BarcelonaAquella sensación de vértigo en la boca del estómago. La necesidad de dejar de respirar, de contener el aire en los pulmones y de dar gas con todas tus fuerzas. Es como saltar al vacío, una sensación que en pocas situaciones más a la vida puedes experimentar. Esto es lo que lleva a tantos pilotos a enamorarse del mundo del motor: sentirse libres y disfrutar llegando a su máximo. Esta es la clave para entender cómo jóvenes, y no tan jóvenes, aman este deporte por encima de todo. El amor con un punto de adicción que sienten por esta sensación los lleva a aceptar riesgos que muchas veces parecen irreales. Ir a 300 kilómetros por hora sobre dos ruedas es peligroso. ¿Parece obvio, verdad? De sentido común. Para muchos, sin embargo, hacerse daño parece una coyuntura distópica hasta que no se encuentran con historias como las de Kenny Noyes.
De repente, todo se volvió oscuro. El negro más absoluto invadió la vida del Kenny el 5 de julio de 2015. Durante el warm up de la categoría de Superbike del campeonato de España de velocidad, en el circuito de Motorland de Aragón, este piloto nacido en Barcelona y criado entre Madrid y California sufrió un gravísimo accidente que hizo que entrara en un coma profundo. Cuando estaba sobre el asfalto chocó contra otro piloto que se incorporaba a la pista. La moto, que deslizó con él por el suelo, rebotó contra las protecciones y le picó muy fuerte en la cabeza.
Sufrió un traumatismo craneoencefálico grave. Su vida colgaba de un hilo. Estaba en estado Glasgow 3, el nivel de conciencia más bajo que puede soportar una persona viva. La UCI del Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, en Zaragoza, fue el lugar donde 17 días después del accidente volvió a abrir los ojos. El despertar, sin embargo, no fue como los de las películas, relata el mismo Kenny en su autobiografía. Los párpados le pesaban y tuvo que volver a cerrarlos al instante. Le dolía todo. No sabía quién era, donde estaba o qué había pasado. Los recuerdos se le amontonaban en un cerebro dañado y que nunca volvería a ser el de antes.
El accidente que cambió el reglamento
Con 36 años, a pesar de que él recordaba tener 16, empezaba su nueva vida y un proceso de recuperación largo y tedioso. Había que volver a aprender a hablar, a andar, a vivir de nuevo. No recordaba quién era su mujer, ni su familia, ni cómo había sido el accidente. Los médicos decían que nunca volvería, que estaba consciente pero que no estaba del todo. Nunca dejaría de ser un vegetal, afirmaban. La familia, sin embargo, no aceptó esta máxima y, semana detrás semana, dedicó las 24 horas del día a hacer todo lo posible para que Kenny volviera. Poco a poco, con paciencia y cuidado, lo ayudaron a recuperar recuerdos y vivencias pasadas mientras afrontaban la carrera más importante de sus vidas.
Ahora, su historia está sobre el papel. Utilizando un dedo por mano, y una paciencia y resiliencia titánicas, Kenny Noyes ha plasmado todo lo que ha vivido estos seis años tan duros en un libro que es una brizna de esperanza. Desafíos de Superbike, Moto2 y Glasgow 3 es un repaso de su carrera deportiva, del accidente que causó un giro de 180 grados a su vida y un clavo ardiendo para todos los que han sufrido una lesión cerebral.
Después de lo que sucedió, el reglamento cambió para evitar que las motos volvieran a la pista después de topar contra las protecciones. En el accidente, aunque parezca mentira, Kenny tuvo mucha suerte. Salió vivo, cosa que no ha sido posible con los tres jóvenes pilotos que este año han perdido la vida en el asfalto mientras competían. Las muertes de Jason Dupasquier (Moto3), Hugo Millan (European Talento Cup) y Dean Berta Viñales (Supersport 300) han reabierto un debate que tiene cabida en el libro del Kenny. "Hay mucha gente que piensa cómo se puede mejorar la seguridad de los pilotos, pero el riesgo cero es imposible", afirmó Carlos Checa durante la presentación de la autobiografía en Barcelona. "El nivel de los pilotos es más alto que el nivel de las motos. Hay tanta igualdad entre ellos que hace que el peligro se multiplique por tres o por cuatro", añadía. Esta será la gran cruzada del mundo del motociclismo de cara a los próximos años: que sentir la adrenalina sobre la moto no les pueda costar la vida.