Un motivo de peso para ser menos llorones

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Los jugadores del Espanyol celebran uno de los goles de Javi Puado ante el Oviedo

El jueves, con todos los honores, Salvador Illa fue investido president de la Generalitat de Catalunya. El duodécimo de la época contemporánea. Y, pese al consenso generalizado sobre la diversidad entre las fuerzas políticas democráticas, sigue cumpliendo con todos los requisitos de una sociedad cerrada y heteropatriarcal. Como todos sus antecesores es varón, blanco y heterosexual. Y, como todos salvo José Montilla, nacido en Catalunya. Sin embargo, sufrirá lo que Maragall, Montilla (e incluso Aragonès) han sufrido: la acusación de raíz ferrusoliana de ser un intruso que ocupa una casa y un lugar que no le corresponde porque no es exactamente casa de todos.

Pero el Molt Honorable President Salvador Illa tiene otra característica que representa, en un tema menor, la diversidad y transgresión: es perico. El primer presidente de Catalunya del Espanyol. Debe entenderse que nos haga ilusión: nos recuerda que existimos. La paradoja es que tenemos un presidente de Catalunya perico precisamente cuando el presidente del Espanyol no lo es. Creo que se puede entender que estemos algo necesitados de autoestima y reconocimiento.

Y creo que es también una buena noticia para el país. Como lo será –y esto tendrá mucha más importancia– el día que tengamos una mujer como presidenta o una persona de otro color de piel. La fortaleza y la cohesión de Catalunya no dependen de unos rasgos identitarios estáticos y eternos. Son fruto de una sociedad diversa que renueva constantemente su voluntad de ser. Y es sano que nuestros representantes políticos sean el reflejo de una diversidad que, como decía Xavier Rubert de Ventós, evite las identidades concéntricas.

Illa –a diferencia de sus antecesores– no podrá ejercer su militancia deportiva libremente. Se tendrá que contener. Tendrá que mantener un equilibrio y un respeto por todos. Como dijo el jueves en su discurso –y aplicado al deporte–, será el presidente de todos los catalanes y catalanas. Y esto es lo que siempre he pedido y, por lo tanto, lo que le pido al primer president perico: que quede clara la separación religión deportiva - Generalitat, laicizar la política en relación al deporte (es decir, al fútbol). Esto solo lo puede hacer un perico inteligente e Illa cumple ambos requisitos. Una consecuencia añadida –nada despreciable– es que los pericos tendremos que quejarnos un poco menos. Como dicen nuestros entrañables amigos, no seremos tan llorones.

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