Las malas de la película

Muchas mujeres estamos acostumbradas a sentirnos más malas que la tiña. Y no por matar cachorros de gato, ni por estafar robando dinero público. No, no, no. Sencillamente para tocar el corteza a quien se nos cuela en la cola del pan (¡ya se está cabreando, ¡qué se ha pensado!), para señalar que es absurdo que haya bikinis de niña con la parte de arriba (ya está otra vez generando mal rollo, ¡qué se ha pensado! olvidémoslo para arreglar las cosas y que a partir de ahora lo diga quien lo ha pifiado (antipática, cruel, creída, soberbia, insensible, ¡qué se ha pensado!). Para pedir que queremos vacaciones, una excedencia o la baja o que alguien vaya a comprar al súper o que dejen de acosarnos (egoísta, insolidaria, exagerada, ¡qué se ha pensado!). O para divorciarnos o hacer cualquier cambio importante de vida (mira, ¡qué se ha pensado!).

Es un sentir que experimentamos desde que somos pequeñas. Las niñas buenas no cuestionan ni preguntan ni piden cómo lo hemos hecho nosotros. Muchas hemos crecido en un entorno tradicional en el que la obediencia y la discreción en las niñas era una parte fundamental. Pero incluso aquellas que han crecido y crecen en familias con un estilo educativo más empático y cercano, también pueden sentirse malas personas. Porque una mujer que levanta la voz, una mujer que se prioriza, una mujer que se defiende ante un conflicto, demasiadas veces es leída automáticamente como egoísta y sospechosa. Como exigente. Como embalador. Como la responsable última del conflicto. Y si el conflicto está entre dos mujeres, peor. Un conflicto entre dos hombres es un asunto serio, pero entre dos mujeres es cosa de histéricas. Peleas de instituto y de patio de escuela.

Cargando
No hay anuncios

La vocecita perversa

¿Significa esto que todas las mujeres son unas santas y siempre tienen la razón sólo por el hecho de ser mujeres? Noooooo. Por favor, que cansado ser mujer y tener que contar. No, no, no. Pero ese sentimiento de sentirse la mala y de dudar de nosotros mismas sólo por el hecho de ser mujeres es lo que no debería ser. Estoy a favor de cuestionarme. Cuando he vivido un pollo importante he sido la primera que lo he analizado para ver en qué podía haberme equivocado. Y no me importó reconocer errores. Coi, somos humanas... Pero demasiadas veces se me ha disparado la vocecita perversa que me decía que era mala por hacer lo que hacía... ¡o por haberla pifiado! O para seguir pidiendo lo que fuera.

Cargando
No hay anuncios

Cuando pienso en ello siempre llego a la misma conclusión: es el sentimiento de culpa por ser mujeres. Un sentimiento heredado del que no somos conscientes. Son muchos siglos mamando y recibiendo la información de que ser mujer es el peor destino. Y hace demasiado poco que se acepta más o menos que hacemos y deshacemos. Nuestro imaginario colectivo, nuestro inconsciente, aún no acaba de asumirlo. Lo que queda claro es que debemos deshacernos de este sentimiento como sea. Porque es insano y totalmente absurdo. Pongamos luz, aceptando nuestros errores, pero no damos marcha atrás sólo por ser quienes somos.