Una casa ancha en un solar muy estrecho

Cuando la familia mostró por primera vez a los responsables de Vallribera Noray Arquitectes el solar donde debía crecer su nuevo hogar, expresó una duda bastante inevitable. "¿Seguro que cabe una casa aquí?", preguntaban. La parcela, de sólo 3,8 metros de ancho (con 40 metros de largo) y encajonada entre dos medianeras de edificios muy elevados que son sus vecinos, parecía más un reto que una opción de futuro. Pero la orientación era buena y también había luz, un patio generoso y, sobre todo, la voluntad de imaginar y construir un estilo de vida diferente.

La respuesta a las dudas iniciales es una vivienda unifamiliar entre medianeras en Sabadell que ha conseguido convertir la dificultad en virtud. La estrategia clave del equipo liderado por los arquitectos Llorenç Vallribera y Aleix Gil Noray ha sido crear un vacío en el corazón mismo de la casa. Así, en vez de levantar un volumen compacto, han generado un gran espacio vertical coronado por una claraboya. Esta operación, entre otras decisiones estratégicas, hace posible que la luz natural atraviese generosa todas las plantas y que la ventilación sea cruzada, lo que da respiro a un espacio que, por su propia configuración, podría haber resultado oscuro y opresivo.

Alrededor de este espacio central, que da la sensación de ser un patio interior, se distribuye la vida cotidiana. Por un lado, cocina, comedor, sala y estudio, en un ámbito diáfano que tiene paso directo en el patio trasero; por otro, sala de juegos, baños y otros servicios. Las habitaciones se han reservado en las fachadas exteriores, pero creando espacios de amortiguación que les dan quietud y privacidad. Las terrazas y espacios abiertos se han pensado mayoritariamente como galerías, con paredes de ladrillo visto y pavimentos de ladrillo que invitan a llenarlos de plantas, diluyendo los límites entre interior y exterior.

El recurso de las medias plantas

Hay otro recurso que han utilizado los arquitectos para ganar espacio y sobre todo sensación de espacio gracias a las visuales tan potentes que han logrado. La escalera de madera que sube por el gran hueco vertical en busca de las habitaciones y el estudio sube una planta en el primer tramo (lo que va al dormitorio de la pareja), pero a partir de este nivel las plantas son sólo medias plantas, a ambos lados del hueco. Y así se detiene en el estudio de uno de los hijos, desde el que se accede a su habitación, mientras que el de más arriba va hasta el dormitorio del otro hijo, cada uno con su baño.

La casa combina técnicas tradicionales constructivas y técnicas innovadoras. Los techos de madera maciza, montados con vigas machihembradas, aportan calidez a las estancias y, además, tienen la ventaja de una ejecución rápida. Los muros de carga son de ladrillo, que en ciertos espacios, como los que están en contacto directo con el exterior, se dejan vistos. Se establece así un curioso diálogo entre materiales cálidos y duros.

Más allá de lo más visible de la arquitectura, esta vivienda es también un ejercicio de sostenibilidad. El proyecto responde a criterios de construcción pasiva. En invierno, las oberturas orientadas al sur y la claraboya captan la luz y el calor del sol, que las paredes cerámicas y los pavimentos almacenan para liberar durante la noche. En verano, los aleros y las persianas orientables evitan el exceso de insolación y refuerzan la ventilación natural. Con un buen aislamiento y uso de placas fotovoltaicas, la familia ha eliminado la necesidad de instalar sistemas convencionales de calefacción y refrigeración.

Con 175 m^² de superficie, aquella casa que parecía imposible es hoy una vivienda luminosa, espaciosa y eficiente. Las dudas iniciales han quedado atrás: donde parecía que sólo cabría un pasillo largo y oscuro hay ahora un hogar que respira, que se abre a la luz y convierte la voluntad de una familia en arquitectura.