Fútbol en Cataluña

Una pasión insólita para un presidente de Cataluña

Salvador Illa admiraba a Dani Solsona en Sarrià y llegó a entrenar al equipo de una peña del Espanyol en la Roca del Vallès

BarcelonaPase lo que pase durante su mandato, Salvador Illa pasará a la historia de Catalunya. Y no (solo) por haber devuelto al PSC al frente de la Generalitat catorce años después, sino, sobre todo, para convertirse en el primer presidente de Catalunya que es aficionado y socio del Espanyol. Su sentimiento blanquiazul, de hecho, nació bastante antes que su interés por el mundo de la política. Mucho antes de aprender a gestionar una pandemia o de aspirar a gobernar Catalunya, Illa había jugado a fútbol, ​​pero sobre todo había admirado de cerca el talento de Rafa Marañón, Dani Solsona o John Lauridsen.

A todos ellos les llegó a ver en directo en el Estadio de Sarrià, donde iba con su padre, Josep, y su abuelo paterno, Salvador. Este último fue quien contagió a toda la familia del sentimiento perico. Un día, en la escuela, unos compañeros de clase empezaron a pisar una bufanda del Espanyol que el abuelo le había regalado a su nieto Salvador. “Estos que te lo han pisado, si quieren jugar al fútbol, ​​tendrán que hacerlo con los colores del Espanyol, porque vamos a montar una peña”, respondió su padre, que fundó la Peña Blanc-i-blava de la Roca del Vallés. Y, con ella, un equipo de fútbol donde Isla llegó a entrenar a uno de los equipos base durante un año. “Aprendí y disfruté mucho entrenando”, recordó hace unos años en una entrevista en Perico que Vuela.

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Isla nunca se ha escondido de su sentimiento españolista. Al día siguiente de el ascenso del Espanyol a Primera, de hecho, fue a comer con su padre para celebrarlo, tal y como reconoció hace unas semanas en el ARA. “Soy socio y le daría un disgusto a mi padre si no lo fuera. Ahora no puedo ir tan a menudo al campo lo más joven, pero mantengo mis raíces blanquiazules y no me escondo, sino que lo digo con mucho orgullo”, añadió. El nuevo presidente de la Generalitat reconoce que su militancia "no viene de una decisión racional, sino por sentimiento, porque papá y abuelo lo eran, pero con los años me he ido reafirmando".

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Isla dice que ser perico “implica a veces ir a contracorriente, sin que esto signifique tener animadversión hacia nadie". "Reivindico la pluralidad de opciones y defiendo nuestro espacio”, añade. En 2021 llegó a ir más allá: reclamó un trato equitativo por parte de algunas de las principales instituciones del país. "La Generalitat debe ser neutral para con los equipos de élite de todos los deportes, y en particular del fútbol en Catalunya", respondió al preguntarle si el Govern tenía que destinar los mismos recursos al Espanyol que al Barça. También se refirió a la corporación audiovisual: "Una televisión pública debe estar al servicio de todo el país". E, incluso, a la presencia de clubs deportivos en libros escolares: “No sólo deben hablar del Barça y el Espanyol, también pueden hacerlo del Girona, el Sabadell o el Nàstic. Tienen que incluir todo el abanico de opciones que hay a nivel deportivo en Cataluña”.

La presidencia de la Generalitat, un cargo con mayoría culé

Antes de Isla, los presidentes han sido casi siempre barcelonistas, aunque alguno no seguía mucho el fútbol y Puigdemont también quiere al Girona. El primer presidente de la Generalitat que fue a ver fútbol fue, desde luego, Francesc Macià. Normal, puesto que antes de su elección en 1931 habría que remontarse a Josep de Vilamala, que dejó de serlo en 1714 con el Decreto de Nueva Planta. El Abuelo Macià, interesado en el deporte, se dejó ver en muchos campos; colgó medallas del pecho de directivos y jugadores de diferentes clubes, del Barça al Júpiter, y llegó a presidir una copa que llevó su nombre, ganada por el Barça en 1931. Sin embargo, Macià no es que fuera un gran seguidor barcelonista pero le tenía simpatías, al ser un club ya marcadamente catalanista.

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Con Lluís Companys pasaría lo mismo. Fue a muchos partidos, se dejaba ver en eventos deportivos y el club que seguía más era el Barça, especialmente cuando llegó a la presidencia azulgrana un compañero de aventuras políticas, Josep Suñol y Garriga. Ambos serían ejecutados por los franquistas.

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El primer presidente de la Generalitat que amaba el fútbol abiertamente sería Josep Tarradellas, socio del Barça. Exiliado primero en Suiza y después en Francia, fue elegido presidente de la Generalitat en 1954, sucediendo a Josep Irla. Tras negociar con Adolfo Suárez el restablecimiento de la Generalitat, el 23 de octubre de 1977 regresó a Cataluña. Y una de las primeras cosas que hizo sería ir al Camp Nou, estadio al que nunca había podido ir hasta entonces. Tarradellas, que había jugado al fútbol y sí que había ido al viejo campo de la calle Industria y Les Corts, se hizo socio ya en 1919. Y cuando estaba en el exilio, seguía al Barça, recortando artículos de la prensa y manteniendo una relación epistolar con el presidente azulgrana Agustí Montal. Tarradellas debutaría en el Camp Nou apenas seis días después del famoso "Ciutadans de Catalunya, ya estoy aquí", en un triunfo ante Las Palmas.

El primer presidente elegido en democracia, Jordi Pujol, también era socio. Se hizo en 1948 y hace poco, en el 2023, recibió de manos de Joan Laporta la insignia de oro y brillantes del club que reciben a las personas que mantienen 75 años de fidelidad. Pujol explicaba que fue en 1936 cuando vio el primer partido del Barça: "Una semifinal de la Copa, justo antes de la Guerra Civil". Durante los años de mandato de Josep Lluís Núñez en el club, mantuvo una relación complicada, puesto que consideraba que la directiva era poco catalanista, entonces. Nunca dejó de seguir las aventuras y desventuras del club.

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En 2003 llegaría el primer presidente del PSC, Pasqual Maragall, simpatizante del Barça. De pequeño, junto a su hermano Ernest, iba a ver tanto a los partidos del Barça como a los del Espanyol, gracias a que un amigo tenía un terreno que permitía seguir los partidos sin pagar. Maragall acompañaría al Barça durante años, primero como alcalde de Barcelona y después como presidente, y cuando ya estaba jubilado todavía fue a ver algunos entrenamientos del Barça cuando Guardiola era su entrenador. Su sucesor, el también socialista José Montilla, no es demasiado futbolero. Simpatizaba con el Barça, pero con cierta distancia. Montilla, que acudió a la final de Champions de Roma, era de esos que miraban pocos partidos y conocían el nombre de algunos jugadores. Quería que el Barça ganara, pero sin mirar a los partidos.

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Artur Mas, escogido en el 2010, no era así. Él sí que era socio de toda la vida, de los que iban a los partidos y votaban en las elecciones. Mas se llevaría bien con Laporta, de quien alababa el talante catalanista, tal y como haría el presidente Quim Torra, también barcelonista, pero menos que Mas. En el libro Barça: ¿más que un club? de Frederic Porta y Xavier Torres, Torra explicaría: "El primer mandato de Laporta fue una época de máxima plenitud institucional, social, deportiva, económica e internacional. Para mí ha sido el mejor Barça de la historia, como equipo y como en club. Es el momento en que se ha expresado más claramente la vocación de ser más que un club".

Puigdemont, de Basilea a Montilivi

Entre Mas y Torra, mandaría uno de los presidentes que más fútbol han visto, Carles Puigdemont, quien, de hecho, empezó su vida profesional haciendo crónicas de partidos de regional en Girona. Puigdemont, como tantos gerundenses, es una persona con el corazón dividido. Creció siguiendo con locura al Barça y, como explicaba en el ARA, fue a la famosa final de la recopa de Basilea. Pero también seguía al Girona. Y cuando fue elegido alcalde, el vínculo fue haciéndose tan fuerte, que actualmente sigue más a los gerundenses que al Barça. Sobre el club azulgrana, defiende la primera gestión de Laporta, de quien dice que "con respeto por todos los presidentes, él supo interpretar de forma muy acertada el cambio de mentalidad adecuado para el Barcelona del siglo XXI apostando por valores que han hecho el Barça "más que un club"". Socio de ambos equipos, le decía al ARA hace poco que sueña con poder ir a Montilivi por los partidos de la Champions.

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Y, finalmente, Pere Aragonès también es aficionado del Barça. El político del Maresme de ERC es un culé de los que siguen los partidos, pero sin mirarlos a todos. De hecho, guarda como uno de los mejores recuerdos una fotografía que se tomó en 1992 en el aeropuerto de El Prat, cuando siendo un niño se topó con la plantilla barcelonista y pudo hacerse una foto con Ronald Koeman, l autor del gol de Wembley de 1992.