Gerard Piqué, el comisionista

BarcelonaPreferiría no tener que escribir este artículo. Porque no es mi negociado y porque soy consciente de las amables reacciones que va a provocar. Mi pecado original me quita autoridad moral para criticar a Piqué y entiendo que mis valoraciones se lean bajo sospecha. Pero el hecho de que en ningún medio catalán nadie diga determinadas obviedades me devuelve toda la legitimidad.

El fútbol español (y el fútbol en general) está podrido. En esto estamos todos de acuerdo. Cómo lo estamos cuando juzgamos a personajes como Luis Rubiales o Javier Tebas. Pero cuando toca opinar e informar sobre los amigos catalanes de estos personajes, sobre quienes, desde Cataluña, han hecho negocios con ellos (sea en forma de derechos televisivos, de realización del VAR o de organización de la Supercopa) nos encienden todas las alarmas, los silencios son atronadores, los eufemismos imaginativos y las justificaciones rocambolescas.

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Por prudencia y por ignorancia me abstengo de entrar en la dimensión penal. Pero no tengo ningún problema en juzgar como inmoral hacer de comisionista con el gobierno de Arabia Saudita. "Ya se sabe, todo el mundo hace estas cosas por dinero", me dirán algunos. "No, perdone, todo el mundo, no". Estoy seguro de que somos muchos los que pensamos que el dinero no lo justifica todo. Y aquí, sólo faltaría, el equipo de tus amores no tiene nada que ver: existe la misma proporción de bondad (y de maldad) entre los culés que entre los pericos.

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Pero al margen del Código Penal y de la ética, existe una tercera dimensión poco explorada. Gerard Piqué que hacía, legalmente, de comisionista, era en ese momento futbolista del Barça. El acosador y presunto delincuente Rubiales era el máximo responsable de la Federación en la que competía el futbolista Piqué, con el que, incluso, se permitía hacer bromas sexuales y machistas. Eso sí, después de haberle felicitado por la victoria y el gol. Quien en último término manda a los árbitros (y aquí sentimos como un rumor el nombre de Negreira) haciendo negocios de marisquería con uno de los participantes en la competición. Unos acuerdos en los que se repartía un pastel económico que beneficia al equipo de Piqué. Un acuerdo que casi “obliga” a que este equipo (y su espejo en Madrid) quede entre los dos primeros de la Liga o sea finalista de la Copa (y por eso todos sabemos que el Girona no quedará segundo). Un acuerdo, por tanto, que interfiere en la competición.

¿De verdad que nadie lo ve extraño? ¿Hay que ser perico para encontrar que esto no está bien?

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