Cuando Mister Marshall deja de querernos

BarcelonaEl mismo verano en el que los seguidores del Espanyol han recibido a un exjugador de fútbol americano de la NFL como si fuera Jesucristo entrando en Jerusalén, los del Girona critican a los que no hace tanto eran sus salvadores. En el fútbol necesitamos soñar, que en la vida ya tenemos suficientes problemas. Y las personas que pueden comprar un club suelen ser gente que entiende de negocio y comunicación. Por eso siempre llegan con piropos, con palabras bonitas y prometiendo honor y gloria. Saben vender una imagen de ganadores que le gusta a la gente. Luego... bueno, la pelota no siempre entra. Y no todos los empresarios son tan buenos como parece. O como ellos creen.

La triste realidad de nuestro fútbol es que necesitamos esperar a un salvador extranjero. La alternativa es encontrar el orgullo en la resistencia y la identidad, en categorías más modestas, como el Europa o el Olot. Pero incluso en estas categorías clubs históricos aceptan que, para seguir, es necesario un inversor de fuera, como ocurre en el Sabadell con un estadounidense y en el Sant Andreu con un japonés. Si quieres llegar al fútbol profesional, que llegue Mister Marshall y alfombra roja.

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Cuando el grupo chino Rastar compró el Espanyol, parecía que el destino final sería la Champions. No fue así. Ya les hubiera gustado a los chinos, pero el fútbol, la geopolítica china y los negocios son complicados. Ni eran tan malos ellos ni son tan buenos los que llegan ahora. Hay que aceptar que los empresarios que compran tu club habrían podido comprar el vecino. Llegan a Girona o a Barcelona después de hacer estudios de mercado, pero habrían podido acabar en Mallorca o en Marbella. Nos gusta sentirnos especiales y pensar que un millonario japonés o británico ha entendido que tu club es especial. Pero cuando las cosas no van bien, te da rabia saber que el propietario sigue viviendo como un rey en Singapur, como ocurre con el Valencia.

Habría que recordar siempre que el empresario que compra tu club no lo ama. Algunos acaban queriéndolo con el tiempo, pero para ellos solo es un negocio. O un juguete del que se pueden cansar. Tienes que rezar para que te compre un buen empresario y no un sinvergüenza. Porque inversores extranjeros, como ocurre con locales, los hay buenos y malos. Y cuesta saber por qué aquellos gestores que eran tan brillantes cuando llevaron al Girona a la Champions ahora parece que no salen adelante o ya no les interesa. No dudo que la gente que trabaja en el Girona se deja la vida buscando soluciones, pero el grifo lo controlan otros. Ojalá el grupo City, Marcelo Claure y compañía lo sigan cuidando. Pero, pase lo que pase, no me gusta esa tendencia de grandes grupos que controlan cinco, siete o diez clubs. Si un propietario tiene un solo club, lo cuidará más. Si eres uno más en una lista de diez, eres más prescindible.

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