La revolución más difícil de Laporta
El presidente, que ya tuvo que afrontar dos renovaciones profundas de la plantilla en 2003 y en 2008, ante nuevos cambios decisivos
BarcelonaDurante la campaña electoral, una de las principales cartas que jugó Joan Laporta fue recordar su primera experiencia como presidente, cuando ya cambió la plantilla en momentos de necesidad. De la travesía por el desierto con Gaspart a la Champions de París con la sonrisa de Ronaldinho. De la autocomplacencia de ese Barça de Frank Rijkaard con el icono brasileño cada vez más desdibujado a firmar las mejores páginas de la historia del club con Pep Guardiola. Laporta afronta su tercera revolución al frente del Barça y el presidente ya ha prometido cambios que se empezarán a ver “a partir de la semana próxima”, después de calificar la situación de “fin de ciclo” y hacer explícita una necesidad de “renovación” para volver a ser “competitivos”.
Trencar con las herencias espinosas que quedan del mandato de Bartomeu no será fácil. Las goleadas encajadas en Europa de las últimas temporadas ya hacía tiempo que evidenciaban la regresión del equipo. Pero Bartomeu, a pesar de ser alertado, después de la derrota contra el Liverpool, de que había que empezar a abordar una profunda renovación de la plantilla, prefirió ir dilatando un proceso que se quedó a medias en agosto y que requiere, tal como ya avisaron al expresidente, tomar decisiones “impopulares y valientes”. Bartomeu acabó siendo su propia víctima, debido a una planificación deportiva inconsistente, a contentar a los jugadores a golpe de talonario y a hacer renovaciones de larga duración que dotaron al vestuario de cada vez más poder.
Laporta es consciente de la dificultad del proceso de transformación que afronta y de la situación económica en la que lo tiene que hacer. Por un lado, el presidente ya ha dejado claro que una de las líneas maestras pasa por renovar a Messi, tanto por su valor como futbolista como por la potencia de su marca. Por el otro, ha negociado un crédito sindicado de 500 millones con Goldman Sachs ante el dramático panorama económico que las auditorías encargadas no tardarán en revelar y ya habiendo asumido que el resultado será más crítico que las previsiones diagnosticadas durante la campaña electoral. Esta semana TV3 ya ha avanzado que, con la renovación de Messi como prioridad, la situación económica hace que no sea compatible incorporar a un futbolista como Haaland, una operación que, este verano, entre traspaso y sueldo superaría los 150 millones de euros.
Uno de los otros puntos de la renovación de la plantilla es renegociar el sueldo de algunas de las vacas sagradas. A diferencia de Bartomeu, que ya no pisaba el vestuario, Laporta visitó la Ciutat Esportiva justo el día después de proclamarse ganador de las elecciones. Reconocido como un presidente que acostumbra a contar con la complicidad de los jugadores, Laporta, que no ha señalado a ningún futbolista públicamente –en sus últimas declaraciones dijo que se valorarían conceptos como “mentalidad, actitud y ambición”–, afrontará negociaciones para reducir el salario de futbolistas como Piqué (con contrato hasta 2024), Busquets (2023), Jordi Alba (2024), Sergi Roberto (2022) o Griezmann (2024), el segundo futbolista mejor pagado de la plantilla.
Los casos de Coutinho (2023) o Dembélé (2022) también son carpetas que se tienen que resolver este verano. El brasileño se ha pasado casi toda la temporada lesionado, mientras que si el francés no renueva o es traspasado este verano, podría marcharse libre al final del curso próximo. “Creo que las complicidades con los jugadores son buenas, pero [a Laporta] no le temblará el pulso si tiene que tomar decisiones que él cree que son buenas para el club. Ya lo hizo en su momento y lo volverá a hacer”, exponía este miércoles en declaraciones a Catalunya Ràdio Albert Perrín, amigo y exvicepresidente de Laporta (2005-2010), presente en la renovación de la plantilla de 2008.
Dos precedentes con Cruyff de mentor
Antes de 2008, Laporta ya había abordado una renovación en 2003, justo cuando empezaba a gobernar el club. Empezando por el entrenador, el abogado barcelonés prescindió de Radomir Antic para comenzar un proyecto con una opción tan valiente como adecuada a las exigencias del presupuesto: Frank Rikjaard. Ese curso hubo más de una decena de bajas, entre las que destacó la cesión de Riquelme al Villarreal. Esa revolución no se había acabado y continuaría la próxima temporada, y llegó a superar la decena de bajas (se marcharon jugadores como Kluivert, Cocu o Reiziger). Si en 2003 la alegría fue la llegada de Ronaldinho, en esta nueva era de Laporta el paralelismo pasa por cerrar la continuidad de Messi y confiar en la eclosión de Ansu Fati.
La etapa de Rikjaard tocaría fondo en 2008, seguramente en la época más complicada del primer mandato de Laporta, con la recordada frase “Al loro, que no estamos tan mal” y la posterior moción de censura. La renovación llegaría esta vez de la mano de Pep Guardiola, nuevamente una apuesta valiente. Entonces también se dio baja a más de una decena de jugadores, en una renovación en la que el vestuario salvó a Eto’o en un primer curso en el que se echó a Ronaldinho y Deco. El fichaje más destacado fue el de Dani Alves, que entonces era el defensa más caro de la historia del Barça. Ese año también volvió al club Gerard Piqué.
En estas dos etapas, Laporta contó con la estabilidad de un mismo secretario técnico (Txiki Begiristain) y del asesoramiento crucial y decisivo de Johan Cruyff. La figura de la leyenda holandesa estuvo presente desde el principio. Después de unos inicios complicados en 2003, por ejemplo, el propio Cruyff desaconsejó a Rijkaard la idea de jugar con doble pívot. Ahora, no poder contar con los consejos y la mirada privilegiada de Cruyff sitúa a Laporta ante su renovación de la plantilla más difícil. Con Jordi Cruyff con contrato vigente en China, la estructura deportiva del primer equipo está hoy en día formada por Mateu Alemany, el director de fútbol, y el secretario técnico Ramon Planes. El pasado más reciente de Alemany, sin embargo, lo sitúa como firme defensor de Marcelino García Toral en el Valencia –lo prefirió a Quique Setién–, un técnico que apuesta por un fútbol muy alejado del estilo característico azulgrana. Esto hace pensar que Alemany tendrá un rol más ejecutor y menos de ideólogo.
Con todo, el talante del presidente Laporta está marcado por "asesorarse muy bien y preguntar antes de tomar ninguna decisión deportiva", aseguran los que lo conocen bien. Esto, en buena parte, significa explorar sus decisiones con las amistades con una visión “desacomplejadamente cruyffista”.