Mercado laboral

Un 38% de los trabajadores de Catalunya han pasado por un ERTE

Los datos de la UGT indican que un 15% de las inspecciones han acabado en multa por expedientes fraudulentos

El Gobierno  cierra bares y restaurantes.
16/03/2021
3 min

BarcelonaEn casi todo discurso de balance del año de la pandemia hay un mensaje que es común, venga de donde venga: los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) son la fórmula que ha evitado un mal mayor. Y este lunes la UGT ha puesto cifras: 1,2 millones de catalanes han estado en esta situación en algún momento entre marzo del 2020 y el enero de este año. Para llegar a esta conclusión, que supone que un 38% de la población trabajadora de Catalunya sepa lo que es un ERTE de primera mano, el sindicato se ha fijado en los datos de las personas que entran por primera vez.

Y de esto concluyen que cuatro de cada diez trabajadores del Principat han pasado por una suspensión temporal de su contrato. “Si miramos datos del Idescat, el 63,3% de las empresas se han visto afectadas de forma directa, y en el caso de la hostelería [el grado de incidencia] ha llegado al 95,5% de los establecimientos”, ha explicado Núria Gilgado, secretaria de política sindical de la UGT de Catalunya. “El 43,9% del total de establecimientos todavía no ha recuperado todos los trabajadores y trabajadoras en esta situación”, ha añadido. De hecho, el sindicato afirma que hay cerca de 53.000 personas que pasaron a estar cubiertas por un expediente temporal de este estilo durante la primera oleada de la pandemia (según ellos, entre marzo y el octubre) y todavía no han salido. 

“Ha sido una herramienta esencial que ha permitido mantener miles de puestos de trabajo”, ha valorado Gilgado: “Más de 1,2 millones de personas han pasado por esta situación. Esto supone destinar mucho dinero público”. Si la portavoz sindical ha hecho el apunte es porque entre las cuestiones que han querido poner de manifiesto está el fraude en estos expedientes. “Hemos detectado muchas empresas que se han intentado aprovechar de este dinero público haciendo ERTEs que no estaban justificados”, ha denunciado. 

Según la UGT, el departamento de Trabajo de la Generalitat ha hecho 708 inspecciones a empresas por esta cuestión, un 15% de las cuales han acabado en sanción. “Poder revisarlos todos es complicado, porque no hay medios para hacerlo, pero desde el sindicato hemos detectado muchos fraudes a través de los delegados y las delegadas: expedientes temporales que no eran por causa mayor, que eran por causas económicas y organizativas y que, en muchos casos, no estaban justificados”, ha explicado. 

"Precariedad laboral significa peores servicios sociales"

Tota esta situación la ha plasmado el sindicato en un informe que, en realidad, persigue analizar el impacto de la pandemia en el tejido económico, laboral y social. Entre las cuestiones que preocupan a esta organización de trabajadores está por ejemplo la caída sin precedentes del PIB, el hecho de que los precios hayan subido un 2% solo en la cesta de la compra (“cosa que ha hecho que las familias más vulnerables hayan tenido que utilizar más poder adquisitivo para asumir esta subida de precios”, ha apuntado Gilgado) o la tasa de paro, que agrava una situación ya complicada teniendo en cuenta que el indicador todavía no había bajado a los niveles previos a la anterior crisis.

“Estábamos en una situación en la que crecía la economía y crecían los beneficios salariales, pero esto no repercutía en los salarios: había solo una parte de la población que había salido de la crisis, pero la mayoría de la población trabajadora todavía no lo había hecho”, ha manifestado la secretaria de política sindical de la UGT. “La precariedad laboral tiene consecuencias directas y la tiene en muchos ámbitos: la ocupación y los salarios precarios significan menos cotizaciones y peores servicios sociales”, ha especificado.

De hecho, parte de la voluntad del sindicato con este informe es hacer propuestas de por dónde creen que tiene que ir la recuperación. La prioridad, dicen, es derogar la reforma laboral, la reforma de las pensiones y aumentar el salario mínimo. También que haya un salario mínimo catalán de referencia (que tendría que situarse cerca de los 1.200 euros mensuales) y empezar a pensar en la jornada laboral de 32 horas. Y más allá de esto, que los ERTE continúen más allá de la crisis sanitaria, que se refuerce la inspección de trabajo y que los fondos europeos se utilicen para emprender la transformación del modelo socioeconómico del país. “Esta crisis ha hecho llover sobre mojado”, ha ligado Gilgado. “Ha quedado demostrado que hay que cambiar nuestro modelo productivo”, ha sentenciado. 

"Lo más duro es no saber si estoy ganando un año de vida o lo estoy perdiendo"

Hace 20 años que se dedica a la hostelería y nunca había dejado de trabajar. Hasta ahora. Justin es uno de los cerca de 53.000 trabajadores que, según UGT, entró en ERTE durante la primera oleada de la pandemia y que todavía está en él. Al principio se lo tomó bien: llevaba desde que se había declarado el estado de alarma trabajando a medio gas y cuando la empresa se decantó por suspender temporalmente el contrato era mayo, hacía buen tiempo y después de años con horarios al revés de todo el mundo podía estar con sus hijas y dar apoyar real a su pareja. Pero las incertidumbres empezaron a amontonarse.

"Al principio era la Semana Santa, después del verano, después en septiembre, octubre... y ahora ya no sabemos si abriremos este verano", lamenta. "Quien tiene más posibilidades de venir, está peor que nunca", argumenta. Habla desde la óptica de un hotel céntrico de Barcelona que ve cómo la pandemia se descontrola en Italia o en Francia. Y de ahí que insista: estar casi un año sin trabajar es un paréntesis que le ha permitido explotar y disfrutar al máximo el ámbito personal, con el inconveniente de no saber si realmente es un paréntesis.

Echa de menos practicar los cinco idiomas que habla con gente de fuera de Catalunya y la vorágine intrínseca al trabajo, y se angustia con una serie de preguntas le rondan por la cabeza. "Lo más duro es que yo confío en que volveré a trabajar, por lo tanto, no estoy buscando otro trabajo, pero esto crea incertidumbres: ¿lo debería estar buscando? ¿Tengo que confiar en que todo volverá a la normalidad? ¿Estoy ganando un año de vida o lo estoy perdiendo?", se pregunta.

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