Reportaje

Horas de espera por un autógrafo: "Hace diez años tenía que dormir en el coche para vigilar mi sitio"

En medio de la efervescencia del Festival de Cannes, los cazadores de autógrafos son toda una institución, un grupo autorregulado de entusiastas del glamour que comparten la fascinación por las grandes estrellas

Una fan se hace una foto con la actriz Jennifer Lawrence a su llegada al festival de Cannes en mayo del 2025
Pol Costa
25/05/2025
6 min

CannesAparecen en las primeras horas del día, cuando el sol ya empieza a golpear fuerte pero todavía no arde. En total son más de un centenar. Algunos vienen de muy lejos, otros de pueblos de la Costa Azul, espléndida a mediados de mayo. Algunos son jóvenes cinéfilos, otras mujeres veteranas que llevan más de un cuarto de siglo vendiendo cada año en el festival de cine más importante del mundo. Pero todos tienen, al menos, dos cosas en común: la pasión por el cine y las escalas plegables.

"Estamos muy organizados", explica al ARA Martine Santoro, toda una institución dentro del "clan de las escaleras plegables", el mote con el que se conoce desde hace años a este grupo heterogéneo de entusiastas del glamour que pasan días y días junto a la alfombra roja para ver de cerca a los suyos.

Lo primero que hay que hacer, un día antes de que empiece la efervescencia de Cannes, es colocar los instrumentos de trabajo –escaleras de mano o de tijera, de dos o tres peldaños, escabeles y taburetes de todo tipo– delante por delante del imponente Palau de Festivals y su alfombra Stone, Pascal, Heidi Klum y Carla Simón.

Escalas plegables encadenadas en el festival de Cannes en una imagen de archivo.

La labor no es fácil. Hay que negociar con el Ayuntamiento –"Al principio nos trataban como ganado", dice Santoro–, con los servicios de seguridad privada –"Son los peores"– y con los demás miembros del clan. El objetivo es situarse en el punto exacto donde las berlinas negras descargan cada noche las estrellas y "cazarlas" antes de que empiecen a subir, entre una multitud enloquecida y los gritos de los fotógrafos, los 24 escalones alfombrados hasta las puertas del cine.

"Para instalar el material, primero hay que esperar a que el Ayuntamiento coloque sus barreras. Es por eso que también nos dicen las fundiciones encadenadas, porque utilizamos cadenas. Cuando el material está atado nos quedamos más tranquilos, porque ya no debemos vigilarlo. Hace diez años tenía que dormir en el coche para vigilar mi lugar, pero ahora tenemos un acuerdo con el Ayuntamiento", explica Santoro, que ya ha superado los años cuando has entrado.

Una olla de grillos

Cannes está lleno de contrastes, una olla de grillos en la que cabe de todo. El festival más prestigioso del mundo es una cita ineludible para los grandes nombres del cine de autor que sueñan con llevarse la Palma de Oro y un paraíso para los cinéfilos. Pero, al mismo tiempo, funciona como un escaparate de lujo para las películas que batirán récords de taquilla, como la última entrega de Misión: Imposible, que este año ha venido a presentar a un Tom Cruise más atlético que nunca.

Tom Cruise en la 'premiere' de 'Misión imposible: Sentencia final'

A ello se suma el mayor mercado de compraventa del planeta, en el que una muchedumbre de ejecutivos reunidos en terrazas, suites de hotel de lujo y chalets con vistas al Mediterráneo ponen precio a quienes, esperan, serán los blockbusters de los próximos meses.

Y en medio del mítico paseo de la Croisette, entre los influencers y los mirones, una muchedumbre de jóvenes cinéfilos desesperados que, con un esmoquin hecho en casa y los ojos llenos de ilusión, se plantan delante del Palau con un cartelito que ruega "¡Una invitación, por favor!", esperando un buen samaritano que les abra las puertas del cielo.

Barbies y motoristas

Martine Santoro se siente como pez en el agua: "Me enamoré de Cannes cuando era pequeña, mirando la televisión. Y he hecho realidad mi sueño".

Es una de las veteranas del clan, un grupo autoorganizado en el que la decisión más importante de todas –la de saber quién estará en primera fila, en un espacio limitadísimo, metido entre coches en medio de la Croisette– se toma por consenso, pero sin hacer ruido.

"La forma en que nos organizamos no es un tabú, pero no hablamos de ello públicamente", admite Santoro, que sí reconoce la existencia de diferentes grupos, incluido el suyo, en el que la pasión por el cine se transmite entre generaciones.

Robert De Niro haciéndose selfies con fans en la alfombra roja de Cannes.

"Cuando alguien no se presenta [para ocupar el puesto que tiene asignado], siempre doy prioridad a los más jóvenes, a los que quieren de verdad a los actores y al cine. Piensa que algunos de los que están en mi grupo los conocí cuando sólo tenían 17 o 18 años! Son obstinados, apasionados, como yo", dice con una gran sonrisa.

Una prueba de esta pasión es que desde hace unos años incluso personaliza su escala en función de los invitados. El año pasado aparecieron enganchadas muñecas rubias de pelo larguísimo, un homenaje a Greta Gerwig, directora de Barbie y presidenta del jurado. Otro año, unos motoristas en miniatura gustaron tanto a George Miller, el director de la estirpe Mad Max, que se acercó para fotografiarlos.

Una ceremonia pagana

Somos el martes 13 de mayo, las seis y media de la tarde, y falta menos de una hora para que comience la ceremonia que abrirá oficialmente la 78ª edición del Festival de Cine de Cannes.

Todos los miembros del clan están listos, colocados en lo alto de sus respectivas escaleras y armados con cámaras, teléfonos, fotos y bolígrafos. La música empieza a sonar, laspeaker calienta el ambiente antes de la llegada de las vedetes. montée des marches [la subida de las escaleras] se remonta a los orígenes del festival, pero fue a partir de los años 80 que se institucionalizó, coincidiendo con la construcción del imponente Palau dels Festivals, el bunker, como lo conoce todo el mundo, y que hace años que el Ayuntamiento quiere renovar.

Lo que durante años fue una mezcla algo caótica de actores, fotógrafos y anónimos entrando en una sala de cine se ha convertido en una ceremonia pagana, un acto colectivo y muy codificado (con polémica incluida sobre el dress code de las mujeres) para celebrar el séptimo arte y sus dioses.

El rojo de la alfombra (en realidad son dos: rouge rosso en la parte central y rouge teatro en los laterales, exclusivos para el festival) se convierte durante casi una hora en el centro de un universo de purpurina y glamour, escrutado a ambos lados por dos hileras de fotógrafos con esmoquin y pajarita y seguido por miles de personas en las redes sociales.

En un extremo se encuentra el paseo de la Croisette, donde paran las limusinas, el punto estratégico donde los miembros del clan se han podido instalar después de días de sangre, sudor y lágrimas. En el otro extremo, en lo alto de la escalera, donde están las puertas que dan acceso al Grand Auditori Louis Lumière (2.300 plazas), reina sonriendo el todopoderoso delegado general de Cannes, Thierry Frémaux, el hombre que susurra al oído de los mejores cineastas del mundo.

En este primer día de festival, por los 60 metros de alfombra roja se pasean la presidenta del jurado, Juliette Binoche, que luce un conjunto blanco inmaculado de Dior con velo y capucha, y Robert De Niro, en plena forma a sus 81 años, emocionado porque está a punto de recibir a una Palma de Oro honor.

Todo ello aderezado con música más o menos bailable, elspeaker que enumera como una letanía nombres y títulos y otra vez el vals de las estrellas, ahora con un Quentin Tarantino desbocado y una Eva Longoria de sonrisa radiante. Sin olvidar la muchedumbre de modelos que, como cada año, atraen la mirada de los fotógrafos y periodistas (más de 4.200 acreditados el año pasado) con sus trajes de alta costura.

Una experiencia analógica

En pleno algarabía, Martine Santoro busca el contacto humano con unos seres que a veces no lo parecen. "Alguna vez he pedido autógrafos sólo porque el actor no sabía exactamente qué quería. Pero en realidad lo que busco es vivir al instante. Con tener por delante a Brad Pitt oa Leonardo DiCaprio, los mayores, ya tengo suficiente".

En este sentido, los cazadores de autógrafos son sobre todo cazadores de momentos. Más allá de la prueba material que proporciona una selfie o una foto firmada, todos buscan una experiencia analógica, la adrenalina de vivir un momento efímero que recordarán toda su vida junto a unos ídolos que creían inalcanzables.

Para Santoro, la jornada termina con éxito y una selfie con Robert De Niro que exhibe con orgullo en su cuenta de Instagram.

Pero su gran momento en Cannes es y seguirá siendo el encuentro con Sharon Stone, "un golpe de suerte": con la ayuda providencial de un periodista al otro lado de la valla metálica, la diva de Hollywood accedió a acercarse a saludarla. "Tenía lágrimas en los ojos", dice al recordar uno de los mejores momentos de su vida. No en vano su seudónimo en las redes sociales es Sharon Stone, c'est moi.

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