El miedo es un producto social. Para crearlo es fundamental que circulen los discursos. El miedo se propaga a partir de imágenes, relatos, estereotipos y fake news. No hay miedo sin historias. El cultivo del miedo depende de los imaginarios, sobre todo de quienes elaboran prejuicios. Pensamos en el racismo y la creación de imágenes de unos "otros" siempre peligrosos. Pensemos en los discursos misóginos y los muchos miedos que alimentan. Esta asociación de simbolismo y miedo es inseparable de las instituciones que tienen el poder de articular discursos públicos. Los grupos religiosos siempre han jugado un papel especial en la manipulación del miedo. Lo mismo ocurre con los periódicos, la radio y la televisión y su participación en la creación de pánicos morales y de miedo a la delincuencia. Sin embargo, hoy en día las redes sociales han llevado la generación de miedos a nuevas dimensiones. Los rumores y los chismes han alcanzado unos niveles sin precedentes, mientras las fake news se difunden y alimentan nuevos miedos. Contrarrestar el miedo depende también de las historias, las que romperán o invalidarán los relatos que hacen proliferar el miedo.
El espacio público es uno de los contextos en los que se crean, amplifican y combaten los miedos y los imaginarios que los alimentan. Hay una relación simbiótica entre determinados tipos de espacio público y el miedo. Los muros, vallas, cámaras, alarmas, tecnologías de vigilancia y todo lo que para algunos es un espacio o una arquitectura justificable suelen concebirse como medios para protegerse del peligro y crear seguridad. En realidad, también son medios para generar miedo. Los muros y el miedo se complementan; se engendran mutuamente. Además, crean espacios públicos caracterizados por la intolerancia y la sospecha, por la discriminación y la segregación, por la reproducción de desigualdades. Hay tecnologías y arquitecturas de vigilancia siempre que hay movilidad y es necesario regular sus circuitos, alejar algunos cuerpos, mantener distancias, y hacer valer privilegios y estatus. Pero en los muros también se pueden pintar grafitis y, al final, se pueden echar al suelo. Por muchas regulaciones existentes, los jóvenes de las periferias de las grandes ciudades circulan constantemente y crean todo tipo de intervenciones en el espacio público. Las fronteras siempre se atraviesan, al margen de las inversiones que se realicen para vigilarlas. Por mucho que se intente mantener los espacios públicos vacíos, limpios y bajo control, las masas todavía se apoderan de las calles y parques cada día, y no pocas veces son precisamente estos los espacios que la gente ocupa para protestar, para romper normas basadas en la manipulación del miedo y para derrocar regímenes opresores.
Muntadas siempre ha estado muy atento a la construcción del miedo ya los tipos de espacio público que le acompañan. En obras como Búsquedas (Fences/rejas, 2008) o Alphaville y outros (2011) ha expuesto espacios creados por tecnologías de vigilancia y, al mismo tiempo, ha desvelado la estética de la seguridad y los sistemas de discriminación que estos espacios engendran. En Fear/Miedo (2005) y Miedo/Jauf (2007), unos vídeos muy bonitos de la serie On translation, explora diferentes experiencias e interpretaciones del miedo a ambos lados de los muros nacionales. En su última instalación, Lugar público (2024), conduce al espectador entre grandes pantallas con vídeos sobre multitudes y vehículos en movimiento, invitándole a reflexionar sobre qué significa público. Ha insistido en la amplitud de miras del espacio público y la del gobierno democrático que le acompaña. Sus intervenciones engendran el tipo de relatos que contribuyen a contrarrestar el miedo y las disrupciones provocadas en el espacio público por arquitecturas que erigen muros, fronteras y separaciones.