenció las dos obras de arte de Messi. La primera, con golpes de cadera dentro del área. Y la segunda, con un chut seco al palo corto que situó el 4-0 en el marcador de un partido en el que el Barça recuperó las sensaciones perdidas en los últimos años. De hecho, Griezmann tuvo el quinto, pero por pocos centímetros se quedó sin poder marcar su segundo gol en una final que sirve para ir cerrando una época, a la vez que se va abriendo la puerta de una nueva. El primer título de Laporta en una temporada empezada por el anterior presidente. Una Copa que abre el camino de un futuro que ya no parece tan oscuro.

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