"Y mi mujer se llama Montserrat"

BarcelonaEl fútbol se mantiene como territorio de excepción moral. Incluso en un momento como el actual, en el que los populismos reaccionarios y xenófobos están atacando los cimientos de la democracia y la convivencia, el fútbol y su entorno sigue imperturbable en la defensa o en la comprensión de manifestaciones claramente xenófobas o machistas.

En todo momento, en nuestros medios, sientes opiniones que justifican los insultos racistas que recibe Vinícius. Con tan débiles argumentos que sólo se explican por el color de su camiseta. Porque me parece tan obvio que me da cierta vergüenza tener que aclararlo. Silbar Vinícius no es racismo. Hacer los gritos de un mono o insultarlo haciendo referencia a su color de piel, sí. Por muy mal que nos caiga y por mucho que su comportamiento en el campo sea antideportivo. No condenar de forma radical y clara estos gritos con argumentos absurdos como que a otros futbolistas negros no les dicen es ser cómplice de racismo. Es como el homófobo que presume de tener un amigo gay, el machista que dice que ama a su madre ya su hija o José María García recordándonos que no tiene manía a los catalanes y que su mujer “se llama Montserrat”. Con las personas negras que nos gustan no existe riesgo de ser racistas. El racismo es, precisamente, hacer referencia al color de la piel para expresar nuestras manías u odios. Justificar el racismo es condenarlo añadiendo el pero de “él se lo ha buscado”.

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Hace pocos días, un colaborador del programa nocturno de Esport3 entró en el habitual tema Vinícius diciendo que "se ha cogido a esto del racismo". Esto del racismo. Como quien dice esa obsesión que ahora tiene el mundo con la discriminación. Nada: modas estúpidas. La igualdad y todo aquello. El comentario, realizado en una televisión pública, fue criticado por la periodista Gemma Herrero. La “disculpa” por parte del director del programa fue inmediata: desacreditó a la periodista con un ad hominem falso en el que la tildaba de supremacista española. Servicio público. Todo en orden. Es fútbol.

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También es fútbol la agresión sexual de Hugo Mallo a la trabajadora del Espanyol que actuaba de mascota. Por eso algunos medios (por ejemplo, el diario Sport) se permiten un titular que denigra a la víctima diciendo que quien ha sufrido la agresión ha sido la mascota del Espanyol. Un futbolista ha agredido a una mascota, concretamente a una perica. Las feministas no exageran, se quedan cortas: esto es cultura de la violación. Pero, claro, en el fútbol todo vale.